Cuando el Cid y Agustina de Aragón combatieron en las trincheras de la Guerra Civil
El historiador Fernando Castillo publica un libro de breves ensayos sobre los "años de fuego" de la Europa del siglo XX, entre ellos uno dedicado a la propaganda nacionalista en la contienda española.
31 julio, 2020 02:57Noticias relacionadas
"España, cuyas seis letras sonoras restallan hoy en nuestra alma con un grito de guerra y mañana con una exclamación de júbilo y de paz". Este texto, de evidente retórica nacionalista, fue impreso en un cartel propagandístico realizado en 1937, en plena Guerra Civil. A bote pronto, cualquiera lo relacionaría con la maquinaria del bando franquista. Craso error. Se trata de una obra del pintor José Bardasano en la que, además del belicoso lema, aparece un león sentado que apoya sus garras en un lictor fascista caído con la bandera republicana, la tricolor, de fondo.
No se trata de una anomalía, de un caso atípico, sino que hay numerosos ejemplos en este sentido de la propaganda favorable a la Segunda República. "Soldado: estima como un tesoro el arma que la patria ha puesto en tus manos que defiendas su suelo. ¡Por la independencia de España!", de Josep Renau, o "Para defender España hacen falta españoles y España está llena de ellos. ¡Atrás el invasor!", de procedencia desconocida, dan buena muestra de este fenómeno.
Así lo recoge el historiador y escritor Fernando Castillo Cáceres (Madrid, 1953) en su nueva obra, Los años de fuego (Renacimiento), una recopilación de dieciséis breves e interesantes ensayos que ahondan en distintas facetas de la historia cultural y política de la Europa del siglo XX, desde la Gran Guerra hasta la desintegración de la Unión Soviética. Uno de esos textos está dedicado a analizar cómo franquistas y republicanos acudieron durante la contienda española al pasado histórico desde un punto de vista nacionalista para elaborar los diferentes temas de la propaganda gráfica —carteles, portadas de libros, postales, sellos o viñetas—. Motivos semejantes, aunque motivaciones opuestas.
El nacionalismo del bando gubernamental tenía una "raíz liberal y democrática", y consideró la Guerra Civil como una "guerra de independencia". Los planteamientos beben del levantamiento del 2 de mayo para incitar a la resistencia sobre todo de la capital, Madrid, y de los fusilamientos del día siguiente, adaptando el mítico lienzo de Goya. Así se refleja en un cartel realizado en Asturias por el Frente Popular con el siguiente texto: "1808 Mayo 1937. Esto lo vio Goya. Esto lo vemos nosotros. Entonces y hoy España lucha por su independencia".
Estos relatos también incitaban a la defensa contra la invasión del fascismo extranjero como lo había hecho el pueblo español durante la Guerra de la Independencia. "La equiparación en la propaganda republicana entre los franquistas y los invasores franceses —escribe Fernando Castillo—, así como la identificación entre los objetivos esenciales de la guerra perseguidos en 1808 y 1936, permitía desatar un patriotismo intenso y mítico que contribuía a fortalecer la voluntad de resistencia y la unidad del bando republicano, no poco resentida a causa de la división entre los distintos partidos".
Exceptuando un cartel del Partido Comunista en el que se alude a la Primera República, señala el historiador que no se encuentra ninguna referencia a otra época en la propaganda republicana más allá de la Guerra del Independencia. Siendo la alegoría femenina uno de los símbolos más utilizados en este bando, figuras como la de Agustina de Aragón cobraron especial relevancia, como evidencia un discurso de Dolores Ibárruri, en Caspe, la capital roja: "Mujeres de Aragón, el espíritu de Agustina de Aragón os grita la necesidad de salir a la calle a defender la independencia de nuestro país, y que los mártires caídos por la libertad no tengan que avergonzarse de nuestra cobardía".
Medievalismo sublevado
El franquismo, por su parte, además del relato religioso que hablaba de una "gloriosa cruzada" y es de sobra conocido, se remontó más en la historia de España para armar su discurso nacionalista. Apenas se encuentra una referencia a esos primeros compases del siglo XIX con el recurso a la Virgen del Pilar, patrona de Zaragoza, definida por su carácter antifrancés en el contexto de los asedios sufridos por la ciudad entre 1808 y 1810. El "nuevo Estado" encontró en el pasado medieval castellano su retórica predilecta y su hito fundacional, encarnado en la figura de los Reyes Católicos.
En este sentido, fue recurrente el empleo de imágenes del Cid, Isabel de Castilla y Fernando de Aragón en los sellos que emitía el gobierno de Burgos. Evidencias que manifiestan, según Fernando Castillo, "el castellanismo que desde el siglo XIX propiciaba una identificación de la esencia de España con el reino de Castilla en sus límites históricos así como el recurso a la idea de Imperio, lo que no dejaba de suponer una suerte de nacionalismo expansivo".
Pero curiosamente, la figura del Campeador, que durante la dictadura se convirtió en un paladín del cristianismo, no fue de uso exclusivo en las trincheras y retaguardia sublevada. También fue reivindicado para la causa republicana —así como los términos de "Reconquista" o "hijos de Pelayo"—. El mismísimo Antonio Machado se despachaba así en uno de sus escritos sobre la guerra que tituló El Quinto Regimiento del 19 de julio:
"En el Poema de Myo (sic) Cid, esa gesta que escribió un hombre de la altiplanicie de Castilla fronteriza con los reinos moros de Aragón, no hay más señoritos propiamente dichos que los infantes de Carrión, yernos de Rodrigo, los "héroes" del Robledo de Corpes. Contra ellos luchamos, como creo haber demostrado en otra ocasión. Todo lo demás, empezando por el Campeador, es pueblo, hondamente pueblo y, por ende, el elemento constructor y fecundo de la raza".
A pesar de las similitudes indicadas, concluye el historiador destacando una contraposición esencial entre la propaganda de uno y otro bando al referirse al papel desarrollado por las naciones extranjeras: "Si los republicanos desplegaban cierto internacionalismo y apelaban a la solidaridad de las democracias, los sublevados contemplaban a las potencias extranjeras [a excepción de Alemania, Italia y Portugal] como enemigos de España, en la más tradición histórica hispana que remite al casticismo y a los cordones sanitarios de Felipe II y de Floridablanca ante el protestantismo y las noticias de la Revolución francesa".