Ramón de Errazu Rubio (1840-1904) fue mecenas y coleccionista de una familia de grandes empresarios españoles que hicieron fortuna en México y terminó viviendo en París. Errazu proyectó su panteón para el cementerio de Père-Lachaise, célebre camposanto por dar sepultura a mitos culturales. Encargó el diseño de su mausoleo al escultor francés Mathieu Meusnier (1824-1896). Debía hacerle también una propuesta de esculturas que decorarían la arquitectura. Lo que el escultor ideó no le convenció al empresario. “Encontró las esculturas de mármol de poca calidad”.
El artista fallece y no completa el proyecto, Errazu aprovecha para encargar a otro cuatro grupos escultóricos para su túmulo funerario. E insiste en la calidad del material. Durante más de un siglo, las esculturas se han atribuido a Meusnier, de quien los catálogos destacan como obra maestra la ejecución de las esculturas de Père-Lachaise… de Miguel Blay (1866-1936).
La serenidad y la seguridad que le daba su experiencia artística parisina, completada y tamizada por el conocimiento del mundo clásico
La tumba se encuentra en la manzana segunda, calle 56, número 46. Gracias a la investigación de las nietas del escultor catalán (Micaela y Marie-Christine) se aclaró el misterio en 2015, cuando los responsables del Servicio de Cementerios del Ayuntamiento de París escribieron a Marie-Christine Blay para confirmar el error heredado: en el monumento hay un sillar en la parte inferior con la inscripción “Mathieu-Meusnier / INV. & SCLVP”, pero las esculturas de bronce están todas firmadas por Blay.
Blay modeló y fundió en bronce los grupos de las cuatro esquinas del monumento, que representan a las virtudes teologales y la alegoría de la Inmortalidad. El escudo de armas en la puerta de acceso también. En el panteón está Errazu y esposa, además de seis personas más, entre ellas, Manuel Irureta Goyena, sobrino de Errazu. Sin embargo, la búsqueda de herederos ha resultado infructuosa, quizá porque ya no haya supervivientes. De ahí el estado de conservación del monumento.
“Los grupos escultóricos tienen tanta calidad que Blay expuso en París, en 1899, en escayola, los de la Fe y la Esperanza, y los cuatro, Fe, Esperanza, Caridad e Inmortalidad, ya fundidos en bronce, en la Exposición Universal de 1900”, cuenta Leticia Azcue Brea, comisaria de la exposición que ha inaugurado el Museo Nacional del Prado, Solidez y belleza, que exhibe los fondos de Blay que tiene la pinacoteca.
Espíritu religioso
Aquella Exposición Universal de París fue un hito en la trayectoria de Blay, en la que desvelaba su evolución, desde la fe por el realismo dramático al triunfo de una curiosa espiritualidad simbolista. En su madurez, quiere “transmitir una idea inmaterial de evocaciones religiosas más que la representación realista de la naturaleza”. La Exposición reconoció su trabajo con el Gran Premio (Medalla de honor), galardón poco habitual entre los artistas españoles que ese año compartió con Mariano Benlliure (1862-1947), al que le unía la amistad y varios trabajos compartidos.
“La serenidad y la seguridad que le daba su experiencia artística parisina, completada y tamizada por el conocimiento del mundo clásico, renacentista, barroco y neoclásico adquirido en Italia, se veían reforzadas por la asimilación de las claves expresivas de algunos grandes maestros contemporáneos”, cuenta la comisaria, que ha trabajado con los once dibujos, siete medallas y seis esculturas en poder del Prado.
La exposición es consecuencia del Real Decreto que reparte las colecciones estatales, entre El Prado y Reina Sofía, publicada en el BOE en abril de 1995 y ejecutada hace unas semanas. Tanto Al ideal como Miguelito se encontraban en los almacenes del Museo Reina Sofía. Los documentos a los que ha tenido acceso EL ESPAÑOL muestran cómo, en febrero de 2011, los responsables de este museo eran reticentes a mandar Al ideal y Miguelito al Prado como “devolución de depósito”, que es lo que reclamó Miguel Zugaza, director del Museo del Prado, a Manuel Borja-Villel, director del Reina Sofía, el 15 de diciembre de 2010.
Alta tensión
Desde el museo de arte contemporáneo prefieren considerar a Blay “una nueva excepción al Real Decreto” y no ceder a la marcha de las piezas. De hecho, la conservadora del Reina Sofía que hace el informe contra la devolución asegura que “Blay fue un maestro de los renovadores de la escultura moderna en España” y que, por tanto, “se considera posible mantener a este autor como excepción del Real Decreto”. Blay pertenece al Prado por fecha de nacimiento (el corte es 1881, año en el que nace Picasso).
La conservadora del Reina Sofía apunta en correo electrónico a Rosario Peiró, coordinadora general de colecciones, que “lo más sencillo” sería “establecer un préstamo temporal por el periodo que solicite el Museo del Prado” y no una “devolución de depósito”, como pretende Miguel Zugaza. Las dudas en el seno de la dirección crecen ante el caso: “Me temo que si insisten y genera un conflicto o lo llevan a la Abogacía del Estado finalmente habrá que reconocer que corresponden a los fondos del Prado y entregarlas”. La ejecución del Real Decreto acabó con la tensión entre ambos museos.
Blay fue motivo de otro roce entre El Prado y el Reina Sofía, antes del reparto definitivo de los artistas en las colecciones de ambos museos
Precisamente, Al ideal (1896), en el centro de la sala de la exposición inaugurada en El Prado, es paradigma de la escultura simbolista, “un estilo que se aleja de la realidad para transmitir ideas espirituales, utilizando como elemento esencial el desnudo femenino”. Desde la crítica conservadora de la época se cuestionó moralmente la relación entre la idea de pureza y el desnudo “erótico” de la muchacha.
En torno a la escultura aparecen otras dos más: Niña desnuda y Miguelito, así como 8 dibujos magistrales, que revelan la decidida mano que Blay tuvo con el lápiz y el carboncillo. Sin embargo, el conjunto protagonista de la visita es Eclosión (1905), obra con la que Blay obtuvo el máximo galardón que se concede a los certámenes oficiales, la Medalla de Honor de la Exposición Nacional de Bellas Artes. “Representa a una pareja de jóvenes en el instante del primer roce de sus cuerpos”.
Lamentablemente, Eclosión fue erosión durante tres décadas, cuando estuvo expuesto a la intemperie en los jardines de la Biblioteca Nacional, cuando el Museo de Arte Moderno se ubicaba en este edificio. Allí fue destruyéndose paulatinamente el acento y la suavidad del modelado del mármol impoluto… arruinando la propia visión escultórica de Blay: sólida y bella. En su discurso de ingreso a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando explicó que, respetando la tradición, era posible abrirse nuevos cauces. Concluía que para crear una verdadera obra de arte, reposada, sobria y estable, hacía falta “solidez y belleza”.