Estos días se celebra, en el Pabellón de Cristal de la Casa de Campo, Artificial Expo, una feria dedicada a la robótica y a la inteligencia artificial europea. A la inauguración de esta cita "de referencia", como han señalado sus organizadores, han acudido autoridades del Ministerio de Empleo e incluso el embajador de Japón en Madrid, Masashi Mizukami.
En realidad, la tecnología ocupa una parte muy pequeña de la feria. La mayor parte de los expositores de Artificial Expo tienen apenas papel, lápiz, trípticos promocionales y caramelos. Venden formación, venden organización de eventos e incluso coaching.
La feria tiene el habitual ajetreo de estudiantes de ingeniería y cámaras de televisión fascinadas con robots que se mueven lo suficiente como para rellenar 30 segundos de escaleta en el telediario. Dentro de la parte más tech del recinto, el mayor expositor es para la empresa Casual Robots.
Los productos más ambiciosos en este stand son dos robots Pepper, que deleitan a los visitantes contoneándose al ritmo de La Macarena, y Reeti, un asistente de comunicación ideado para orientar a turistas o pacientes en un hospital.
El problema, o la paradoja, es que Casual Robots no es un fabricante. En realidad Pepper es una creación de la compañía franco-japonesa Soft Bank Robotics y Reeti fue creado por la también gala Robopec. Junto a ellos, están expuestos otros célebres robots cedidos por Casual Robots, ya que ahí es donde está realmente su negocio: coleccionan docenas de robots -desde el R2D2 de Star Wars a una réplica inmóvil pero parlante de Hello Kitty pasando por hitos de la robótica de consumo como los perritos Aibo que Sony fabricó en 1999- y los alquilan para exposiciones y eventos.
Fuera del circuito de robótica nostálgica, otro de los atractivos de la feria es HoloBox, un sistema de representación tridimensional de objetos que, como ocurre con los robots, resulta ser de fabricación brasileña.
¿Dónde está la robótica española?
Existen sin embargo otras iniciativas que sí tienen color nacional, algunas originales aunque tecnológicamente simples, como un confesionario para que los asistentes confiesen sus pecados digitales, y también algunos expositores donde estudiantes universitarios de último curso tratan de promocionar sus logros en materia de robótica o inteligencia artificial. Por ejemplo, un grupo de jóvenes que, bajo la marca Robdos Team, tratan de impulsar un drone submarino para competir en el concurso europeo euRathlon Challenge 2017.
Pero en general, y como ocurre con otras ferias profesionales, se percibe en el ambiente que el objetivo final de Artificial Expo no es tanto celebrar la innovación como hacer contactos. Algo que, de momento, tampoco puede hacer un robot... por sociable que sea.