Las primeras alarmas sobre el estado de salud de la reina Isabel II (95 años) saltaron hace justo una semana, cuando la soberana tuvo que cancelar un viaje previsto para el miércoles 20 de octubre a Irlanda del Norte. Este traslado se desechó por recomendación médica, algo que enseguida se tradujo en preocupación por parte de los medios de comunicación y la ciudadanía británica. Pero horas después se produjo el comunicado que haría que definitivamente la prensa se inquietara sobre la situación de la madre del príncipe Carlos (72). En el texto, el palacio de Buckingham informó que Isabel II pasó esa noche en el hospital para someterse a "exámenes preliminares".
Con el desasosiego de los habitantes de Reino Unido ya en sus cotas más altas, fuentes reales quisieron destacar que la soberana se encontraba "descansando ya en palacio", aunque otras voces afirmaban que estaba "convaleciente y sin fuerzas".
Pero desde la Corte se apresuraron a decir que enseguida volvería al trabajo y así fue. Este martes 26 de octubre regresaba a sus funciones, pero a distancia y de manera telemática. Además, este miércoles acaban de informar que la Reina ha suspendido su asistencia a la cumbre del clima COP26 que comienza este fin de semana en Glasgow, Escocia. Según apuntan, esta nueva decisión responde también a recomendaciones médicas sobre "guardar descanso".
La soberana británica "ha decidido con pesar que no viajará a Glasgow" el próximo lunes, como tenía previsto, para presidir la ceremonia de recepción de los líderes mundiales convocados a la reunión climática, según ha indicado un portavoz de su residencia oficial. "Su Majestad se siente decepcionada por no poder asistir a la recepción", subraya la nota del Palacio, pero debido al cambio de agenda, sí emitirá trasladará un discurso grabado previamente en vídeo para estar presente en algún término.
Estos movimientos que responden a recomendaciones de facultativos están alternando los compromisos de la Reina, algo que nunca ha querido hacer y ha cumplido siempre su agenda a rajatabla, por lo que todo indica que se trata de una situación de fuerza mayor que ni siquiera Isabel II puede controlar. En estos momentos, la Reina está a merced absoluta de sus médicos.
Los doctores le han recomendado cancelar sus traslados y permanecer en el castillo de Windsor realizando "tareas ligeras" que no alteren su estado. De hecho, entre lo que en estos momentos tiene prohibido está beber alcohol diariamente y ver la televisión de noche, dos prácticas que llevaba a cabo la Reina en su rutina.
Y es que desde que la pasada semana fuera examinada por especialistas del hospital privado King Edward VII, -el mismo en el que estuvo ingresado su marido, Felipe de Edimburgo antes de fallecer-, los médicos no se separan de ella, pues, además, también han recomendado que a partir de ahora nunca asista sola -aparte de su equipo de seguridad habitual- a ningún acto.
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