Una anciana judía lleva la estrella en el gueto de Riga, entre 1941 y 44.

Una anciana judía lleva la estrella en el gueto de Riga, entre 1941 y 44. Yad Vashem Photo Archives Museo del Holocausto de EEUU

Historia REPRESIÓN NAZI

La estrella que conducía al Holocausto cumple 75 años

En 1941, el régimen nazi obligó a todos los judíos mayores de seis años a lucir la humillante insignia amarilla que les identificaba como tales y facilitaba las deportaciones.

4 septiembre, 2016 03:09

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Una ordenanza de la policía alemana del 1 de septiembre de 1941 recorrió como un escalofrío a la población judía de Alemania, que llevaba ya ocho años viendo cómo, en un lento y asfixiante proceso, su condición de ciudadanos de pleno derecho iba desapareciendo. Aun así, leer el primer punto de la norma ("se prohíbe a los judíos mayores de seis años aparecer en público sin la estrella judía") causó una enorme conmoción.

El filólogo Victor Klemperer, que llevó un diario que se ha convertido en una valiosísima herramienta para conocer cómo se vivió el Holocausto desde la perspectiva cotidiana de las víctimas (publicado por Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores bajo el título de Quiero dar testimonio hasta el final), lo resumía así: "La señora Kreidl senior estaba anegada en lágrimas, la señora Voss tuvo un ataque cardíaco, Friedheim dijo que era el golpe más horrible que había sufrido hasta ahora, peor que la pérdida de sus bienes. Por mi parte, estoy hecho trizas, no consigo serenarme."

La estrella amarilla es un símbolo nazi, un hexagrama amarillo con caracteres pseudo-hebreos.

La estrella amarilla es un símbolo nazi, un hexagrama amarillo con caracteres pseudo-hebreos. Museo Judío de Westfalia

En realidad, lo que sorprende es que la norma, que ya estaba vigente en otros territorios ocupados por Alemania como Polonia, hubiese tardado tanto tiempo en implantarse. Algunos dirigentes nazis ya habían intentado que la obligación se estableciera tras la Noche de los Cristales Rotos, entre el 9 y el 10 de noviembre de 1938, pero finalmente se limitó a la identificación de los comercios regentados por judíos. La inspiración provenía de una tradición que, desde la Edad Media, había llevado a gobernantes europeos de todas las religiones y épocas a buscar formas de que los súbditos judíos fueran fácilmente reconocibles. Unas normas que habían desaparecido durante el siglo XIX, pero que el fanático antisemitismo de las nuevas autoridades alemanas restituyó con toda su fuerza.

La inspiración provenía de una tradición que, desde la Edad Media, había llevado a gobernantes de todas las épocas a buscar formas de que los súbditos judíos fueran reconocibles. Unas normas que habían desaparecido durante el siglo XIX

La ordenanza describía los requisitos que debía cumplir la insignia, que consistía "en una estrella de seis puntas de tela amarilla, del tamaño de la palma de la mano, dibujada en línea negra continua y con el letrero JUDE. Debe ser llevada en la parte izquierda del pecho y estar sólidamente cosida a la prenda de vestir." Además, se establecía la prohibición a los judíos de abandonar el distrito de su lugar de residencia sin autorización por escrito, así como lucir "condecoraciones, distintivos honoríficos o toda otra insignia." Se establecía, asimismo, algunas limitaciones en el caso de los matrimonios mixtos, que permanecerían aún vigentes hasta la última fase del exterminio judío (la propia esposa de Klemperer fue clasificada como "aria", lo que tuvo mucho que ver con que él finalmente lograra sobrevivir).

Adultos y niños con la estrella forman en Weser, Alemania, entre 1941 y 1943.

Adultos y niños con la estrella forman en Weser, Alemania, entre 1941 y 1943. Institute of Contemporary History and Wiener Library Limited Museo del Holocausto de EEUU

Las autoridades concedieron unas semanas de plazo para que los judíos pudieran hacerse con la estrella (el propio Klemperer escribe el 18 que "nos fue entregada ayer pagando 10 pfennings, hay que llevarla desde mañana"). La enorme vergüenza, y el riesgo evidente, que les suponía a los judíos salir a la calle marcados de tal modo, llevó a que se pensaran estrategias para intentar suavizar el efecto: "Kätchen-Sara lleva ostentativamente una cruz al cuello (regalo de su esposo católico, que había sido sacerdote, después economista y director de la ÖVA; ella es miembro de la Iglesia reformada) con el fin de contrarrestar la estrella judía."

La enorme vergüenza, y el riesgo evidente, que les suponía a los judíos salir a la calle marcados de tal modo, llevó a que se pensaran estrategias para intentar suavizar el efecto

Otros se planteaban taparla con las solapas del abrigo, por más que eso fuera ilegal. El matrimonio Klemperer, por su parte, decidió que sería Eva, la esposa, la que saldría a hacer los recados, de manera que Victor pudiese reducir al mínimo indispensable el ir por la calle con la ignomiosa insignia ("yo me reprocho mi cobardía. Eva se cansó ayer muchísimo caminando por el pavimento de las calles y ahora ha de ir a la ciudad a comprar y después, a guisar ¿Por qué? Porque me da vergüenza"). Eva Klemperer llegó a hacer recados para otros de sus amigos y vecinos judíos, a los que les daba "el brazo por la calle para que quede cubierta la estrella."

Un policía francés distribuye estrellas a judíos en una comisaría de París en 1942.

Un policía francés distribuye estrellas a judíos en una comisaría de París en 1942. Nationaal Archief_Spaarnestad Photo_CL Aveline Museo del Holocausto de EEUU

Aunque Klemperer y otros de sus vecinos anotaron que hubo algunos conatos de solidaridad entre los transeúntes con los que se encontraron, lo cierto fue que la propaganda del régimen, que culpaba a los judíos de los problemas que se estaban encontrando en la ofensiva contra la URSS, cercenó cualquier muestra verdaderamente significativa de solidaridad hacia ellos. Con la ordenanza del 1 de septiembre de 1941, que fue rápidamente imitada en los territorios del Reich que aún no tenían medidas al respecto, se abrió el último acto de la tragedia: pocas semanas después comenzaron las deportaciones de judíos alemanes hacia Polonia, donde su destino último serían los campos de exterminio. Muy pronto, los trenes irían abarrotados de miles de víctimas que lucirían, con el rigor exigido, la reglamentaria estrella en sus ropas, la que indicaba que carecían de nada remotamente parecido a un derecho y que facilitó enormemente la tarea de clasificación e identificación de quién debía ser exterminado.