A Ana Gómez le diagnosticaron trastorno por déficit de atención e hiperactividad con 32 años.

A Ana Gómez le diagnosticaron trastorno por déficit de atención e hiperactividad con 32 años. Cedida

Salud

El 'boom' del TDAH en adultos: "Mis amigos eran escépticos. Ahora la mayoría lo tienen"

Los psicólogos aseguran que así como hay casos que se les escapa, también hay otros en los que se produce un diagnóstico erróneo.

7 enero, 2024 01:36

Cuenta Ana Gómez que la hiperactividad que mostró su hija desde pequeña le hizo buscar información sobre el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH). "Me vi reflejada absolutamente en todo lo que leía. Hasta entonces, pensaba que mis despistes eran fruto de mi personalidad", recuerda 13 años más tarde. Una vez tenía la intuición, buscó respuesta en un diagnóstico que tardó en llegar, pues no hay una única prueba que lo diagnostique.

Por la vía pública llegó a escuchar desde que "era una tontería, que el TDAH sólo existía en niños" hasta que era porque la habían malcriado en casa. Y es que los síntomas que más se presentan en la edad adulta son la ansiedad y la depresión, por lo que suelen recetarles ansiolíticos y antidepresivos.

"Pero no miran más, no se plantean por qué lo tienes", lamenta Gómez, quien también confiesa que todos los adultos que conoce en la Asociacion Madrileña de Adultos con TDAH (de la que es secretaria) están 'como locos' buscando un psiquiatra que les entienda. Critica que hay muchos médicos sin formación en este trastorno e incluso "algunos lo niegan".

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El jefe de Psiquiatría del Hospital Vall d'Hebron de Barcelona, Josep Antoni Ramos Quiroga, no es uno de ellos: "Hay un infradiagnóstico de TDAH en edad adulta. Muchos no han recibido todavía un diagnóstico correcto", señala en su entrevista con EL ESPAÑOL. Según la quinta edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales (DSM-5, por sus siglas en inglés), la prevalencia en niños es del 5%, mientras que en adultos gira en torno al 2,5%.

Dificultades para diagnósticos precisos

Gómez 'entró a formar parte' de este porcentaje cuando cansada por las respuestas que estaba recibiendo decidió acudir a un centro privado especializado, donde sí que le diagnosticaron TDAH. "Se trata de un diagnóstico clínico ya que en Psiquiatría ninguna prueba es diagnóstica", explica la doctora Marina Díaz Marsá, vicepresidenta de la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental. Esto es, no hay un marcador biológico que sea específico del trastorno.

Dos de los manuales en los que más se basan las evaluaciones clínicas de TDAH son el citado DSM-5 y el CIE-11 (acrónimo en español de la Clasificación Internacional de Enfermedades que elabora la Organización Mundial de la Salud). En el primero, se lee que para diagnosticar TDAH en mayores y adultos (17 y más años de edad) se requiere un mínimo de cinco síntomas: "Con frecuencia falla en prestar la debida atención a detalles, tiene dificultades para mantener la atención en tareas o parece no escuchar cuando se le habla", son algunos ejemplos de los criterios diagnósticos.

En el CIE-11, de hecho, el TDAH en el adulto se reconoce como entidad propia. Pese a que existen otras escalas, los psiquiatras destacan que ambos manuales presentan un elevado nivel de precisión. "Hay veces en las que se expresa lo mismo pero de diferente forma. Pero no creo que pueda variar el resultado del diagnóstico en función de los criterios que se sigan", argumenta Díaz Marsá.

Desde la Psicología ponen en duda el anterior planteamiento: "Si se hace el diagóstico a través del DSM-5 saldrán el doble de casos que si es con el CIE-11", estima el psicólogo clínico José Ramón Ubieto. No es el único de esta especialidad que sospecha que pueda haber un sobrediagnóstico. "Así como hay casos que se nos escapan, también hay otros en los que cometemos un error en el diagnóstico", apunta el psicólogo Rafa Guerrero, autor del libro TDAH. Entre la patología y la normalidad.

Este último, eso sí, diferencia entre los dos tipos de TDAH: "En el que incluye falta de atención, es más frecuente el infradiagnóstico porque no se producen problemas de conducta, no es una persona inquieta". En cambio, en el TDAH de tipo hiperactivo-impulsivo sí que encuentra un sobrediagnóstico: "Cualquier adulto que veamos que es más nervioso de lo habitual decimos que es TDAH. Puede que sea así, o puede que no. Tal vez es alguien curioso".

Más posibilidad de morir

La historia de Ana Gómez es un buen ejemplo del perfil de la persona diagnosticada con TDAH en edad adulta. "Algunos padres se dan cuenta de que lo tienen cuando se diagnostica a su hijo", indica Ramos Quiroga. El psiquiatra utiliza el término de 'las metástasis del TDAH' para referirse a otro perfil con el que también se encuentran: "Por ejemplo, al hacer una evaluación de su obesidad, se observa que tiene este trastorno". Y es que la comorbilidad del TDAH incluye: depresión, ansiedad, trastornos de conducta alimentaria, por abuso de sustancias o de personalidad.

Esto explica, a juicio de Díaz Marsá, que se aborde en primer término la comorbilidad antes que el propio trastorno. "En la edad adulta se piensa menos en el diagnóstico de TDAH, pese a que en realidad constituye la base del problema", advierte.

Aunque también hay ocasiones en las que la comorbilidad da lugar al diagnóstico, como le sucedió a Julián (nombre ficticio), diagnosticado de TDAH en edad adulta. Él notaba que "le pasaban muchas cosas": "Tuve un accidente de coche, perdía carteras y móviles, me rompí un brazo...". No fue hasta después de la pandemia, cuando desarrolló unos niveles de insomonio ("dormía dos horas, como mucho, pero no estaba cansado") y ansiedad elevados, que decidió acudir a un psquiatra.

Éste le realizó un cuestionario de unas 50 preguntas de situaciones cotidianas y le diagnosticó TDHA. "Como no había sacado malas notas nunca, pues no había saltado 'la voz de alarma'", sospecha mientras conversa con este periódico. Le sorprendió, eso sí, que le recetaran anfentamina cuando sufre episodios de ansiedad.

Las personas con TDAH cuentan con el doble de posibilidades de morir de forma prematura, especialmente por accidentes. Según un estudio publicado en la revista The Lancet, la mortalidad anual en personas con este trastorno era de 5,85 por cada 10.000 habitantes, mientras que en aquellas que no lo tenían fue de 2,21 por cada 10.000.

A Gómez no le sorprenden estas cifras: "Hace unos años tuve un accidente de tráfico grave". También se quemó medio cuerpo porque se dejó una sartén en el fuego y acabó en la UCI.

Objetivo: beneficio económico

Afortunadamente, ha dejado atrás buena parte de estas complicaciones desde que sigue terapia cognitivo-conductual y un tratamiento farmacológico. "Ayuda mucho, pero no es magia", aclara. Cuenta que tiene que revertir las costumbres que tiene mal aprendidas: "Sin la medicación, por ejemplo, sabes que no debes dejar los zapatos en el salón pero no eres capaz de levantarte y guardarlos".

El TDAH se trata con dos grandes tipos de fármacos. Por un lado, los denominados estimulantes (en España sólo tenemos dos: el metilfenidato y la lisdexanfetamina); y por otro, los no estimulantes (atomoxetina y guanfacina). "Habitualmente se utilizan los del primer grupo porque son más eficaces y tenemos un mayor conocimiento sobre ellos", apunta Ramos Quiroga.

En este sentido, Guerrero entiende que aunque el fármaco puede ayudar, no ha de convertirse en la solución. "No podemos delegar una intervención solamente al fármaco. Debe existir también una psicoterapia", señala. Tras esta presión por el tratamiento farmacológico, los psicólogos señalan a la industria farmacéutica: "Su objetivo fundamental es el beneficio económico, y no la cura del paciente", recrimina Ubieto.

Este psicoanalista también alerta de los efectos secundarios: "Antes de administrar estos medicamentos —como, por ejemplo, la anfetamina—, hay que procurarse que no existan problemas de tensión arterial. Y esto es algo que no se hace habitualmente". "Cualquier fármaco tiene efectos secundarios. Pero sí que comprobamos que no se genere una alteración de la frecuencia cardíaca (en el caso de los estimulantes) o que se incremente la tensión arterial con los no estimulantes", defiende Ramos Quiroga.

Escepticismo en el entorno

Como enumera Díaz Marsá, tener TDAH implica, entre otras cosas, que se te olviden las llaves, falta de planificación o baja tolerancia a la frustración. Es decir, son situaciones que cualquiera puede haber protagonizado en algún momento de su vida. La diferencia es que el trastorno por déficit de atención e hiperactividad hace que se produzcan con una mayor frecuencia. Algo que en el entorno de Gómez no se llegó a comprender tras el diagnóstico: "Mis amigos eran escépticos y en mi familia lo tomaron como un 'ya será menos'".

El psicólogo José Ramón Ubieto muestra escepticismo en base a su experiencia. "Hoy en día nos gusta ponerle etiqueta a todo. Y cuando se pone, se produce un efecto de calma". Un paciente se presentó en su consulta diciendo que tenía TDAH. "El trastorno le servía como explicación para todo", recuerda. Cita la obra del filósofo estadounidense Nelson Goodman, Maneras de hacer mundos: "Al entrar en una categoría, cualquiera que sea, funciona como una máquina del sentido".

Por su parte, Gómez reconoce que sus amigos siguen siendo excépticos. "Salvo los que tienen TDAH, que la mayoría ahora lo tienen porque es más fácil entendernos entre nosotros. Al final, si lo quieres entender, bien. Y si no, pues también", sentencia.