La noche del martes la ciudad volvió a ser el campo de acción del arte. El artista Benjamín Tomás (Benjamín-lli), de 28 años, soltó en el estanque del Templo de Debod de Madrid decenas de cabezas de maniquíes pintadas, con mascarillas. Quería exponer la “peligrosidad al materializar una reivindicación en el contexto social actual, que criminaliza cualquier tipo de expresión artística fuera de los límites de lo institucionalmente aceptado”, ha asegurado a este periódico por correo electrónico.
Es la reacción del artista al clima de presión contra la libertad de expresión que se vive estos días, en casos como el de los titiriteros del Ayuntamiento de Madrid o el de Abel Azcona en Pamplona. A la inocente acción le puso el lema de #CuidadoArte, “por tener la sensación de atadura que nos puede condicionar a la hora de crear”. Benjamín reivindica una actividad sin ataduras: “No debe ser así, debemos sentirnos libres o, por lo menos, a mí me gustaría sentirme libre”. La libertad es una conquista diaria.
“La libertad de expresión de los artista en nuestros días no es del todo adecuada”, responde con templanza. Señala que cuando sale de su contexto, cuando escapa de sus casillas, es cuando el arte genera controversia o se entiende como ofensa.
“Sentía la necesidad de expresarme, de comunicar mi malestar de la mejor manera que se hacer”, cuenta. Así que se acercó por la noche al templo egipcio, “a una hora de poco tránsito, para no sentirme observado y evitar posibles encuentros con algún tipo de autoridad”. Dejó sus cabezas con mascarillas y lo vinculó también a ARCO “por la falta de cercanía al trabajo de gente que intenta emerger”, porque no cree que se estén dando oportunidades a los nuevos artistas.
Por eso buscó su hueco en la calle. Apenas flotaron unas horas, pero tuvo una difusión que no hubiera logrado en ninguna galería. ¿Por qué ese lugar? “El entorno es precioso, no necesita nada para ser espectacular. Pretendía que además de ser un acto reivindicativo fuera hermoso, y en un entorno así, es fácil”. El arte político también quiere ser bello.
Sin embargo, al tiempo que Benjamín dice que su obra trata de llamar la atención sobre la falta de libertad de expresión, explica que no la considera ni rebelde ni molesta. “Y no creo que se intente atenuar este tipo de arte. Creo que más bien se intenta cerrar el círculo, enrocar al artista consagrado e ignorar al emergente”. Es más, a pesar de que, por un lado reconozca la censura, por otro la niegue, vuelve a asegurar que el arte ha perdido la calle: “En cierta forma sí, y quizá esté ligado a un miedo del arte a saltarse las reglas”.
“A mí me gusta sorprenderme”, por eso “el espíritu crítico no debe faltar nunca”. Reclama más intervenciones de este tipo para encontrar más sorpresas. ¿Quiere decir que el arte se ha hecho más conformista? “Habrá artistas que sí y otros que no, no suelo generalizar. Es inevitable que el arte esté ligado al mercado, porque se pretende vivir de esto, pero no creo que haya abandonado la política por el afán de supervivencia”, añade. “El arte es necesario, la cultura es necesaria, y ferias como ARCO son necesarias. Pero también es necesario que el arte sea accesible, tanto al público como a artistas emergentes, y ahí es donde centro mi protesta”.