Desde hace casi medio milenio, los restos de Red Hugh O'Donnell, el noble irlandés que lideró la rebelión contra los ingleses provocando la Guerra de los Nueve Años (1594-1603), descansan escondidos en la ciudad de Valladolid. El rebelde había viajado a España para entrevistarse con el rey Felipe III, quien le había prometido una intervención militar para socorrer a su pueblo. No obstante, falleció en suelo peninsular y fue enterrado en el hoy desaparecido Convento de San Francisco, en pleno centro de la ciudad castellanoleonesa.
La crisis del coronavirus no ha detenido la excavación que pretende dar con los restos del William Wallace irlandés. El proyecto, impulsado por los investigadores Juan Carlos Urueña y Óscar Burón y en el que también colaboran los arqueólogos Olatz Villanueva y Jesús Misiego, comenzó este 18 de mayo en la calle Constitución. El equipo lleva varios días a la caza del cadáver del héroe irlandés, y creen que están a punto de lograrlo.
Hasta el momento se ha encontrado un muro en perfectas condiciones, de una anchura de 127 centímetros, y que se dirige hacia el lugar donde, supuestamente, se encuentra la capilla funeraria de Red Hugh O'Donnell. Alrededor del muro han hallado un fémur y parte de un cráneo aunque se descarta que pertenezcan al irlandés. Asimismo, han dado con dos ataúdes en muy buen estado, pero, a falta de analizarlos todavía, no creen que pertenezca al noble irlandés. Carlos Burgos, responsable de la comunicación del proyecto, explica a EL ESPAÑOL que tan solo es "cuestión de días" dar con el lugar en que supuestamente se encuentra el conde de Tyrconnell. "Ahora mismo están esperando que se solucionen unos temas de cables de alta tensión que pasan por la capilla", señala.
La capilla, de tan solo 60 metros cuadrados, no es sino un pequeño rincón de lo que una vez fue un enorme monasterio franciscano. "Los historiadores siempre han tratado de localizarlo", desvela Burgos. "No se tenía ni idea de en qué parte se encontraba. Ahora se sabe al milímetro". O'Donnell fue sepultado ahí tras hallar la muerte en el castillo de Simancas el 10 de septiembre de 1602 después de contraer unas fiebres.
Su testamento mostraba su deseo de ser enterrado en el Convento de San Francisco de Valladolid, por lo que el monarca Felipe III le dotó de un entierro con honores reales. Curiosamente, aquel importante convento, que desaparecería después de la desamortización de Mendizabal, también había sido el lugar donde descansaron por un tiempo los restos de Cristóbal Colón —más tarde serían enviados a Sevilla—. Tal y como indica Carlos Burgos, el posible hallazgo del cuerpo de Red Hugh O'Donnell en España es "como si hubieran encontrado a Don Pelayo en Estados Unidos".
Rebelión contra los ingleses
Red Hugh O'Donnell nació en el año 1572 en Lifford, en la región de Ulster (Irlanda). Por aquella época, la también conocida como Isla Esmeralda estaba dividida en diferentes clanes. A los 15 años, Hugh fue secuestrado en un intento de evitar la alianza entre los clanes O'Donnell y O'Neill y encerrado en el Castillo de Dublín, donde tuvo por compañeros de cautiverio a Art y Henry O'Neill, parientes ambos de Hugh O'Neill —otro noble que encabezó la resistencia irlandesa durante la Guerra de los Nueve Años—.
Finalmente consiguió escapar, no sin perder los pulgares de ambos pies por congelación. Había logrado zafarse de los ingleses y no iba a permitir que invadieran su tierra. Nombrado rey de Tyrconnell, se hizo con un ejército gracias a la unión de clanes e hizo frente al gobierno inglés de Isabel I, quien pese a enviar a 17.000 hombres fracasó en su intento por detener el alzamiento. La rebelión triunfó principalmente en el norte de la isla, pero O'Donnell sabía que los soldados isabelinos volverían a atacar con más fuerza.
Utilizó el catolicismo como arma y estableció contactos con Felipe II, rey de España, para combatir a un enemigo común: el protestantismo. El ingenio del irlandés hizo que la guerra no fuera meramente territorial, sino que se transformó en toda una cruzada. Su estrategia, marcada por el choque de las dos corrientes religiosas, convirtió a todo católico irlandés en un insurgente por naturaleza.
Felipe II mandó barcos a Irlanda y lograron armar un ejército de 8.000 hombres capaz de enfrentarse a los ingleses en Ulster. Allí, los españoles entraron en contacto con la cultura irlandesa por primera vez. El escritor Des Ekin considera que quedaron tan sorprendidos como cuando se encontraron con los "incas en el Perú". En el mismo batallón había aristócratas, escuderos, nobles y campesinos. Todos preparados para una lucha común.
En la batalla de Kinsale, en enero de 1602, las fuerzas combinadas españolas e irlandesas fueron derrotadas por Charles Blount, barón de Mountjoy, debido a la falta de entendimiento entre católicos, además de a la superioridad táctica del ejército inglés. La unión hispano-irlandesa no resultó exitosa.
Reunión con Felipe III
O'Donnell se vio obligado a abandonar Irlanda y huyó a España. Desembarcó en la costa gallega, en A Coruña concretamente, y de ahí partió hacia Valladolid para entrevistarse con el nuevo monarca español Felipe III, quien le había prometido organizar una nueva invasión. El rebelde irlandés no estaba por la labor de rendirse y dejar su tierra en manos de los ingleses.
Sin embargo, mientras se hospedaba en el castillo de Simancas, murió el 10 de septiembre de 1602. La leyenda dice que fue envenenado por el irlandés James Blake siguiendo órdenes de los ingleses, pero los historiadores concuerdan en que falleció por unas fiebres. Tras su muerte, los españoles abandonaron toda intención de atacar Inglaterra para ayudar a los irlandeses.
Pero el rey sí aceptó su última voluntad. Red Hugh O'Donnell quería ser enterrado en el Convento de San Francisco de Valladolid. Se realizó un entierro con todos los honores reales. Desde el Palacio Real de Valladolid se llevó el féretro en una carroza acompañada de soldados de ambos países y frailes franciscanos. Muchos de los vallisoletanos de entonces no conocían el pasado del rebelde irlandés cuyo cuerpo era trasladado por las calles principales de la antigua capital de España. Al igual que a día de hoy.
Por el momento, la excavación sigue adelante día tras día y Carlos Burgos explica que se encuentre lo que se encuentre en el interior de la capilla, ya denota la importancia que tenía la ciudad de Valladolid en el siglo XVI y XVII. La excavación pronto arrojará más luz sobre aquella alianza entre españoles e irlandeses.