El incendio que cambió la historia de Alemania y liberó a 'Los demonios del Reich'
La quema del Reichstag en 1933 por un izquierdista neerlandés alimentó el ascenso de Adolf Hitler al poder. Un episodio oscuro que reconstruye Fabiano Massimi en su nuevo thriller histórico.
9 septiembre, 2021 10:52Noticias relacionadas
El fuego atraviesa las páginas de Los demonios del Reich (Alfaguara), la nueva novela de Fabiano Massimi, autor revelación del thriller policiaco en Italia. Con el Ángel de Múnich (Alfaguara) nació Siegfried Sauer, el excomisario alemán del Periodo de entreguerras al frente de la investigación de la desaparición de la sobrina de Hitler, Geli Raubal. Una historia real que habría de tener profundas repercusiones en la vida del führer y que su autor aprovechó para presentar a su Marlowe particular.
Massimi nos transporta de nuevo a otra instantánea crucial del ascenso del nazismo en su nueva novela: la noche del 27 de febrero de 1933, cuando ardió el Reichstag y se desataron unas llamas que alimentarían las pesadillas de la nación alemana en la década siguiente. Tan solo un día después, la República de Weimar se disolvió con la firma del anciano presidente Hindenburg, dando vía libre al nuevo canciller, Adolf Hitler, en su ascenso imparable al poder del Tercer Reich.
Berlín se convierte esta vez en el escenario de intrigas y misterios que alimentan este thriller, con la quema del parlamento alemán como telón de fondo y las luchas de poder de la cúpula del nacionalsocialismo en plena ebullición. Siegfried Sauer se verá envuelto en una conspiración que tendrá como sino el ascenso del Partido Nazi. El estilo ágil de Massimi nos pone en el centro de una capital alemana que vive sus últimos días de libertad con despreocupación, ajenos a las sombras que se ciernen sobre el país. Un thriller histórico con tintes de actualidad, centrada en un capítulo crucial de la historia de Alemania, con un importante trasfondo histórico.
Un infierno en ciernes
Aunque el invierno de 1933 trajo a Alemania la investidura de Hitler, los nazis eran minoría dentro del parlamento alemán. Incapaces de tomar el poder legislativo de la nación y aplicar los cambios que el führer deseaba realizar en el país, Hitler convenció a Hindenburg para volver a celebrar elecciones federales, probando suerte para obtener los 46 asientos que le habrían de dar la mayoría absoluta necesaria para su 'revolución nacionalsocialista'.
La cúpula nazi se frotaba las manos ante la perspectiva de unas nuevas elecciones, contando esta vez con todo el aparato del sistema a su favor. Fijadas para el 5 de marzo de 1933, el mes de febrero acabó siendo crucial en la carrera por el control del último resquicio de libertad democrática en el país.
Berlín era una ciudad muy distinta en aquellos años. Massimi señala la importancia de la ciudad como "capital de la homosexualidad en Europa", un epíteto que la convertía en un lugar de encuentro de "literatos y artistas". Sin embargo, Alemania se hallaba inmersa en una profunda crisis económica que había devaluado tanto su moneda que "la población las usaba para hacer cometas".
Alimentada por la fractura social de aquellos años, se creó un caldo de cultivo perfecto para la violencia que se empezó a desarrollar en aquellos años. Generando al mismo tiempo acusaciones cruzadas entre comunistas, 'camisas pardas' y anarquistas. Un clima que Goebbels utilizó a su favor durante la última campaña electoral de Weimar.
Una cúpula fracturada
El Partido Nazi no estaba exento de divisiones. En los albores de 1933 se intensificarán las luchas y conspiraciones entre importantes hombres del Partido. En esos mismos años Göring y Himmler hicieron todo lo posible por desarrollar un proyecto político-militar acorde con el futuro que Hitler reservaba para Alemania. Los dos principales mecanismos coercitivos del Reich nacieron de esta lucha. Por un lado las SS de Himmler y por el otro la Gestapo de Göring.
Actuando desde las sombras e infectando la sociedad alemana con informadores y agentes dobles, ni siquiera en Alexander Platz —sede de la policía alemana en los años 30— estaban a salvo de los tentáculos del nacionalsocialismo. En este contexto se desenvolverá el personaje de Siegfried Sauer, sujeto constantemente a los intereses políticos y la inseguridad que se cernía en los días previos a las elecciones en la República de Weimar.
En el centro de este tapiz de poderes y luchas se encontraba Hitler que, como un "rey sol", otorgaba favores a sus hombres de confianza. A lo largo de Los demonios del Reich, Massimi pone a estas figuras en la primera plana de la novela para darles voz y atributos humanos, sujetándolos a pasiones y a un grado de humanidad que le da un aura "más siniestra todavía a sus crímenes". Con este propósito el escritor se interesó por los diarios y cartas de Himmler y Goebbels, utilizando sus propias palabras para adornar sus intervenciones en la novela.
"En las cartas de Himmler a su mujer, a la cual adoraba, uno ve un amor y una relación tan cotidiana que muestra una dimensión distinta de estos personajes históricos". Una serie de retratos que encajan con un Berlín caótico y plagado de intrigas. Con la subida al poder de Hitler, los documentos y literatura de la cúpula nazi se fueron acrecentando, dándole material suficiente a Massimi para tejer un thriller enraizado en un contexto histórico real.
Arde el Reichstag
La madrugada del 27 de febrero de 1933 se declaró el incendio el Reichstag . En pocas horas el fuego había calcinado todo el edificio. La enorme cúpula, símbolo de la democracia alemana, era un esqueleto de hierros y piedra que vaticinaba lo que la siguiente década habría de traer. Göring aprovechó la coyuntura para acusar a los grupos comunistas del atentado, con las llamas todavía a sus espaldas, instando a la ejecución de oficiales comunistas "en todo lugar donde aparezcan".
En las inmediaciones del Parlamento, la policía encontró a un joven medio desnudo, en medio del frío y con una caja de cerillas en las manos. Identificado como Marinus van der Lubbe, sus relaciones con el Partido Comunista de los Países Bajos y varios altercados vividos en los días anteriores, terminaron por sentenciarlo como culpable del incendio. Marinus se convirtió en la cabeza de turco perfecta para la maquinaria propagandística nazi. Al día siguiente, Hitler presionó a Hindenburg para que firmase el Decreto del Incendio del Reichstag, otorgando plenos poderes al Partido para convertir el parlamento en una caja de resonancia del Ejecutivo.
Massimi señala la importancia del que se convirtió en "el primer juicio mediático de la historia". A Van der Lubbe se le sumaron dos culpables más, oficiales políticos relacionados con el Partido Comunista, absueltos de la investigación gracias la ayuda de la defensa, que no consiguió probar la inocencia del joven Marinus.
"Durante las declaraciones, los medios señalaban que aparecía 'ido', como si fuese un loco o un deficiente mental", señala Massimi, que tuvo que crear un perfil muy distinto al de las versiones oficiales nazis. "Es muy probable que le drogasen durante las vistas orales para que no pudiese defenderse", una investigación en la que incluso los peritos señalaron que era imposible para un solo hombre organizar un atentado de esa magnitud, con varios fuegos encendidos de forma simultánea.
Los demonios del Reich
El 10 de enero de 1934 fue guillotinado en la prisión de Leipzig. "Ni siquiera le devolvieron el cuerpo a su familia, una última humillación por parte de los nazis", comenta Massimi sobre uno de los episodios más oscuros del siglo pasado. "La quema del Reichstag fue el 11S del siglo XX", rezan las páginas de Los demonios del Reich, una declaración que cuenta con cierto grado de actualidad. Massimi añade en los últimos capítulos de su novela una nota de actualidad: "Mantengamos los ojos abiertos, seamos vigilantes", un dardo directo al corazón de la política mundial, una advertencia desde tiempos más oscuros.
El escritor apuntalaba su novela durante el asalto al Capitolio estadounidense por parte de los simpatizantes de Trump: "Sentí que estábamos viviendo tiempos parecidos, de cambios súbitos. Se me ponen los pelos de punta porque si en los años 30 los alemanes no podrían haber pensado jamás lo que el final de la década les traería, ¿cómo habríamos de ser conscientes nosotros?".