La pandemia acaba pero la Covid continúa: infecta a 90.000 personas y mata a 500 cada día
La OMS declara el fin de la emergencia sanitaria internacional pero el SARS-CoV-2 seguirá presente en nuestras vidas aunque ya no lo sintamos a diario.
6 mayo, 2023 02:07¿Y ahora qué? Es la pregunta que hacemos a un problema que dejó de preocuparnos hace tiempo. La Organización Mundial de la Salud ha declarado el fin de la emergencia sanitaria internacional por coronavirus SARS-CoV-2. A nivel de calle, el anuncio se interpreta como el fin de la pandemia, aunque la Covid sigue matando a 500 personas cada día en todo el mundo. Una decena de ellas, en España.
Los números oficiales indican que, desde finales de diciembre de 2019, cuando un nuevo coronavirus empezó a circular en la ciudad china de Wuhan, ha habido 765,22 millones de casos y 6,92 millones de muertes a lo largo y ancho del planeta. Solo en la última semana, la OMS ha reportado 630.000 casos (unos 90.000 al día) y 3.500 muertes.
"Durante más de un año, la pandemia ha llevado una tendencia descendente, con una inmunidad poblacional en aumento por la vacunación y la infección, una mortalidad decreciendo y la presión en los sistemas de salud aliviándose", ha comentado el director de la organización, Tedros Adhanom. "Esta tendencia ha permitido a la mayoría de países regresar a la vida que conocíamos antes de la Covid".
Yesterday, the #COVID19 Emergency Committee met for the 15th time and recommended to me that I declare an end to the public health emergency of international concern. I have accepted that advice.
— Tedros Adhanom Ghebreyesus (@DrTedros) May 5, 2023
With great hope I declare COVID-19 over as a global health emergency.
La emergencia sanitaria internacional fue declarada el 30 de enero de 2020. Más de mil días después, la OMS ha decidido ponerle fin. "Sin embargo, esto no quiere decir que la Covid-19 como amenaza global de salud se ha acabado", ha advertido seguidamente su director.
A lo largo de este último año nos hemos preparado para este momento. El 23 de abril de 2022, la obligatoriedad de llevar mascarillas en interiores de espacios públicos decía adiós en España, salvo por los centros sanitarios, residencias y farmacias. El pasado 7 de febrero, también abandonaba el transporte público y comenzamos a preguntarnos en qué momento saldríamos del túnel del que comenzábamos a ver la luz del otro extremo.
Ya a finales del pasado septiembre, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, daba por finiquitado el tema. "La pandemia ha terminado", anunciaba en una entrevista en el canal televisivo CBS. La oleada veraniega había sido mucho menor que las anteriores y comenzábamos a tener la impresión de que el virus podía controlarse. Solo el fin de la política de Covid cero en China dio un susto, con un pico súbito de casos y muertes en diciembre, al apacible descenso de las cifras desde entonces.
Casos y muertes en ascenso
Pero la advertencia de los expertos en salud pública, tan seguidos como –injustamente– vilipendiados a lo largo de estos tres años, ha sido clara: las pandemias se sabe cuándo empiezan pero no cuándo acaban. ¿Por qué las muertes ocasionadas por la Covid hasta el momento se deben a la pandemia y las que provoque a partir de ahora no?
El fin de la emergencia sanitaria internacional llega en un momento en que los contagios y las muertes disminuyen a nivel global hasta niveles de marzo de 2020. En el último mes han disminuido un 17% y un 30% respecto al anterior, pero el informe de situación de la propia OMS advierte de incrementos en ambos indicadores en el Sureste Asiático, Mediterráneo Oriental y Pacífico Occidental.
En España, la incidencia acumulada no ha dejado de crecer en los últimos tres meses: su suelo se alcanzó a principios de febrero, con 50 nuevos casos por 100.000 habitantes. En el último informe del Ministerio de Sanidad, publicado este viernes, ya ha crecido hasta 93,96, casi el doble. Es más, la positividad de los tests Covid entre mayores de 60 años (los únicos en que se sigue reportando caso por caso) está por encima del 20%: cuando superaba el 10% era indicativo de que el virus se encontraba en expansión.
[Fernando Simón dice que "pronto" se eliminará la mascarilla en residencias, hospitales y farmacias]
Finalmente, un sublinaje de XBB, la variante de ómicron que puso en jaque a China a finales del año pasado, se ha impuesto a BQ.1, que dominó en la última parte del año. Ahora, XBB.1.5 supone el 58,9% de los casos Covid reportados (y secuenciados) en España, seguida de los linajes derivados de XBB.1.9, que suponen el 10,7%.
Con todo, la situación en los hospitales es tranquila. En la actualidad hay 2.500 pacientes ingresados y 109 en UCI, de los que poco más de la mitad tienen la Covid como principal responsable de la hospitalización.
Nuestro país contabiliza, además, 65 muertes en la última semana con un positivo por SARS-CoV-2. Aplicando el mismo porcentaje que al entorno hospitalario, indicaría que casi 40 de esos fallecimientos se deben a la infección. Ya nadie sueña con el momento en que este macabro contador llegue a cero.
Así lo expresaba el especialista en salud pública Juan Antonio Sanz a este periódico: "Pensar en las cero muertes por Covid no es viable y tendremos que seguir conviviendo con cierto número de muertes".
En estos tres años, nuestro país ha pasado de liderar otro siniestro marcador, el de muertos por habitante, a ocultarse 34 puestos más abajo. Según los datos recogidos por la Universidad Johns Hopkins, Portugal, Reino Unido e Italia acabaron por superarnos, pero también muchos otros países de Europa Central y del Este. Efectivamente, en el recuento oficial, Europa es el continente que más muertos ha acumulado de forma oficial: 2,06 millones, por 1,63 millones en Asia y 1,6 en Norteamérica (el mundo anglosajón divide el continente americano en dos: Norteamérica y Suramérica).
Los colapsos hospitalarios seguirán
Los expertos en salud pública también advierten de que el fin de la emergencia internacional no implica que no puedan volver nuevas oleadas de infecciones con la correspondiente tensión en los sistemas sanitarios. El epidemiólogo Salvador Peiró aventuraba en este periódico que podrían ser "similares a lo que ocurre con la gripe en el periodo invernal, con los servicios de primaria y hospitalarios sobrepasados y camas en los pasillos".
En declaraciones al Science Media Centre matiza que el SARS-CoV-2 "no está mostrando, al menos de momento, un comportamiento estacional" pero es probable "que vayamos teniendo varios repuntes al año ('olitas' más que 'olas') a medida que nos distanciamos en el tiempo de las variantes que causaron infecciones previas y de las dosis de refuerzo".
Algo similar opinaba en EL ESPAÑOL el presidente de la Sociedad Española de Medicina Preventiva, Salud Pública y Gestión Sanitaria, Rafael Ortí, cuando se le preguntó por cómo acaban las pandemias: "Lo normal es que haya unas ondas cada vez más pequeñas, no desapareciendo pero sí manteniéndose en un nivel de endemia".
El fin de la emergencia internacional tampoco resuelve los cabos sueltos de la pandemia. El primero y más importante es el de la vacunación: mientras que en el resto del mundo se han administrado cerca de dos dosis por persona (la mayoría de las pautas se basan en dos inyecciones, sin incluir los refuerzos), en África todavía no llegan a una por cada dos personas.
Aunque la rápida aparición de nuevas variantes evaporó las esperanzas de que las vacunas pudieran contener los contagios, sí que han demostrado protección frente a enfermedad grave, por lo que es vital que, si se quiere pasar realmente la página de la pandemia, la población africana pueda acceder a estos recursos.
El nebuloso origen del virus
El otro gran cabo suelto del SARS-CoV-2 es su origen. Las dificultades puestas por China al rastreo del virus por parte de equipos internacionales ha avivado a lo largo de estos tres años.
La polémica ha continuado incluso tras la publicación, el verano pasado, de dos artículos en Science que parecían dar carpetazo al asunto: una extensa investigación eliminaba cualquier otro escenario que no fuera el mercado mayorista de Wuhan.
La hipótesis del escape del virus de un laboratorio (no sería la primera vez que ha pasado) tuvo una pequeña victoria recientemente, cuando un grupo de investigadores chinos analizaban los datos sin procesar de las muestras ambientales recogidas en el mercado y advertían que el virus coexistía con material genético humano.
Sin embargo, un grupo internacional de investigadores analizó los datos y concluyó que lo que se detectaba de forma conjunta era el ADN de varios animales del mercado, como los perros mapache.
Más allá de lo anecdótico, la historia del origen del virus nos ejemplifica que, aunque la alerta internacional sea historia, la pandemia y sus consecuencias seguirá presente, de algún modo u otro, en los miles de millones de personas que la han vivido durante estos tres últimos años.