Cuando Antonio Machado predicó con aquello de las dos Españas que han de helarte el corazón, sabía muy bien lo que decía. El españolito que ha venido al mundo se levanta cada mañana con un maremoto político que afecta a una u otra orilla, sin importar las siglas políticas que lo amparen. Precisamente aquella Soria que tanto amó el propio Machado pasó de inspirar al poeta a apellidar al hombre que protagoniza hoy el enésimo desastre. El españolito que viene al mundo observa el periódico sorprendido: "El ministro Soria dimite por el escándalo de sus sociedades offshore".
Lo que don Antonio Machado no sabía al componer aquellos versos es que hay una tercera España que cada día cobra más importancia dentro del contexto social del país. Es la España que destruye la lengua que la hizo grande. Es la España que pisotea indistintamente los distintos niveles gramaticales: hoy me cisco en la morfología, que ayer ya profané la fonética y mañana quiero pegarle fuego al léxico.
Lo que don Antonio Machado no sabía al componer aquellos versos es que hay una tercera España que destruye la lengua que la hizo grande
Por eso, el españolito que viene al mundo se centra en la noticia de la dimisión del ministro Soria consciente de que, en cualquier momento, puede hacer acto de presencia esa tercera España que ha de helarte el corazón y, de paso, el entendimiento lingüístico. Se adentra en la noticia y todo va según lo esperado: Panamá, dimisiones, excusas.
Entonces llega. Es él, el bando que Machado no reconoció, la tercera España. Y esta vez ataca en forma de comunicado, ése que ha utilizado el ministro para decir adiós a la política. El españolito se intenta fajar con el texto, hace lo que puede, pero el monstruo tiene demasiada fuerza. Termina de leerlo casi entre lágrimas.
-¿Quién ha caído esta vez?- pregunta alguien.
-Me temo que ha sido la sintaxis.
La oración más larga del mundo
Lo primero que llama la atención al examinar el cadáver sintáctico es el hecho de no encontrar ningún punto en todo el texto. Varios de los lingüistas encargados de analizar al finado se asfixian al intentar leerlo. Tranquilos, siempre se podrán trasplantar los pulmones caídos, así que pasemos a la acción.
Alguien se decide por la causalidad como definición sintáctica del texto. Esto quiere decir que toda la narración está centrada en explicar la causa de la dimisión. Vale. Es entonces cuando alguien se percata de la cantidad de nexos causales que flotan por el texto: "A la luz de", "en relación a", "debidos a" y "considerando que". Ni siquiera el manual de sintáctica más celebrado cuenta con semejante retahíla de ejemplos.
Lo primero que llama la atención al examinar el cadáver sintáctico es el hecho de no encontrar ningún punto en todo el texto. Varios de los lingüistas encargados de analizar al finado se asfixian al intentar leerlo
Pero el problema viene cuando uno quiere saber si estos complementos circunstanciales de causa se están refiriendo a la oración principal o a cualquiera de los millones de sintagmas que por allí pululan sin un punto que los acote ni un alma que los cobije.
Por ejemplo, esa unidad sintáctica que comienza "en relación a mis explicaciones...", ¿a qué complementa? ¿A los "errores cometidos"? ¿A la decisión de renunciar al cargo?
Por este motivo, nos encontramos con una catarata de sintagmas que pueden relacionarse de mil formas entre sí. A estas alturas, nadie es capaz de analizar el texto sintácticamente. La red de oraciones es de una complejidad tal que se ríe uno de la red de sociedades opacas de Panamá. No hay nada más offshore que el núcleo sintagmático en este texto.
Posesivos y mayúsculas onshore
A pesar de no haber hallado en el cadáver un sujeto y un predicado que expliquen el motivo del crimen, intentamos continuar con el análisis. Lo siguiente que nos llama la atención es el hecho de encontrarnos, en un simple espacio comprendido entre dos puntos, hasta seis veces con el posesivo "mi".
Especialmente llamativa resulta la frase: "en relación a mis explicaciones de mis actividades empresariales anteriores a mi entrada en política". Hasta tres posesivos en un rango de quince palabras. ¿Tan difícil resulta abstraerse de la "posesión" como único incentivo? Pasemos a la siguiente pregunta.
Especialmente llamativa resulta la frase: "en relación a mis explicaciones de mis actividades empresariales anteriores a mi entrada en política". Hasta tres posesivos en un rango de quince palabras
Sí encontramos rasgos de violencia al examinar el estado de las mayúsculas al toparnos con cargos como "Presidente del Gobierno" o "Ministro de Industria, Energía y Turismo". En este caso, el cargo debe escribirse con minúscula inicial como así dicta la FUNDEU: "Los nombres de los cargos, como presidente, ministro, director, fiscal general y términos similares, se escriben con minúscula inicial por tratarse de sustantivos comunes". Es muy probable que los asesores del ministro no hayan puesto el mismo interés a la hora de ocultar sus carencias lingüísticas que el que mostraron en otros quehaceres.
Con numerosos lectores asfixiados y varios niveles lingüísticos ardiendo, ya no queda ninguna duda: en este país, no hay nada más opaco que su gramática. La tercera España ha hecho su trabajo.