Cuando Lena Okajima era estudiante de doctorado en Astrofísica en 2001, quedó deslumbrada por la llamada lluvia de Leónidas, un fenómeno que se repite cada noviembre a causa de la entrada en la atmósfera del polvo del cometa Tempel-Tuttle. En ese momento, tuvo una idea. ¿Por qué no crear tu propia lluvia de las Leónidas artificial? ¿Por qué no alumbrar el cielo con una multitud de estrellas fugaces?
"Entonces era estudiante en la Universidad de Tokio", comenta esta científica a EL ESPAÑOL. "Pasaron ocho años más y en 2009 comencé a realizar estudios de viabilidad con un par de colaboradores". "La empresa, como tal, nació en 2011", aclara. Esa empresa se llama ALE, y Okajima es su consejera delegada.
Recientemente, su idea ha tomado un cierto impulso, a cuatro años de la celebración en Tokio de los Juegos Olímpicos. Algunos medios afirman que ALE podría ser una de las elegidas para proporcionar un espectáculo nunca visto hasta ahora.
El proyecto se llama Sky Canvas ("lienzo del cielo", en inglés) y se basa en el lanzamiento, desde un microsatélite y sobre un sitio concreto, de un millar de bolas diminutas -de pocos milímetros de diámetro- que contienen en su composición diversos elementos. Así, en contacto con los gases de la atmósfera y a velocidades supersónicas, producen colas de colores. Los azules se conseguirían añadiendo potasio, rubidio, cesio o bario a las bolas lanzadas desde el espacio; los verdes se obtendrían con cobre; los naranjas, con calcio o con estroncio.
La idea es que el satélite lance las bolas en un momento concreto y según una telemetría calculada previamente. Éstas recorrerían más o menos un tercio de la circunferencia terrestre y entrarían en la atmósfera en un punto determinado, a una altura entre 60 y 80 kilómetros, en donde el propio rozamiento con los gases atmosféricos crearía el efecto de una lluvia de meteoritos, visibles en un área de 200 kilómetros de diámetro.
¿Será posible ver una lluvia artificial de meteoritos en una megalópolis como Tokio, famosa por su contaminación lumínica? La compañía asegura que sí. Ya ha probado cómo se comportan estas bolas en un túnel con gases a velocidad supersónica. Y en el laboratorio han comprobado que sus peculiares estrellas fugaces alcanzan un brillo de -1 de magnitud aparente.
"Cuanto más grande es el número negativo, más brillante es el objeto", explica a EL ESPAÑOL Julia de León, investigadora del Instituto de Astrofísica de Canarias y especializada en asteroides. Para hacernos una idea, el Sol tiene un brillo máximo de -26,7; el cometa LoveJoy alcanzó -8 en 1977 (era visible a plena luz del día), y el Halley, +2 en 1986 (sólo se veía por la noche).
"Sin información detallada sobre a qué altitud va a situarse el satélite, sospecho que no tendrá una órbita muy alta" comenta De León, quien trabajó unos años para la Agencia Espacial Europea (ESA) en el campo de la basura espacial; precisamente ese problema le preocupa especialmente. "Las bolitas se desintegran en la atmósfera, pero cuando termine la vida del satélite ¿qué harán con él?", se pregunta esta astrofísica.
JJOO y espectáculo (y basura espacial)
Tradicionalmente, las ceremonias de apertura de los JJOO han supuesto un verdadero despliegue de imaginación y tecnología. Quedan para el recuerdo el hombre volador gracias a una mochila propulsora (o jetpack) en Los Ángeles'84, la flecha mágica de Barcelona'92, o la aparición del mismísimo Tim Berners-Lee, padre de la Web, en mitad del estadio olímpico de Londres en 2012.
Tokio quiere superarse, y en esta ecuación podría entrar ALE. No obstante, y pese a los rumores, desde la compañía comentan a este diario que no pueden confirmar nada. "Actualmente lo estamos desarrollando", reconoce Okajima, que añade: "Aunque me gustaría trabajar con los Juegos Olímpicos, no hay nada decidido todavía".
Según el sitio especializado de ingeniería Core 77, el coste de producir cada bolita sería de 8.100 dólares (7.250 euros), sin contar con los costes asociados al desarrollo y lanzamiento del minisatélite encargado de su lanzamiento.
"Como idea me parece curiosísima, como espectáculo seria algo digno de verse, aunque intentar imitar a la naturaleza siempre tiene algo de peligroso; sigo pensando que el problema puede venir por la contaminación espacial, la basura en el espacio, un asunto que ahora está muy vigilado", reconoce Julia de León.
La compañía japonesa asegura que se compromete a seguir "la regulación internacional" para evitar este problema y "asegurar que se desintegra contra la atmósfera" en un plazo máximo de 25 años: "En este caso, el propio satélite utilizado se convertirá en una gran estrella fugaz".
En general, la astrofísica española cree que con estos meteoritos artificiales "se pierde un poco la parte romántica de esperar a que llegue el momento del fenómeno natural de una lluvia de asteroides". Y reflexiona divertida: "¡Qué manía con crear fenómenos a la carta!".
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