El sillón ‘K’ de la Real Academia Española llora a Ana María Matute desde que se fue en 2014. Ahora hay dos aspirantes a ocupar su cargo: el dramaturgo José Sanchis Sinisterra y el arabista Federico Corriente Córdoba. Los dos potenciales nuevos miembros en la corporación han sido avalados -redundando en la óptica masculina- por cinco hombres y una mujer, en la línea que marcan los estatutos de que cada candidatura sea apoyada por tres académicos.
El primero cuenta con el respaldo de Luis María Anson, José Manuel Sánchez Ron y José Luis Gómez; el segundo, con las firmas de Juan Gil, Miguel Sáenz y Aurora Egido. La votación se llevará a cabo el 6 de abril. Existen dos vacantes más: las de las letras ‘M’ y ‘J’. Pero, ¿hay alguna razón para pensar que podrán ser ocupadas por mujeres, teniendo en cuenta el exceso de testosterona que segrega la Real Academia? ¿Cómo condiciona la elección de los nuevos miembros la presencia mayoritaria de académicos, encargados de avalar las candidaturas?
¿Cómo condiciona la elección de los nuevos miembros la presencia mayoritaria de académicos hombres, encargados de avalar las candidaturas?
De los 46 sillones de la Academia, 8 están ocupados por mujeres: es decir, las académicas representan un 17% de la institución, contando la incorporación de este año de la lexicógrafa y doctora en Filología Románica Paz Battaner Arias.. Desde su fundación en 1713 y hasta hoy -subrayando fue en 1979 cuando se admitió a la primera mujer, la poeta, novelista y ensayista Carmen Conde-, han pasado por los sillones de la RAE 474 académicos. Sólo 11 de ellos han sido mujeres.
Esta discriminación se vuelve más flagrante en el momento en el que, hace diez años, entra en vigor la Ley Orgánica 3/2007, de 22 de marzo, para la igualdad efectiva de hombres y mujeres. En su artículo 1.2 se deja claro que su intención es “corregir en los sectores público y privado toda forma de discriminación por razón de sexo”. Este imperativo legal, por supuesto, alcanza a la Real Academia, que sale adelante gracias a las partidas asignadas por el Gobierno en los Presupuestos Generales del Estado, además de las contribuciones económicas que le brindan otras instituciones públicas y privadas.
La Ley incumplida
Oídos sordos. La RAE se empeña en incumplir sistemáticamente la ley. Desde la institución señalan que no hay ninguna garantía de que un puesto de mujer vaya a ser ocupado por otra mujer, igual que no se establece que si el académico anterior era poeta sea sustituido por otro poeta, por ejemplo. Recuerdan que no hay ningún impedimento para que la mujer opte al puesto y que la tendencia es hacia la normalización, pero, en cuanto a la Ley de Igualdad, apuntan que no la cumple nadie.
Desde que la Ley de Igualdad se instaurase, 19 sillas han sido ocupadas -serán 20 contando la del heredero de Ana María Matute-. De estas 20, sólo 6 han sido destinadas a mujeres
No hay norma escrita de ningún tipo que favorezca la inclusión femenina, tan maltratada históricamente. Puede verse en el artículo X de sus Estatutos, que resume con aterradora síntesis los requisitos para entrar en la Academia: “Elegirá la Academia sus individuos entre las personas que considere más dignas, en votación secreta y, como mínimo, por mayoría absoluta de votos”. Ningún requerimiento más: dignidad. Desde que la Ley de Igualdad se instaurase, 19 sillas han sido ocupadas -serán 20 contando la del heredero de Ana María Matute-. De estas 20, sólo 6 han sido destinadas a mujeres -Soledad Puértolas, Irene Fernández-Ordóñez, Carme Riera, Aurora Egido, Clara Janés y Paz Battaner-, por lo que la brecha persiste. Un dato: como las plazas de académicos son vitalicias, la renovación se vuelve más lenta y tediosa.
La escritora Soledad Puértolas (Zaragoza, 1947), quinta mujer que ingresó en la RAE, reconoce a este periódico que “vivimos en una sociedad en la que a la mujer no se la ve mucho” y alude a “la famosa invisibilidad”: “Tienden siempre en todas las listas y las elecciones de cualquier cosa a que no haya mujeres, y eso es un elemento social de mucho calado que no se puede negar”. No está segura de apoyar las cuotas, porque “no se trata de salir de una injusticia para caer en otra”, y considera que es una cuestión complejísima que no se atreve a resolver en dos frases.
“Lo que sí te digo es que cuando yo entré a la Academia no había nadie de mi generación, y a partir de entonces han entrado muchas, y estoy segura de que van a seguir entrando”, explica. “Hay una conciencia por parte de muchos miembros de la academia de ‘oye, vamos a fijarnos’, si no con prioridad -que esto siempre molesta mucho a determinadas personas por la idea de injusticia-, sí con la idea de verlas, de hacerlas visibles”.
Mira, es que se barajan nombres de hombres y yo digo ‘en este mismo baremo están estas otras mujeres’, y esto es lo que hay que hacer, recordar a las que no salen en las listas, dice Puértolas
Puértolas dice que tiene “puesta la visión en que hay mujeres muy valiosas”, y que, por tanto, “no es cuestión de decir ‘tienen que entrar por ser mujeres’”, porque no les hace falta: “Mira, es que se barajan nombres de hombres y yo digo ‘en este mismo baremo están estas otras mujeres’, y esto es lo que hay que hacer, recordar a las que no salen en las listas. Sé que no hay mecanismo que lo garantice, pero el mejor mecanismo sería que esto que te digo lo pensara todo el mundo, se extendiera esta idea y diesen claramente su opinión al respecto”.
Meritocracia no, cooptación
El machismo no es patrimonio de la Academia, señala, sino de la sociedad. “Son ellos los importantes, los que llegan a la cumbre de la discusión intelectual… y ¡pum! Desaparecen las mujeres. ¿Es que no hay una mujer a la altura de todos estos hombres, e incluso, por encima?”, lanza. Laura Freixas, presidenta de honor de Clásicas y Modernas -Asociación para la Igualdad de género en la cultura-, explica que “somos muchas las que estamos cansadas de que la Real Academia, al igual que otras instituciones, incumpla la Ley de Igualdad. Ésta exige, desde su artículo 26.2, apartado ‘d’, “que se respete y se garantice la representación equilibrada en los distintos órganos consultivos, científicos y de decisión existentes en el organigrama artístico y cultural”, señala.
“Yo entiendo que los cargos son vitalicios, pero cada vez que se produce una baja, se da a la Academia una oportunidad de ir poco a poco equilibrando su composición para ir cumpliendo con la ley. Demonios: no se le pide más”.
Freixas retoma: “Después de la Ley de Igualdad de 2007, entre todas las nuevas incorporaciones a la Academia, ¿qué porcentaje ha sido de mujeres?”. Un 30%. “Nosotras entendemos que habría tenido que ser del 100%, para equilibrar la composición de la Academia y cumplir la ley, aprovechando las bajas, sin violentar nada. Hacerlo sistemáticamente hasta que se alcanzase al menos el 40%. Pero, en vez de eso, la gran mayoría de incorporaciones han sido de hombres”. La escritora relata que resulta paradójico que una sociedad que afirma creer en la meritocracia se rija, al final, por una cooptación que hace que los que están dentro de las instituciones elijan a los que se incorporan.
El criterio objetivo: las oposiciones
“Es curioso: cuando los criterios para elegir a los mejores son objetivos, como sucede en las oposiciones, las mujeres siempre sacan mejores resultados”, apunta. Un ejemplo cercano: las últimas oposiciones para puestos de la Administración de Justicia han sido superadas mayoritariamente por mujeres. Un 71,40% de féminas frente al 28,51% de hombres. “Sin embargo, cuando los que detentan el poder, que son hombres por inercia histórica, buscan a quiénes transmitir ese poder… por afinidad lo atribuyen a hombres. Prefieren a los hombres. Hay un favoritismo claro”.
Cuando los criterios para elegir a los mejores son objetivos, como sucede en las oposiciones, las mujeres siempre sacan mejores resultados
La académica Carme Riera -que tomó posesión de su silla ‘n’ en 2013- reconoce que los hombres tienen “primacía numérica” en la institución, pero aclara que “en estos momentos los candidatos pueden ser hombres y mujeres, de hecho, a la próxima vacante, se ha presentado una mujer”. Sostiene que “es normal” que en una candidatura que tienen que avalar tres académicos, haya dos hombres y una mujer, obviando que en la otra candidatura -la de Sanchis Sinisterra- los tres firmantes son hombres. “No me parece que haya que buscarle tres pies al gato”.
Apela a la situación de la universidad. “Yo soy catedrática, y las mujeres catedráticas representamos sólo el 14%. ¡Casi todas son alumnas y no hay ninguna catedrática de Ginecología! Eso me parece una vergüenza. No es un problema de la RAE, es un problema que está en nuestra sociedad. El mundo, desgraciadamente, funciona así”, explica. “Pero en el caso de la Academia Española se llegará en algún momento a la paridad, porque las mujeres están desarrollando sus capacidades intelectuales del mismo modo que los hombres. No estoy por las cuotas, estoy por la idea de que ingresen por su valía”.
Señala también el caso de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando: “Ahí son cuatro mujeres, a partir del domingo serán cinco. Y fíjate que tienen cinematografía, pintura, escultura, música… en este sentido, la Academia sí que está cumpliendo con el hecho de incorporar más mujeres”.
No al relevo femenino
La filóloga y académica Inés Rosa Fernández-Ordóñez cree que “no tiene que haber una relación directa entre las características del académico fallecido y la nueva plaza”, es decir, “que si el puesto lo ha ocupado una mujer no tiene por qué ocuparlo ahora otra mujer, igual que si era una novelista, como en el caso de Ana María Matute, ahora puede presentarse un dramaturgo y un arabista, por ejemplo”. Cuenta que, desde que ella fue elegida en 2008, “se ha avanzado más que en otros ámbitos”. Opina que hay “una voluntad decidida de la Academia de aumentar la presencia de mujeres”, aunque sea “un relevo lento por la naturaleza de la institución, por los cargos vitalicios”.
"No tiene que haber una relación directa entre las características del académico fallecido y la nueva plaza”, es decir, “que si el puesto lo ha ocupado una mujer no tiene por qué ocuparlo ahora otra mujer"
La investigación Análisis comparativo de los porcentajes de académicos/as en las Reales Academias Españolas como ejemplo paradigmático de la situación de la igualdad de género en la cultura, firmado por Pilar Vicente de Foronda -Secretaria General de Clásicas y Modernas- afila aún más la cuestión: la marginación de la mujer en estos puestos “suele atribuirse al hecho de que los académicos pertenecen a generaciones en las que la presencia de mujeres, en el ámbito de que se trate, era muy escasa”.
No obstante, “lo cierto es que la edad de los académicos electos después de 2007 no es muy elevada: nacieron, como media, en 1948. Cabe suponer entonces que iniciaron su carrera universitaria a finales de los años 60, terminándola a principios de los 70”. Aunque no hay datos de esos años, sí están disponibles los de muy poco después, concretamente de 1975: en ese curso académico, las mujeres representaban el 38% de los matriculados en la Universidad española.
“En Filosofía y Letras, a partir de 1950, en torno a un 70% de los estudiantes son mujeres”. Aunque esto haría suponer un buen número de profesionales mujeres en las carreras relacionadas con estos estudios, sólo unas pocas han llegado a las Reales Academias Correspondientes: las de Lengua Española (un 12,5% en 2013, hasta donde llega este estudio), la de Historia (un 13,9% en 2013) y la de Ciencias Morales y Políticas (un llamativísimo 2,4% en 2013).
¿Qué ocurre por el camino? ¿En qué momento se pierden, entre la excelencia curricular y el sillón institucional? Si la solución al entuerto no son las cuotas -rechazadas por las tres académicas consultadas-, ¿cómo confiar en que la misma sociedad machista -que no acata la ley vigente- que ha abierto las brechas se encargará de cerrarlas? Mientras se barajan opciones, habrá que seguir leyendo a la brillante Ana María Matute: “Escribir es siempre protestar, aunque sea de uno mismo”.
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