El dedo aprieta con suavidad y un ritmo constante la boquilla del spray. Los trazos redondeados que dibujan las gotitas de pintura negra acaban de rematar el mural. Hacen un fuerte contraste con el fucsia del fondo que le da fuerza a la composición. En medio se erige la versión pop del busto de Pablo Ruiz Picasso, enseñando las palmas de sus manos, como cediéndole todo el protagonismo al mensaje que lo acompaña: Make art not war. Crea y olvídate de la violencia.
El lienzo lo presta la fachada del colegio público de infantil y primaria Ciudad de Mobile de Málaga. La escuela se encuentra en el barrio de La Roca, dentro del distrito de Palma-Palmilla, uno de los más deprimidos y estigmatizados de toda la ciudad y de todo el país. Aquí hay pocas perspectivas de futuro más que abandonar los libros pronto y sobrevivir como se pueda en sus calles. Puro The Wire en la Costa del Sol. Por eso los mensajes son tan importantes en este centro de Educación Compensatoria, donde la mayoría de los 200 niños que aquí aprenden provienen de familias en riesgo de exclusión social.
Aquí hay pocas perspectivas de futuro más que abandonar los libros pronto y sobrevivir como se pueda en sus calles. Puro The Wire en la Costa del Sol
Ahora los niños se arremolinan sobre las brochas y los botes de pintura como hormiguitas alrededor de una miga de pan. La curiosidad los devora por dentro porque nunca habían imaginado que esas cosas se podían hacer. Aquí la pintura no mancha las paredes, sino que limpia los estigmas. La diversidad cultural que se ve en el patio es increíble: hay nigerianos, marroquís, ecuatorianos, colombianos. También muchísimos niños de etnia gitana, la mayoría. El colegio es como una pequeña reunión diaria de las Naciones Unidas, también para lo malo.
Racismo en el patio
“La conflictividad suele ser alta. Todo está bien hasta que hay algún problema, entonces enseguida se echa mano del insulto racial”. Lo cuenta Noelia Acosta, la profesora a la que se le ocurrió la idea de cambiar la realidad que rodea a estos niños a golpe de spray. Ella lleva seis años en el centro y desde hace dos decidió junto con sus compañeros fomentar la educación en valores.
Pensó que el arte podía ser un poderoso tanque para el cambio en un entorno familiar y social que no tiene la educación de los pequeños como una de sus prioridades, por eso contactó con Stroke Art, un grupo artístico sin ánimo de lucro y formado al completo por estudiantes de Bellas Artes de la Universidad de Málaga. Confiesa que también le ayudó a dar ese paso la tristeza de su entorno: un colegio de los años sesenta, muy viejo, con una infraestructura horrible y cemento por todos lados.
Quince artistas noveles, de entre 21 y 25 años, han revolucionado el cole durante dos semanas. Hay quien ha terminado ya sus estudios, pero a la mayoría les quedan uno o dos años por delante
Quince artistas noveles, de entre 21 y 25 años, han revolucionado el cole durante dos semanas. Hay quien ha terminado ya sus estudios, pero a la mayoría les quedan uno o dos años por delante. Algunos ni siquiera se habían enfrentado nunca a un trabajo tan grande. Y mucho menos con tantos medios técnicos.
—¿Alguna vez habías trabajado así?
—En un mural de ese tamaño, no. Y menos con la grúa. Nunca lo había podido hacer antes, más que nada porque no tienes esas oportunidades de tener un presupuesto detrás que te la pague. Eso te da una facilidad de trabajo que no tienes con un andamio o unas escaleras. No es lo mismo.
El que habla es Francisco García Coronado, el autor del Picasso pop. Aunque nadie lo creería después de ver la calidad del resultado final. A sus 23 años, el artista de Arroyo de la Miel ha conseguido crear una joya sobre el ladrillo. No sólo porque su trazo, la viveza de los colores y toda la composición sea de un nivel altísimo, sino también por el mensaje que encierra. Quiso seguir el estilo del grafitero americano Obey, que alteró para siempre el paisaje del centro de la ciudad con un mural con la cara de su novia. No como imitación, ni siquiera como inspiración, sino como crítica a las instituciones y como reivindicación urbana y popular. “Traen a una persona que ni ellos mismos conocen y aceptan su estilo sólo porque es comercial. Tú pones ahí a una mujer que nadie conoce y todo el mundo lo acepta porque lo hace Obey”, dice.
Por eso Picasso aparece en el centro de su obra. Homenaje a la tierra. “Yo quería que el proyecto fuera para la gente. No quería poner ahí algo muy personal que nadie entendiera, sino algo con lo que la gente se identificara”. Pero recalca que la crítica no es al artista, sino a los que manejan y explotan la cultura en Málaga. Carga contra los ideólogos del boom.
Yo quería que el proyecto fuera para la gente. No quería poner ahí algo muy personal que nadie entendiera, sino algo con lo que la gente se identificara
“Traen muchos artistas aquí que no se involucran ni con la zona, ni con la ciudad, ni con nada. Ellos vienen, pintan sus estilos y sus formas y se van, y no quieren saber nada de lo que hay alrededor. Es una crítica a las instituciones que tenemos. En ese sentido tienen que evaluar un poco más los proyectos que los artistas traen y hacer que se involucren un poco más con la zona y su realidad”, cuenta.
Monstruos en la pared
A su lado, Alejandro Pérez, Aspa, también agita y aprieta el spray en otro enorme mural. Predominio azul sobre fondo rosa. Talento a raudales sobre la grúa que pisa por primera vez. Está pintándoles a los pequeños un inmenso monstruo de nueve metros de altura. Pero aquí los monstruos no dan miedo. Tienen una sonrisa gigante, cara boba y un niño que les juguetea en la cabeza porque quiere asustar a todo lo malo.
Ese monstruo imaginario pretende potenciar la creatividad de los niños, hacerlos volar para despegarlos de los problemas que tienen en casa. El grupo de artistas lanzó una iniciativa entre ellos para que dibujaran su propio monstruo. Y respondieron de maravilla: cada uno entregó el suyo incluso antes del plazo previsto. Ahora ese mural culmina el trabajo de los chiquillos.
Aspa, de 24 años, suele huir del realismo y esta obra es un buen ejemplo. “Quería llevar mi terreno al colegio para representar la imaginación de los niños. Quería que fuera algo original, no el típico muro de colegio de un paisaje feliz”. Que hicieran un concurso a partir de su idea le ilusionó mucho. “Me encantó ver como se involucraron con el trabajo, como hicieron cada uno sus dibujos. A mí me encantan los dibujos de los niños. Eso de que mi mural haya hecho que ellos dibujen ha sido genial”.
Desde que recibió el encargo de la profesora Noelia hace dos años, Jonatan Sánchez se puso a trabajar para conseguir los 4.000 euros necesarios para sacar adelante el proyecto
Desde que recibió el encargo de la profesora Noelia hace dos años, Jonatan Sánchez se puso a trabajar para conseguir los 4.000 euros necesarios para sacar adelante el proyecto. Sin su gestión esos muros nunca hubieran cobrado vida. Ahora, se siente orgullosísimo del trabajo que ha realizado junto a sus compañeros, porque, además, no es el arte por el arte. “Cada mural es distinto y cumple una función educativa para completar las carencias que el profesor nos reclamaba. No es un trabajo del yo, del artista, ni para el artista. No es yo llego allí al cole, pinto flores y me voy, sino que intentamos que la ciudad conecte con el cole, que haya una retroalimentación”.
Jonatan ha conseguido en este tiempo que la Universidad de Málaga, su Consejo Social, el Ayuntamiento de la ciudad, la Junta de Andalucía, Unicaja, la copistería Copicentro, la empresa de grúas Lozano y la de sprays Montana Colors creyeran en el proyecto y les aportaran apoyo económico y de infraestructura. Ocho organismos, cuatro públicos y cuatro privados para revolucionar uno de los colegios más necesitados de la ciudad con quince murales llenos de colores, de vida y de esperanza.
“También era un reto desarrollar esta gestión cultural sabiendo que el colegio no tenía la capacidad económica para desarrollarlo. Es un proyecto sin ánimo de lucro entendiendo la sensibilidad social y la urgencia educativa que tiene”, dice.
Mensajes pop de convivencia
Antes, para jugar al fútbol los niños se tenían que ir a la pista de enfrente de la escuela. Ahora los goles más bonitos se marcarán en la portería que Carlos Casado ha dibujado en el patio y que todos los niños han ido llenando poco a poco de color. Ahora la comida y los cubiertos tienen vida en las paredes de un comedor tan pequeño que los alumnos se tenían que turnar a la hora de comer, y que ahora parece hasta más grande gracias a Gonzalo y María Vera.
Nazaret Urdiales se ha llevado el patio de infantil al fondo del mar. María José Grimaldo invita a los niños a seguir soñando y Alejandro Villalobos, a que sean de mayores lo que quieran y que expresen sus inquietudes en la pizarra que les ha dibujado. También se pueden leer frases de la Madre Teresa de Calcuta ilustradas por Cristina Maqueda y de Nelson Mandela por Carlos Casado.
Dos referentes modernos de la paz que les inspiren a cambiar el mundo que les rodea. En el gimnasio, el rocódromo se ha convertido en un Minecraft de colorines: cada piedrecita es un hombrecito que acaba confluyendo en un muñeco gigante. Mensajes de convivencia para un centro que quiere convertir su diversidad en una fortaleza.
María José Grimaldo invita a los niños a seguir soñando y Alejandro Villalobos, a que sean de mayores lo que quieran y que expresen sus inquietudes en la pizarra que les ha dibujado
Entre los alumnos y los profesores también han hecho sus propios murales. Uno a la discapacidad para que aprendan a empatizar con el otro, una rayuela que se ha convertido en una isla del tesoro y un árbol gigante cuyas hojas serán las manualidades y los dibujos que los pequeños hagan en fechas señaladas como el Día de la Paz.
Las jornadas de trabajo de los artistas han sido intensísimas. Dos semanas de empezar a las 9 de la mañana con el café en la mano y acabar, a veces, a las 2 de la madrugada comiendo lo que se pueda. De día para pintar, de noche para cuadrar los dibujos con ayuda de proyectores. Pero también una oportunidad para convivir con la realidad de esos niños, para aprender de ellos. Esa ha sido la recompensa.
—¿Cómo ha sido trabajar con ellos?
—A todos nos ha chocado conocer a tantos niños en tan poco tiempo. Se les veía que eran muy sensibles, en el sentido de que querían estar con nosotros, trabajar con nosotros, venían a cada rato a preguntar cómo estábamos, cómo iba nuestro trabajo, si podían participar. Han sido muy educados y se han involucrado muchísimo. Para nosotros ha sido un regalo tener esta experiencia—cuenta Jonatan.
—Cuando te paras un poco ves que hay mucha diversidad, que son un caso aparte. Te inspira ver que son tan chicos y que dejan a un lado lo que tienen en su casa y van al colegio, lo disfrutan, hacen deporte, se divierten y se ríen. Eso era lo más interesante del proyecto, ver cómo ellos interactúan contigo como si fueras alguien más del colegio, como si te conocieran de toda la vida—responde Francisco.
Los profesores también han quedado muy satisfechos con el resultado, porque sienten que ha conseguido reforzar el mensaje que ellos tratan de transmitir en las aulas. “Es muy bonito ver cómo ese cambio externo está movilizando mucho el cambio interno.
El trabajo artístico no tendría tanta fuerza sin el trabajo pedagógico que hay detrás, y para nosotros los murales están suponiendo un impulso muy importante”, remarca Noelia, que añade algo, entre una risa sincera, que prueba el éxito del proyecto: “Antes, cuando se hablaba de futuro, nunca surgía ninguno que dijera que quería ser artista o pintor, y ahora todos quieren ser artistas”. Han cambiado sus perspectivas.
Jonatan lo resume todo en unas pocas frases: “Este proyecto es muy ambicioso. Queríamos deconstruir el colegio, derribarlo, cambiar todas la piedras, pero sin tocar ninguna. No hemos dejado ni una parte del colegio blanca. Ahora todo es de colores”.