Viendo este miércoles MasterChef Celebrity he llegado a muchas conclusiones. Qué trabajera. Bueno, a dos, así acotando; que no hay que tomarse las cosas muy a pecho -estamos aquí de pasada- y que si tu amigo, y medio mundo, te dicen que te has equivocado, es muy fácil colegir que el problema lo puedes tener tú, y no ese medio mundo (y tu amigo amantísimo). Malo, malo, malo eres. Al programa culinario de TVE le ha pasado este miércoles lo de siempre, tozudamente: que le resbala de forma descarada lo que se escriba de él. Vamos, que no le quita el sueño. Y que, puede, se lo estimule, perniciosamente.
Bah, quitando esos sueños que me perturban el alma -y solo habitan en su lado pecaminoso-, he de decir que a mí no me gusta nada la línea que está dibujando TVE. Creo que hacer oídos sordos al servicio público es un suicidio colectivo -en este caso, un homicidio-, consentido. Malo, malo, malo eres. Cada vez que me dices puta se hace tu cerebro más pequeño. No creo, vamos, ni alcanzo a entender que una cadena pública -no os desvelo lo que el corrector, siempre gamberro, me ha mostrado con pública-, se pase por el arco del triunfo lo que medio Twitter vocifera. ¡Que me llamen hostigador, agitador, que me llamen! Que me llamen Podemita -los que me conocen, manejan-, que me llamen animalista, que me llamen oportunista. Que me llamen, en definitiva, un loco de la cámara, un demagogo del discurso fácil.
Que me llamen. Que no tendrán ni pajolera idea de quién soy. De qué me perfora la mente, de qué me quita el sueño (fantasía que siempre quise escribir: nada me quita el sueño) Que hablen, que critiquen, que me tengan presente. Entremos en harina: está muy feo matar a animales en directo. MasterChef Celebrity, ¿de qué vas? ¿Por qué persistes en tu empeño, amor? Porque vale, a los que les importa un bledo el destino de esos pobres animales, espetarán, arrogantes, a mí qué cojones me importan esos bichos. Iré más allá en mi frialdad con un mensaje que recibo a la 00:20 de la noche: "A ver, Jesús, ¿qué te encuentras en la carnicería? ¡Lo mismo!"
Si me preguntan ustedes si esa persona que ha escrito ese mensaje ha sido perfectamente yo hace unos meses -en pensamiento y obra-, diría que sí. Que era tan frío que pensaba, así en derredor, ¿de qué coño va esta gente? ¿Son imbéciles cuando hacen ese tipo de consideraciones? Pero ahora, arguyo -me estoy haciendo jodidamente viejo o, vete a saber, directamente más empático-: ¿qué derecho tienen esos animales a morir? Y más en directo, como si fuésemos nosotros. ¿Se imaginan ustedes siendo matados y muertos en una competición por ver qué crustáceo, en este caso, es el mejor? Ay, Ane Olabarrieta, me haces mejor persona, compañera.
Y es que, como bien me hace ver mi pareja Manuel ellos están expuesto a la barbarie. Al desorden, a la perdición. Y siempre, no nos engañemos, existe algo macabro cuando un ser vivo depende de nosotros. ¿Por qué no nos exponemos nosotros mismos en carne viva, o dando nuestros últimos coletazos antes de ese fatídico hachazo, por qué? Ay, Dios, me ha pillado sensible este miércoles MasterChef Celebrity. Yo he visto nervios, convulsionando. Vida pugnando por... vivir. Eso sí, tres cosas antes de irme. Cuatro, por favor: no me gusta ver morir a nada vivo; que mantengan a Ana Milán (45) de la edición; que Dios conserve a Yolanda Ramos (51) y que... se atrevan con un programa VEGANO. Oye, quién sabe...
Invitado: Santiago Segura
Expulsados: Juan y José de 'Los Chunguitos'
[Más información: La sucia jugarreta de Vicky a Ana Milán en MasterChef Celebrity: ¿cómo se puede ser tan buitre?]