El gran yacimiento prehistórico de Palma que fue destruido por una pista del aeropuerto
Son Oms, un importante centro ceremonial de la cultura talayótica, fue arrasado a principios de los años 70. Solo se pudo salvar el santuario.
8 julio, 2021 03:04Noticias relacionadas
A principios de la década de 1970, el gran yacimiento prehistórico de Son Oms, en Palma, formado en su época de mayor ocupación por alrededor de un centenar de estructuras, fue prácticamente arrasado. ¿El motivo? La ampliación del aeropuerto de Son Sant Joan. Una segunda pista de aterrizaje para los aviones que transportaban a los turistas a la capital balear se consideró más necesario que conservar y proteger un testimonio único con tres milenios de antigüedad.
El historiador y arqueólogo Lluís Pericot García, que entre 1959 y 1964 había participado en las excavaciones del sitio, lideradas por Guillem Rosselló Bordoy, lanzaba un alegato a la población mallorquina para rebelarse contra la decisión: "¿Cómo vais a permitir que algo tan íntimamente ligado a vuestra historia, que es la historia anónima de todos los pueblos mediterráneos y de todos los humanos en definitiva, sea arrasado?", escribió en un artículo publicado en febrero de 1971 en Diario de Mallorca.
Pero todos los esfuerzos resultaron en balde; y eso que el yacimiento, uno de los más importantes de la cultura talayótica a juicio de los expertos, contaba con la máxima protección desde 1963, fecha en la que fue declarado Monumento Histórico-Artístico. Del conjunto, un centro ceremonial vinculado a un poblado cercano, Son Oms Vell, situado en la possesió —como un cortijo andaluz o una masía catalana— homónima, y que contaba con varios talayots (monumentos megalíticos similares a torres de poca altura), un túmulo escalonado, una cueva, un laberinto, una necrópolis o un santuario, solo sobrevivió esta última estructura.
El santuario, en la actualidad, se encuentra ubicado en una salida del aeropuerto en dirección a los municipios de Llucmajor y Santanyí, en una de las raquetas de la carretera. "Por desgracia no hay ninguna señalización ni indicación de su existencia, por lo que poca gente sabe que allí se encuentra el único resto de un yacimiento excepcional y único en la prehistoria balear, que desapareció en nombre del progreso", escribe Domingo C. Hernández, de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) en un artículo publicado en la revista ArtyHum.
Las edificaciones
El paisaje en el que se erigió el centro ceremonial a mediados del I milenio a.C. era muy diferente al actual. Consistía en una albufera, probablemente con salida al mar y que fue desecada entre los siglos XIX y XX, por lo que habría facilitado el acceso a los recursos del Mediterráneo de los pobladores talayóticos. En la zona se conocen más restos arqueológicos, lo que significaría una importante ocupación prehistórica, aunque la gran mayoría haya desaparecido.
Los trabajos de investigación encabezados por Guillem Rosselló lograron documentar y descifrar las principales estructuras del sitio. El santuario, un edificio rectangular con doble muro, al menos seis columnas en su interior y que pudo alcanzar los 2,5 metros de altura, tuvo una función religiosa como lugar de culto y sacrificio durante finales del talayótico (ca. 850-650 a.C.) y la época baleárica (450-123 a.C.). Tras la conquista romana, el edificio fue reutilizado hasta mediados del siglo I d.C. En su interior se hallaron restos de cerámica romana con grafitos fechada durante el reinado de Nerón y que podrían relacionarse con los dioses Júpiter y Mercurio.
El túmulo, con un diámetro máximo de 25 metros, tenía tres gradas y una serie de habitaciones radiales adosadas en el circuito exterior. Encima se levantó otra edificación. Aunque la sorpresa se descubrió a la entrada de la puerta de acceso: un pozo que desembocaba en una cueva artificial con múltiples cámaras. Los arqueólogos también encontraron una cámara hipóstila de planta oval que se utilizó como lugar de enterramiento entre los siglos IV y II a.C. Los cadáveres hallados correspondían a adultos inhumados con ajuar. Según la valoración del director de los trabajos, aquello habría tenido una función mágica o ritual de culto a los muertos.
Piedras quebradas
Cuando la amenaza de la nueva pista del aeropuerto se cernía sobre Son Oms, en 1969, se inició una nueva campaña de excavaciones bajo el patrocinio de la Dirección General de Bellas Artes. Los ruegos de los arqueólogos e historiadores quedaron enterrados bajo intereses políticos y económicos. Se buscó entonces una solución de emergencia: trasladar los restos a otro lugar. Lo lograron con las estructuras del santuario, pero las piedras del resto de edificaciones, en mal estado por el paso del tiempo, se rompían.
Así lo narra el propio Guillem Rosselló en una memoria de sus investigaciones: "Los esfuerzos realizados para impedir la desaparición de tan importante conjunto resultaron baldíos y debido a ello se procedió a reanudar la excavación, con toda urgencia, con el propósito de trasladar los monumentos a otro lugar. Este proyecto resultó inviable por cuanto el estado de conservación de la mayoría de ellos era tan precario que resultó imposible, a excepción precisamente del santuario que nos ocupa, único de los monumentos que pudo ser desmontado y trasladado a otro emplazamiento".
En base a los hallazgos arqueológicos, resumidos en el artículo de Domingo C. Hernández, el sitio presenció un uso continuado desde la Edad del Bronce hasta época romana y altomedieval, cuando recuperó esa misma función después de haberse articulado en centro ceremonial talayótico. Los usos agrícolas del terreno en siglos posteriores contribuyeron al deterioro de los vestigios, algo que también pudo ocurrir con otros yacimientos similares de la zona. Además, Son Oms sirvió como cantera para las construcciones más modernas del lugar hasta su definitiva desaparición "ante la desidia institucional tanto de la administración estatal como local".