Soy neurólogo y hace 8 años me diagnosticaron alzhéimer: las cinco lecciones del doctor Gibbs
Daniel Gibbs fue diagnosticado con la enfermedad hace 8 años. Llevar unos estrictos hábitos de vida le ha permitido ralentizar el deterioro asociado.
6 julio, 2024 02:18La vida de Daniel Gibbs comenzó a cambiar el verano de 2006. Paseando al perro se acercó a oler unas rosas pero no notó nada. Su esposa Lois, que lo acompañaba, estaba abrumada por la fragancia de las flores. Gibbs comenzaría a sospechar que este era el primer síntoma del alzhéimer, del que fue diagnosticado una década después.
Y lo sabía bien porque durante 25 años había estado tratando a personas con esa misma enfermedad y dando clase a futuros neurólogos en Portland, Oregón.
Gibbs ha reflejado la lucha contra el progresivo deterioro de su mente en su libro A tattoo on my brain: a neurologist's personal battle against alzheimer's disease (Un tatuaje en mi cerebro: la batalla personal de un neurólogo contra la enfermedad de Alzheimer) y en un documental recientemente estrenado en EEUU.
"A pesar de que he cuidado a muchos pacientes con alzhéimer y otras demencias a lo largo de mi carrera, nunca se me ocurrió que yo podría tenerlo también", explica en su libro.
"Así que, ahora que estoy en el lado del paciente, soy un experto transversal en mi propio alzhéimer en fase temprana mientras su presencia crece lentamente en mi cerebro".
Y por eso quería ofrecer los cinco consejos básicos para ralentizar todo lo posible el avance de la enfermedad cuando se detecta en sus primeras fases.
"Pienso en el alzhéimer más de lo que pienso en ninguna otra cosa", comenta a EL ESPAÑOL. "Esto no es algo malo. Mi esposa dice que mi segunda carrera profesional es escribir y hablar sobre la enfermedad, y tiene razón. Tomo cada oportunidad que tenga para educar a la gente sobre los cambios en el estilo de vida que pueden ralentizar notablemente la progresión del alzhéimer".
Gibbs se planteó el libro, el documental y sus charlas en universidades y a pacientes como una forma de trasladar todo lo que sabía combinándolo con su experiencia propia.
Por eso, en una entrevista reciente para la revista médica JAMA, quería desmitificar la enfermedad pero también ofrecer unos consejos cruciales, sobre todo para aquellas personas y familiares que acaban de salir del diagnóstico.
Lo primero que contaba a la entrevistadora era que esta patología, tal y como la entendemos hoy, tiene una progresión mucho más larga de lo que pensábamos: unos 20 años desde los primeros síntomas. Esto se debe a que, ahora, las demencias leves también se incluyen en el diagnóstico.
Lo segundo era algo más práctico. "Vigila la apatía". "Con certeza, es una pariente cercana de la depresión. Hace algunos años comencé a tomar un antidepresivo y ha supuesto una buena diferencia".
El camino de un neurólogo hasta el alzhéimer
Aunque echando la vista atrás, para Daniel Gibbs es inconfundible que la falta de sentido del olfato que notó ese verano de 2006 está claramente relacionada con el alzhéimer, en su momento no fue así.
Si bien no le dio más importancia al episodio de las rosas, pronto comenzaría a notar alucinaciones olfatorias. "El olor era siempre el mismo: una mezcla de pan horneado y perfume".
Y él sabía que estas fantosmias (ese es el término técnico) estaban relacionadas, en ocasiones, con enfermedades degenerativas como alzhéimer o párkinson.
Lo encontraron en su primer escáner cerebral fue, en cambio, un tumor en la pituitaria, una glándula en la base del cerebro. Era benigno y fue extirpado con éxito. Pero Gibbs sabía que el tumor no podía afectar a sus sentido del olfato.
Fue en 2012 cuando se aficionó a un programa de televisión que rastreaba el pasado familiar de famosos mediante la genealogía y las pruebas genéticas. Por curiosidad, él y su esposa se hicieron un test.
Más allá de identificar de dónde son nuestros ancestros, estos tests dan la oportunidad de conocer si el individuo es portador de alelos (variaciones de un gen) que se relacionen con riesgos para la salud.
Gibbs, que compatilizaba la atención médica con la clases en la Oregon Health and Science University, descubrió entonces que era portador de dos alelos APOE4, una variante genética relacionada de alzhéimer: si portas una copia, el riesgo se triplica; si portas dos, se multiplica por 12.
En ese momento, con 62 años, decidió dejar de atender pacientes y de dar clase.
"Si hubiera tenido casi cualquier otro trabajo, no hubiera considerado jubilarme, pero en medicina no hay espacio para lapsus de memoria o errores de juicio", cuenta en su libro.
En ese punto era "cognitivamente normal según la mayoría de los estándares" y sabía que portar dos copias de APOE4 no implica desarrollar necesariamente la enfermedad, pero empezó a atar cabos.
Con todo, no sería hasta 2015 cuando su médico llegara con las noticias.
"[Sentí] Alivio", cuenta a este periódico. "Es verdad. Alivio". En los escáneres cerebrales, además, vio el porqué de su falta de olfato. "Había una cantidad moderada de amiloide repartida por el cerebro. Pero lo que era realmente interesante fueron los depósitos en dos centros cerebrales involucrados en el procesado de los olores, la corteza piriforme y corteza orbitofrontal".
"Recuerdo decir: '¡Esto es muy chulo!' El sentimiento de alivio vino porque ahora sabía exactamente lo que estaba causando mis problemas con la memoria y el olfato, y me permitió empezar a trabajar en cómo combatirlos".
Daniel Gibbs no esperó al diagnóstico para ponerse manos a la obra. Como neurólogo tenía claro qué factores son los que pueden ralentizar los signos del alzhéimer en un estadio temprano, incluso aquellos derivados de dos copias de APOE4.
No se trata de ningún medicamento. Eran cinco pasos, todos respaldados por la evidencia científica.
Ejercicio aeróbico
"Si hubiera un medicamento para la enfermedad de Alzheimer que pudiera ralentizar la progresión un 50%, lo saludaríamos como un milagro y la industria farmacéutica lo valoraría en miles de millones de dólares", explica en A tattoo on my brain.
"Ya lo tenemos y es gratis: el ejercicio".
En fases tempranas del alzhéimer, actividad física como caminar rápido (aeróbico implica que se consume el oxígeno que se respira, mientras en el anaeróbico no da tiempo y se utiliza la energía ya almacenada) ha demostrado un efecto dosis-dependiente para ralentizar el deterioro cognitivo.
Cuanto más ejercicio se haga, mejor. Y Gibbs, acostumbrado a hacer senderismo, lo tenía claro: su ejercicio diario no se limitaría a pasear con su perro.
Dieta mediterránea
Los efectos saludables de la dieta mediterránea son de sobra conocidos, sobre todo a nivel cardiovascular. Y en el alzhéimer la salud cardiovascular es crucial para ralentizar el deterioro.
Pero la recomendada por el neurólogo no es una dieta mediterránea al uso sino una variación llamada MIND, que se enfoca sobre todo en alimentos con más evidencia para la salud cerebral, como las verduras de hoja verde, las judías, las nueces y las bayas.
"Tengo que admitir que no fue un giro drástico en mis hábitos alimenticios, y hay tanta variedad y flexibilidad que no lo notas como un sacrificio", cuenta Gibbs en el libro.
Sin embargo, en la entrevista en JAMA, reconoce que a veces echa de menos el bacon. "No tomamos muchos, pero cuando lo veo en la sartén recuerdo que solía ser mi olor favorito y ahora no puedo olerlo".
Hablando con EL ESPAÑOL, afirma que lo que más le costó fue dejar el queso.
"En la dieta MIND, solo se permite una pieza de queso a la semana. Amo el queso. No pude adaptarme y rompí esa regla", reconoce. "Afortunadamente, hace unos años desarrollé intolerancia a la lactosa. No más queso. ¡Ahora sigo al 100% la dieta MIND!"
Actividad mental estimulante
Siendo médico y profesor universitario, Gibbs estaba acostumbrado a estudiar. La jubilación le dejó tiempo para leer "cada día, leo de media dos o tres libros a la semana. Una mezcla de ficción y no ficción".
Hoy en día, ocho años después de su diagnóstico, reconoce que cada vez le cuesta más leer y, sobre todo, recordar lo leído, "así que le digo a Lois [su mujer] lo que he estado leyendo para fijar los recuerdos".
También apunta que, desde que comenzó a perder el sentido del olfato, lleva un diario que le ayuda a afianzar sus memorias.
Actividad social
"La apatía es casi universal, especialmente en etapas tardías, pero nunca fui especialmente sociable", reconoce el neurólogo en su libro. Acudir a reuniones sociales no le gustó y ahora menos, ya que se siente incapaz de reconocer caras y seguir varias conversaciones al mismo tiempo, pero eso no implica falta de sociabilidad.
"Paso mucho tiempo con mis tres hijos y cuatro nietos. Hablo con los vecinos mientras trabajo en el jardín o paseo al perro. Veo a viejos amigos de forma regular".
La actividad social es uno de los mayores protectores del cerebro, junto con el ejercicio y la dieta. Mantenerse activo es una de las recomendaciones básicas de cualquier neurólogo a cualquier paciente en las primeras fases del alzhéimer.
Dormir bien
"Hay evidencia tanto en estudios en ratones como en humanos que la proteína amiloide es eliminada del cerebro durante el sueño", apunta antes de recomendar una rutina de siete horas y media de sueño diario.
En la mencionada entrevista a JAMA, Gibbs reconoce que solo hay una recomendación que no tiene en cuenta. "Tomar un vaso de vino en la cena es uno de los placeres de la vida".
Aunque cualquier cantidad de alcohol es perjudicial para la salud pese a las voces que siguen recomendado una copa de vino diaria, a sus 73 años, el neurólogo no quiere renunciar a este placer.
Ocho años después de su diagnóstico, la enfermedad ha avanzado imparable pero de forma lenta y gradual. Daniel Gibbs reconoce que ya le cuesta más leer y ha renunciado a seguir escribiendo en su blog.
"Tratamos de vivir el momento". Concluye la entrevista con este periódico con una cita de su nuevo libro, Dispatches From the Land of Alzheimer’s (Despachos desde la tierra del alzhéimer, publicado por Cambridge University Press).
"Como dijo Horacio hace más de dos mil años, carpe diem quam minimal credula postero: aprovecha el día y no te preocupes por el mañana".