"Los españoles han echado al último Borbón, no por rey, sino por ladrón". Esta frase, atribuida a Valle-Inclán, se popularizó tras la huida de Alfonso XIII de España. Desde los 16 años había asumido las funciones constitucionales de jefe del Estado y sabía que su país se sumergía en un período en el que cualquier desatino podía cambiar el curso de la Corona.
Poco antes de tomar las riendas del país, el soberano escribió en su diario que de él dependía que existiera una monarquía o una república. "Yo espero reinar en España como Rey justo. Espero al mismo tiempo regenerar la patria y hacerla, si no poderosa, al menos buscada, o sea, que la busquen como aliada. Si Dios quiere para bien de España", consideraba el abuelo de Juan Carlos I. Quisiera Dios o no es anecdótico, ya que la mayoría de historiadores coinciden en que fue un monarca que erró en numerosas cuestiones políticas.
Según sintetiza el historiador español y militar Gabriel Cardona en Alfonso XIII, el rey de espadas (Planeta), el rey hizo caso omiso de las fuerzas sociales emergentes, "decapitó" la derecha civilizada, aceptó una dictadura en su propio país y de esta manera, en abril de 1931, "como consecuencia de unas simples elecciones municipales que adquirieron el carácter de plebiscito, fue expulsado de España y murió en el exilio".
Su salida de España la realizó desde Cartagena. "Espero que no habré de volver, pues ello sólo significaría que el pueblo español no es próspero ni feliz", pronunciaba mientras se alejaba de su hogar con rumbo a Marsella, para posteriormente llegar a París. Abandonaba el país como un exiliado más; el júbilo de gente se concentraba en Madrid y en las demás ciudades españolas donde celebraban el éxito de las candidaturas republicanas.
De una suite a un hotel modesto
Aquel 14 de abril Alfonso XIII dejó atrás, no solo su país, sino toda una vida. De hecho, abandonó España sin su familia, quien lo siguió en tren desde Aranjuez a la mañana siguiente. Desde entonces, vivió desplazándose por todo el mundo, sin fijar una residencia. El rey sin su corona vagaba cual nómada monárquico.
De la capital francesa pronto se mudaría a Fontainebleau. De aquella lujosa suite del Hotel Le Meurice, con vistas al Jardín de las Tullerías, pasó a un modesto hotel ubicado en la pequeña ciudad al sur de París. Su fortuna, basada en negocios que había realizado en suelo español, se había detenido y, por ende, menguado. No obstante, no escatimaría en pequeños viajes que realizó por Europa con su mujer, una relación que poco a poco también se fue apagando.
El siguiente paso del antiguo rey era trasladarse a Roma con sus hijos y su mujer, donde podía beneficiarse de la exención de impuestos que le brindaba la concesión del privilegio diplomático. Sin embargo, su esposa Victoria Eugenia, quien llevaba años tolerando las infidelidades y críticas de su marido, terminó por explotar. El monarca siempre le había culpado a ella de que el heredero al trono para suceder al exrey, Alfonso, fuera hemofílico. Finalmente, abandonó a su marido —también se desentendió de sus hijos— y se marchó a Londres.
No hizo acto de presencia en la boda de su hijo don Juan, pero sí asistió al entierro de su hijo Gonzalo, cuando este falleció el 14 de agosto de 1934 en Austria tras sufrir un accidente de coche. Así, sin fortuna, sin esposa, y sin su hijo Gonzalo y tras la muerte de su primogénito Alfonso en otro accidente de coche, esta vez en Miami, en 1938, Alfonso XIII se encontraba en la Roma de Mussolini alojado en el Gran Hotel de Roma.
Una guerra civil desde el exilio
Lo único que perduró en su vida fueron sus ganas de ser rey. La sublevación de 1936 y la Guerra Civil resultaron ser un pequeño halo de esperanza que pronto se disiparía. "No presentó ningún papel destacado ni en la preparación ni en el desarrollo del golpe de Estado de julio de 1936, pero su no por previsible menos notoria adhesión al levantamiento militar dejó malparado el pretendido papel de la corona como instrumento de arbitraje, pacificación y concordia en los futuros pleitos políticos", escribe Javier Moreno Luzón en Alfonso XIII: un político en el trono (Marcial Pons).
Franco, que había sido beneficiado en los círculos castrenses por Alfonso cuando este todavía ostentaba el trono, no tenía intención alguna de recuperar la monarquía. Alfonso tampoco supo jugar sus cartas e intercaló palabras de afecto y críticas hacia la figura del dictador.
"A pesar de su relativa juventud, los signos de la vejez se hacían presentes en el diálogo. Parecía como si el final de la Guerra Civil hubiera significado el término vital de una tarea en el sentido de mantener la vigencia de su papel simbólico, negándose a abdicar la corona, cuyo ejercicio había suspendido, según el texto de su manifiesto del 14 de abril de 1931", relató el político monárquico José María de Areilza, quien llegó a visitarle en la capital italiana. Ante la evidencia de que su tiempo había pasado, el 15 de enero de 1941 renunció a la jefatura de la Casa Real en favor de su hijo Juan.
Una vez nombrado a Juan su sucesor, poco le quedaba por lo que luchar. Se había obsesionado en recuperar aquello que por derecho podía conseguir. Pero una vez abdicado, ni siquiera cabía la posibilidad material. Fallecería en Roma a causa de una angina de pecho poniendo fin a la vida del último Borbón que abandonó España hasta que Juan Carlos ha hecho lo propio este 2020.