Cuando nació el movimiento del 15-M hace ya una década, Ernesto Castro tenía 20 años. Estudiaba Filosofía en la UAM y por aquel entonces los únicos traperos que conocía eran los políticos de las tarjetas black que se gastaban el dinero en "cenas, trajes, putas y cocaína". Todavía no había escrito sus textos más reconocidos, o al menos no habían sido publicados. Haría falta una madurez filosófica, política y literaria para llegar a tal punto.
El profesor de filosofía en la Universidad Autónoma de Madrid recupera aquel inocente Ernesto para narrar sus vivencias en uno de los acontecimientos más relevantes de la política reciente española. No obstante, lo hace desde una realidad cruda, irónica y autocrítica que se aleja de cualquier romantización de lo acontecido en aquella Puerta del Sol abarrotada de gente.
"Dado mi carácter ante todo contemplativo y hogareño, siempre aprecié al 15-M como una anomalía estética que me obligaba a hacer cosas fuera de mi cuarto. Y así es como lo recuerdo ahora. Como ya he dicho, estas son mis memorias del año en que más salí a la calle, escritas desde el año en que menos me han dejado hacerlo", apunta el filósofo en su reciente obra con Arpa Editores, Memorias y libelos del 15M.
La perspectiva ha cambiado radicalmente en España y el autor lo deja patente en su nueva obra. ¿Qué significó el 15-M y qué significa diez años después, con una incapacidad coronavírica que impide llenar las plazas por causas sociales y un partido de extrema derecha como tercera fuerza?
Para muchos, el 15-M supuso el inicio del fin del bipartidismo con el auge de un partido que prometía cambiar las cosas. Su nombre así lo indicaba y su lema "sí se puede" así lo ratificaba. ¿Alguna vez se pudo?
Cuando la gente se propone cambiar el mundo, lo que ignora o lo que obvia es que este se está transformando constantemente. En este sentido, se puede participar en proyectos de transformación colectiva. Lo que pasa es que uno no está solo en el mundo. Junto con los aliados también están los adversarios, y en ocasiones los movimientos sociales conducen a su propia contradicción. El 15-M, un movimiento social apartidista que va en contra del régimen del 78, termina generando con el devenir histórico en un partido político que lo que hace es apuntalar el régimen y constituirse como una muleta de la izquierda tradicional.
Todo acontecimiento parece una oda al recuerdo. Se hace un podcast de lo que fue y ya no es; se preparan debates de sociólogos progresistas; se organizan tertulias de politólogos que afirman que aquel 15 de mayo de 2011 cambió el panorama político. ¿Qué cambió y qué se perdió realmente con el 15-M?
A corto plazo lo que más se perdió del 15-M fue la capacidad de escucha y debate político, que quedó opacado por la polarización social fruto de los intereses de los medios de comunicación y la cultura del zasca en las redes sociales. La influencia que tuvo el 15-M a corto plazo fue que la gente se animó a debatir sobre política poniéndose en la piel del otro. Eso se destruyó con la propia dinámica del paso del tiempo.
A medio plazo generó un ambiente ideológico o una opinión pública más receptiva a cuestiones como el ecologismo, el feminismo etc. que luego han sido vehiculados por ciertos partidos y a largo plazo ya veremos cuál es el recuerdo del 15-M y la influencia que tiene en la Cultura.
Estamos empezando a percibir cómo el espíritu del 15-M se encuentra también presente incluso en gente crítica con el 15-M. Estoy pensando en Lectura fácil de Cristina Morales o La trampa de la diversidad de Daniel Bernabé, que hubieran sido inconcebibles sin la existencia de este movimiento.
Escribes en tu libro que "el 15M sigue vivo como un modelo de inclusividad y concienciación" y que "Podemos desaparecerá en cuanto se pire su macho alfa". ¿Ahora que Pablo Iglesias ha dejado el Gobierno para centrarse en Madrid lo sigues pensando?
Aquí no quiero ser Pitonisa Lola, y tampoco me quiero meter en los asuntos internos de un partido, pero la historia nos demuestra que los movimientos sociales que dependen tan estrechamente de un liderazgo fuerte y único se suelen fragmentar cuando este liderazgo desaparece. Alejandro Magno y sus generales o la relación de Napoleón con la Francia del siglo XIX son algunos de los ejemplos. De hecho, Pablo Iglesias se podría entender como una especie de Napoleón del siglo XXI que, habiendo fracasado a gran escala, ahora quiere hacer su gobierno de 100 días. A ver si puede, o no puede.
¿Qué te parece la decisión de hasta ahora nuestro vicepresidente segundo de presentarse a presidente de la Comunidad de Madrid?
Podemos se ha dado cuenta de que es el Teruel Existe de Madrid y si en esta contraofensiva de derechas que está habiendo en planos culturales, ideológicos y políticos va a poder resistir en aquella comunidad autónoma que le vio nacer. La maniobra de Pablo Iglesias no es otra cosa sino intentar encontrar un nicho de poder regional desde el cual aguantar en el poder durante los próximos cuatro u ocho años adversos.
¿En qué sentido es Podemos el Teruel Existe de Madrid?
Su principal nicho de voto se encuentra en Madrid teniendo en cuenta la posición ambigua que han desempeñado en comunidades autónomas donde habían encontrado muchos votantes como en Cataluña o el País Vasco. Igual que en épocas se llegaba a decir que la pasokización del PSOE iba de la mano de la conversión del PSOE en una suerte del partido andalucista, que estuvo a punto de ser real, Podemos puede convertirse simplemente en un partido regional de la Comunidad de Madrid. De hecho, su homólogo o su hijastro, Más Madrid, es un fenómeno puramente madrileño. Podemos va de camino a una Más Madrileñización total.
También hablas sobre la represión policial en aquellos días de mayo de 2011. Consideras que es bueno que haya revueltas sociales aproximadamente cada diez años y que los antidisturbios las sofoquen sin aspavientos, "para que la ciudadanía recuerde lo que es el monopolio de la violencia legítima: una función social ingrata pero necesaria". ¿Crees que está en el ADN de la izquierda ese rechazo a cualquier cuerpo de seguridad o al control policial?
No necesariamente. De hecho, las críticas liberales contra la izquierda afirman que son una forma de policía del pensamiento. No estoy de acuerdo. Creo que todas las ideologías, sean de izquierdas o de derechas, tienden a crear un pack ideológico más o menos total, que abarca la realidad y ofrece respuestas preconcebidas y precocinadas para cualquier pregunta o problema. No es solo exclusivo de la izquierda el convertirse en policía del pensamiento.
¿Pueden verdaderamente cambiar las cosas en un país, cambiar de verdad, sin un ápice de violencia?
El mundo se cambia constantemente. Los empresarios contribuyen a ese cambio al igual que los trabajadores; los partidos políticos al igual que la sociedad civil. Lo absurdo es esa idea prometeica de que un solo individuo o un conjunto de individuos estructurados bajo la forma de un partido, sindicato o movimiento social pueda transformar la realidad sin contar con el resto de individuos que pertenecen a esa sociedad.
Uno de los puntos que más llama la atención de Memorias y libelos del 15M es cuando narras cómo la única pancarta que se retiró fue por su contenido feminista. "La revolución será feminista o no será", decía. Cuánto ha cambiado la izquierda en cuestión de años y cuan machista era antes sin que se notara tanto.
Era un sentimiento de época. Entonces se consideraba que el feminismo era una causa que podía ser excluyente, gremial o sectorial, y que un movimiento con vocación universal no debía hablar en ningún género. No debía apostar por el feminismo sino por un humanismo laxo, al menos en principio. No puede ser sino a través del error que uno alcance la verdad. Filosóficamente hablando hay muchos autores que defienden esto. Debía pasarse por esa cagada de retirar el cartel para a continuación reflexionar sobre las limitaciones del propio movimiento.
Lo hipócrita hubiera sido que desde el comienzo el 15-M se hubiera vendido a sí mismo como un movimiento antirracista o feminista, cuando ni los problemas de la inmigración o de género estaban en la agenda política de entonces. Es solamente por medio de esos errores y correcciones que se produce la transformación en el horizonte global de la conciencia de ese tipo de movimientos.
Con el paso del tiempo ha sido el feminismo el que ha reemplazado a los movimientos de clase u obreristas. El feminismo se ha transformado en un fenómeno transversal. ¿Al sustituir al obrerismo del pasado también ha adoptado sus eternas divisiones internas?
Sí, pero es bueno que haya herejías, que decía San Agustín. La línea correcta tan solo se puede percibir en el momento en que se produce el choque de opiniones. Allí donde no hay libertad de expresión para plantear diversas alternativas, no puede emerger una línea correcta que, sin ser la verdad absoluta, nos oriente a nuevos horizontes y perspectivas. Lejos de ser una trampa, la diversidad es la gran fortaleza de la izquierda. Allí donde tan solo se piensa conforme a una sola idea, no se piensa, tan solo se repiten una serie de mantras una y otra vez.
Lejos de ser una trampa, la diversidad es la gran fortaleza de la izquierda
¿Qué queda del 15-M, de qué podemos estar orgullosos de ese movimiento, muy romantizado hoy en día?
Para mí lo más recuperable es la escucha, la empatía y el ponerse en el lugar del otro. También la apertura de miras y la tolerancia respecto a las opiniones ajenas, que era algo que se palpaba directamente en las asambleas o la confianza en el ingenio colectivo de los movimientos sociales.
Pero evidentemente, eso no es lo más vigente. Lo más vigente es el mito de la militancia callejera. Lo hemos visto a raíz de las movilizaciones con motivo de la encarcelación de Pablo Hasel. Vemos cómo todavía se crea esa imagen de un conjunto de individuos más o menos amenazadores que atentan contra el statu quo. Y por el contrario, unos adalides de la libertad de expresión que están partiéndose el cobre contra un Estado totalitario. Ese "ser en la calle" es lo que más vigente está. Ese mito de la barricada como forma total del peso político. Todo lo que no sea luchar en la calle se considera escapismo o falta de compromiso.
Y crees que no es así.
Claro. Todos en nuestro desempeño social, el que fuere, estamos tomando una posición vital que, engarzada con otros individuos, se termina convirtiendo en política.
¿Qué echas de menos de esa España pre 15-M?
Yo lo que echo de menos es tener 20 años (risas). Pero yo no soy un hombre nostálgico. Entiendo que cada época tiene sus vaivenes y cada uno lo percibe dependiendo de lo maduro que sea o lo infantil que sea. Lo que sí que percibo es que bastantes personas de mi generación que se entusiasmaron con el 15-M están abrazando una posición nostálgica hacia la sociedad apolítica previa. Muchos, hastiados por la polarización social empiezan a ver con buenos ojos ese contexto pre 15-M donde no se hablaba de política en ningún lado, frente a la situación actual donde uno no deja de escuchar sobre política en ningún lado.
Yo no comparto esta posición. Creo que la política es un tema tan apasionante y tan banal como el fútbol, la filosofía o la ciencia.
Quizá sea por una decepción fruto del paso del tiempo. Parece que las cosas no cambian y las oportunidades no llegan pese al compromiso político constante.
Hay una nostalgia por esa época donde las redes sociales no tenían tanto desarrollo y el sentimiento de estar perdiéndose algo, ese síndrome FOMO (fear of missing out), era menor. El hecho de que algunos políticos actualmente se hayan dado de baja de las redes sociales de donde en buena medida emergieron esas asambleas, confirma ese deseo de un tiempo más pausado y de una política menos espectacularizada. Eso no lo considero algo nostálgico, sino que creo que el futuro va de la mano de la regulación de internet y la creación de barreras. Sin límites no hay una vida vivible.
Los muros de pago de los periódicos, los políticos que abandonan las redes sociales... Todo son indicios de que el far west que han sido las redes sociales durante los últimos diez años, está a punto de ser acotado, regulado y normalizado.
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