El enigma del guerrero de una cueva de Asturias: ¿sacrificio ritual o víctima de las guerras cántabras?
Los arqueólogos hallan en la sima de La Cerrosa-Lagaña una serie de piezas propias de una panoplia guerrera asociadas a recipientes cerámicos, abundante fauna y restos humanos.
9 septiembre, 2021 02:52Noticias relacionadas
En algún momento de finales de la Segunda Edad del Hierro, el cuerpo de un guerrero, con su panoplia militar de alta calidad, fue depositado en la sima de La Cerrosa-Lagaña, un conducto de unos 60 metros situado en las inmediaciones del pueblo de Suarías, al este de Asturias. El enterramiento pudo haber formado parte de un ritual relacionado con un contexto bélico, incluso un sacrificio humano, o ser el resultado del asesinato de un enemigo y su ocultación, con sus pertenencias, en un sitio remoto para evitar posibles represalias.
Quién es ese sujeto, hallado durante una intervención realizada en el año pasado en el yacimiento, es un misterio que los arqueólogos tratan de resolver. Las únicas certezas que tienen hasta el momento son la datación de los restos humanos —los análisis de radiocarbono han ofrecido una cronología que va desde el siglo III a.C. hasta el I d.C—, y la tipología de las armas recuperadas, vinculadas al ámbito indígena prerromano o al militar romano. La principal hipótesis es que se trata de un episodio relacionado con las guerras cántabras (29-19/16 a.C.). ¿Es el cadáver de uno de los legionarios de Augusto? ¿Tal vez la secuela de un enfrentamiento entre las comunidades locales? ¿O un sacrificio a los dioses como consecuencia de un momento de grandes cambios como fue el citado conflicto?
Todos estos interrogantes siguen abiertos, tal y como demuestra un reciente trabajo de los arqueólogos Susana de Luis Mariño (Museo Arqueólogico Nacional-Universidad Autónoma de Madrid), Mariano Luis Serna Gancedo (Instituto de Prehistoria y Arqueología Sautuola) y Alfonso Fanjul Peraza (Asociación Española de Arqueología Militar) publicado en la revista Complutum. El estudio describe las piezas militares y cerámicas y los restos de fauna (estudiados por Verónica Estaca) y humanos (analizados por Silvia Carnicero) descubiertos durante las recientes intervenciones, que han permitido documentar dos claros momentos de uso de la cueva: uno durante la Primera Edad del Hierro (siglos VIII-V a.C.) y otro cercano a las guerras cántabras.
Los objetos más destacados del yacimiento son los pertenecientes a la panoplia militar y destacan por la calidad de su factura. Los investigadores han identificado un mínimo de cuatro lanzas al contar con tres puntas en forma de hoja de sauce, un fragmento de enmangue y dos regatones, con una cronología amplia del siglo V a.C. hasta la romanización; o una vaina de puñal conformada por dos láminas de bronce enterizas que cubren el anverso y el reverso de la pieza, decoradas con incisiones longitudinales y transversales y cuyas características apuntan hacia un modelo híbrido entre el tipo "de filos curvos" indígena y el puñal romano o pugio, de entre los siglos III y I a.C.
Asimismo, se han localizado cuatro placas de bronce decoradas que irían remachadas en un cinturón de materia orgánica —quizá del que se suspendería el puñal descrito— y que se asemejan a las recuperadas en los campamentos romanos de la línea de circunvalación de Numancia, fechadas en torno a los siglos II-I a.C.; o dos camas de freno de caballo idénticas, dos piezas de bronce características del ámbito romano en forma de rueda que poseen un diámetro máximo de siete centímetros y que se podrían relacionar con la presencia de un équido.
Cuatro cuerpos
En la sima de La Cerrosa-Lagaña también han salido a la luz elementos relacionados con el adorno y cuidado personal, como una excepcional fíbula de bronce en omega que se conserva completa o una navaja, posiblemente de afeitar, que consta de una hoja de hierro; y otros asociados con el sacrificio, como un cuchillo de hoja larga y estrecha que son característicos de las necrópolis de incineración prerromanas de la Meseta como parte del ajuar de los difuntos.
Pero el material arqueológico más abundante del yacimiento es la fauna, hasta 807 restos de animales, de los que se han podido identificar 36 individuos: 12 de bóvido, 11 ovicaprios, 4 caballos, 4 suidos y 4 perros. En cuanto la cerámica, se han descubierto vestigios de siete recipientes diferentes, seis de ellos asociados a la Edad del Hierro y vinculados posiblemente al depósito de líquidos o alimentos en su interior o al hipotético ritual efectuado en el lugar.
Lo cierto es que el guerrero al que se le puede atribuir la panoplia no es la única persona enterrada en la sima. Los arqueólogos han contabilizado restos humanos de un mínimo de cuatro individuos. Además del personaje adscrito a las guerras cántabras, cuyos huesos no presentan rastros de violencia, otros dos han sido datados gracias al Carbono14 entre los siglos VII-V a.C.: se trata de los restos de cráneos de dos sujetos femeninos, uno de unos 20-25 años y otro algo más antiguo de entre 25-30 años.
El equipo explica que actualmente están llevando a cabo análisis antropológicos y de estudio de isótopos y ADN de los restos humanos y la fauna, que se encuentran en proceso y todavía sin resultados definitivos. Además, a finales de 2021 está prevista una nueva intervención arqueológica en el yacimiento con la que se pretende resolver algunas cuestiones.
De momento, las principales hipótesis que manejan los arqueólogos para explicar la presencia del guerrero y sus armas consisten en una ceremonia funeraria o de sacrificio humano, también acompañada con rituales sangrientos de animales, o el asesinato de un enemigo, puede que entre indígenas y su ocultación en la sima. "Hay que tener en cuenta que los momentos de crisis social y contexto bélico, como lo fue el momento de las guerras cántabras, propician el aumento de la realización de rituales a las divinidades, sobre todo los que tienen que ver con la demanda a los dioses a cambio de dádivas en un acto de reciprocidad", valoran los investigadores.
Y concluyen: "La sima de La Cerrosa-Lagaña se configura entonces como un lugar que fue utilizado a lo largo de la Edad del Hierro y que pudo ser específicamente elegido por motivos simbólicos (tanto por el significado de la cueva en la cosmogonía de las sociedades que hicieron uso de ella, como por la presencia de restos de épocas anteriores) y/o por motivos prácticos de ocultamiento". El misterio del guerrero sigue abierto.