Seis días antes de que se publicase El mensaje de Pandora (Planeta), del más poderoso de nuestros autores best-sellers, Javier Sierra, el libro ya había llegado a su segunda edición. E incluso antes de que saliese a la venta, el escritor ya había empezado a firmar contratos internacionales por la obra y hay varias traducciones en marcha. “Nunca me había pasado. Es un gran síntoma de recuperación de las librerías y del interés lector, hay muchas peticiones”, cuenta alegremente a este periódico.
Es uno de los pocos españoles que han visto sus libros en lo más alto de las listas de libros más vendidos de EEUU. En 2017, lo recuerdan, ganó el Premio Planeta con El fuego invisible. Y hasta la biblioteca pública del Estado de su ciudad natal, Teruel, lleva su nombre desde el año pasado.
Sierra sabe seducir a los lectores porque ofrece fábulas para interpretar el mundo en el que vivimos y se esfuerza por escapar del relato dominante, de “la verdad comúnmente aceptada”. “Busco otros ángulos que, una vez dominados por el lector, le abren la perspectiva. En Pandora, la preocupación inicial es la pandemia, pero la idea es que el lector descubra cuál es la situación del ser humano respecto a la naturaleza y el universo: ¡es ínfima! No somos lo más importante. Y con ese cambio de perspectiva, todo duele menos”. Su oficio es apelar a la curiosidad del otro. A su inconformismo.
Cuenta Javier Sierra a este periódico que esta crisis, además de poner de manifiesto cómo ha fallado “el principio de prudencia”, nos impone la reflexión radical de “cómo deben ser las residencias de mayores”: “Ahora son concebidas como almacenes de viejos. Hay otros modelos que funcionan y debemos explorarlos. Fíjate que esta novela surge como una carta que manda una persona mayor a una jovencita donde recuerdan un viaje que hicieron juntas, tía y sobrina, al sur de Francia y al norte de España, y se van encontrando con gente mayor que le cuenta sus experiencias con la peste y con otros traumas”, revela.
“Es un alegato en el que se reconoce el valor de nuestros mayores, la sabiduría que tienen que compartir con nosotros y nuestra necesidad de escucharles. Es un deber escucharles. Todos vamos a ser viejos. Tú y yo también. Dejemos de tratarles como a un estorbo”.
¿Cuál es el pensamiento más extraño que le ha asaltado durante la pandemia?
Quizá el pensamiento más extraño es pensar que todo esto era un sueño y que los sueños eran la realidad, esa especie de sensación de reflejo de que esto que estaba pasando en la vida cotidiana era onírico, imposible, que me despertaría en el momento del dormir.
¿Qué ha aprendido de usted mismo y qué de los demás en estos días?
Lo que he aprendido de mí mismo era algo que ya intuía por mi profesión, que soy capaz de vivir entre cuatro paredes siendo señor de mis propios mundos y que lo único a lo que nunca se le puede poner puerta ni candado, ni barrera, ni muro, es a la imaginación. Y de los demás… quizás he visto que nos haría falta que nos educaran en desarrollar nuestra propia imaginación, como refugio dentro de cada uno de nosotros. Hay personas que se han desesperado y que han perdido el equilibrio, casi la cordura, por estas semanas de confinamiento. Nos falta entrenamiento para imaginar como sociedad.
¿Cree usted que la cultura puede salvarnos de algo o que hemos depositado demasiada responsabilidad en sus hombros?
La cultura ya nos ha salvado. Nos ha salvado de ser una especie dedicada sólo a depredar y a alimentarse y a satisfacer sus instintos más básicos. Nos ha hecho sublimes como seres humanos y como colectivo, y tenemos que hacer esfuerzos para transmitirla. En tiempos como éste hay que plantearse grandes inversiones y repasar el esfuerzo que dedicamos a la sanidad y a la educación.
Hay algo que es tan invisible como el virus pero tan importante como él y es la salud mental: por ahí pasa la cultura. La cultura amplia, sensata, no dogmática, y que estimule la curiosidad. Ese es un tema que me preocupa: no ahogar a los estudiantes o a la población con referentes culturales, sino despertar su curiosidad por ellos, hacer que sientan apetito por ir a una obra de teatro, a un gran estreno de ópera o a la presentación de un libro.
¿Qué explicación le da a la irrupción de un fenómeno como el Covid-19?
Lo asombroso es que tengamos que explicárnoslo: esto lleva ocurriendo desde que el ser humano es como es, desde sus primeras pandemias en el neolítico. En el momento preciso en que el ser humano dejó de ser nómada y se dedicó a encerrar en corrales a animales para su propio alimento se dieron los primeros saltos zoonóticos de animales a seres humanos. Aquella primera cultura masificada en la que ya había tribus grandes se reprodujeron las primeras pandemias.
También sabemos, por lo que nos dicta la historia, que son algo constante y casi cíclico en la humanidad que antes o después nos iba a tocar: lo que es asombroso es que nos hayamos convertido en una sociedad tan soberbia, tan asentada en lo tecnológico… como si con eso pudiéramos dominar la naturaleza. Y no: la naturaleza es superior a nosotros.
¿Le despiertan interés las teorías de la conspiración como novelista, por el hecho de que sean relatos extravagantes al margen de la versión oficial? Como lo del virus creado en China para controlar la superpoblación, etc.
Entiendo lo que dices, pero narrativamente son historias pobres. Hay una expresión que seguro que has oído alguna vez y es el “peligro amarillo”. Se utilizó en Europa cuando la gripe española del 18. En Europa, la gente tenía la sensación, ya desde hace 200 años, de que las grandes epidemias venían de China, y eso fue tan común que se convirtió en expresión popular. Cuando un niño era travieso o alguien hacía una temeridad, se le decía “peligro amarillo”. Es muy viejo eso de atribuir a una cultura lejana el origen de nuestros males y es una visión muy cortoplacista que no tiene mucho alcance. Que estemos intentado interpretar todo esto en clave estrictamente humana me preocupa.
Somos antropocentristas.
Sí, es antropocentrismo por excelencia y no nos damos cuenta de que estas cosas pasan en todos los órdenes de la naturaleza, en los escarabajos y en otras especies… pero tenemos una herramienta que no tienen ellos, y es la inteligencia y la capacidad de organizarnos. Siempre tenemos miedo: es natural el miedo a lo desconocido. En los periódicos de principios del siglo XX ya se leían muchas teorías de la conspiración que hablaban del mal que nos iba a traer la electrificación de los hogares, que era considerada como una de las trompetas del apocalipsis. Y no fue así. Nos hizo mejores.
También hay autores, como Zizek, que hablan, a partir de esta crisis, del capitalismo como un modelo obsoleto: ¿cree que es el momento en el que debemos plantearnos, si no cambiar de sistema, modificarlo o regularlo?
Yo lo que interpreto es que es el inicio de un cambio de modelo económico y de producción. Y es verdad que la sociedad se ha abocado a un hiperconsumismo tremendo y que todo ha ido en pos de favorecer eso. Esto va a cambiar, pero por una razón, fíjate: la pandemia, que nadie se esperaba, nos ha traído la presencia de la muerte. La muerte es el gran tabú del capitalismo y del consumismo, porque un muerto no consume.
Todo lo que tenga que ver con la muerte, con los ritos de muerte, de dolor o de sufrimiento, o con la marcha, o con la enfermedad… todo eso se arrincona porque no interesa, porque no produce. Pero ahora se nos ha impuesto. La presencia de la muerte está muy cerca y nos está haciendo valorar la vida de forma distinta. Yo creo que habrá un cambio, no será rápido, porque ningún cambio importante lo es: un árbol se toma mucho tiempo en crecer.
¿Cómo cree que va a cambiar esta situación nuestra concepción del tiempo, del trabajo y del placer?
Me estás pidiendo un esfuerzo juliovernesco… ¿cómo va a ser la sociedad del mañana? Tal y como un escritor lo ve, te diría que la sociedad del mañana va a ser una que tenga que enfrentarse al desafío del criterio. Del desarrollo del criterio. Somos la sociedad con más acceso a la información de la historia, pero no sabemos qué hacer con esa información. Debemos formarnos en espíritu.
Cuando estemos formados entenderemos que lo importante no siempre corresponde con lo urgente, sino con tener a tu familia bien atendida, y tener la mente clara para tomar decisiones, y disfrutar de tu tiempo… yo soy de los que acuden a los mitos y las tradiciones antiguas para explicar el mundo, y el trabajo, que ahora vemos como nuestra obsesión o nuestro anhelo, es una maldición bíblica. Se nos condenó a trabajar. “Ganarás el pan con el sudor de tu frente…”.
O sea, que ni dignifica ni nada.
Qué va. Lo de que el trabajo dignifica es un invento del capitalismo. En su origen es una maldición bíblica, pero aquí lo tenemos santificado. Creemos que es algo exterior, pero el verdadero trabajo es interior, es formarte como ser humano y vivir una vida plena. El dinero no puede ser el único objetivo para moverse. Yo trabajo mucho y casi lo considero un deber, una misión sagrada, porque mi trabajo es contar historias a los demás que despierten su anhelo por conocer y por descubrir. No trabajo para publicar un libro cada seis meses y ganar dinero.
¿Cuáles son los males en los que no estamos reparando por nuestro antropocentrismo?
Quizás el mayor mal ha sido creernos que la naturaleza es algo que está a nuestro servicio y precisamente el abuso de esa naturaleza nos está llevando a situaciones como el cambio climático, que es una amenaza mucho mayor que el Covid-19, y no le hacemos caso. Estas situaciones pandémicas surgen de que hemos invadido ecosistemas donde habitan una serie de organismos y los hemos arrasado, así que han decidido adaptarse al mundo de los humanos.
Como el virus del Zika en América Central. Lo transmite un mosquito que tenía su hábitat en zonas boscosas donde no penetraba el ser humano, pero al talar esos bosques, el mosquito se busca la vida y terminó transmitiéndonos un virus mortal. Tenemos que cuidar nuestra relación de equilibrio con la naturaleza. Equilibrio: ni sumisión ni dominio.
¿En qué se canjea su idea de libertad? ¿Ha cambiado a partir de la pandemia?
Mi idea de libertad es poder elegir en qué pensar. Y es más difícil de lo que parece porque estamos rodeados por una maquinaria… tanto en los medios de comunicación como en el sistema educativo. Son muchos sectores los que nos hacen pensar en una dirección. Lo que yo valoro es poder salir de eso de tarde en tarde y pensar con libertad, y, lo que descubro en ese viaje, se lo cuento a los demás.
En El mensaje de Pandora también hablo contra los dogmas, contra el discurso dominante. Cuando te aferras a una idea dogmática y la llamas “verdad”, dejas de seguir aprendiendo. Hay noticias que son breves en los periódicos y son alucinantes: el otro día leía que, según el último censo de la Universidad British Columbia, el número de planetas como el nuestro, con posibilidad de agua y distancia prudente a su estrella… y con posibilidad de albergar vida es de 6.000 millones de mundos ¡en nuestra galaxia! Y hay 2.000 millones de galaxias ahí fuera. Eso nos debería hacer pensar de otra manera. Pero nos preocupamos sobre si Sánchez se habla con Iglesias.
¿Le preocupa el cibercontrol? ¿Ese es el mundo que viene?
Me preocupa, porque éste es un escenario muy orwelliano… es a lo que aspiran todos los regímenes absolutistas, todos los totalitarismos. Es muy fácil controlar a la población, y ahora se quiere ejercer ese control mediante la tecnología. Pero mientras nuestros teléfonos móviles tengan el botón de apagado… seguimos teniendo el control. A veces se nos olvida, ¿no? Lo cargamos y lo recargamos y nunca lo apagamos, pero siguen teniendo ese botón y sólo nosotros podemos accionarlo, no deja de ser maravilloso.