“No se persigue la escritura, sino el hecho de escribir”. Al otro lado, el Ministerio de Empleo y Seguridad Social quiere aclarar que no ha habido ningún cambio de criterio ni se ha empezado ninguna campaña contra nadie, “simplemente hemos cruzado datos con Hacienda...” Y en este cruce los creadores deben decidir entre seguir su camino, cumplir con la literatura y perder su contribución a una vejez benigna o recoger sus frutos y morir con ellos en vida y en silencio. La historia de nuestra literatura contradice esta norma, que amenaza la sabiduría de los escritores (artistas, músicos, cineastas) y cuestiona la persecución contra el hecho de escribir.
Mazurca para dos muertos
Camilo José Cela publica el libro en 1983, a los 67 años, y recibe el Premio Nacional de Narrativa. Este éxito habría supuesto la mayor penalización de todas para un autor contemporáneo, que reconocen tener que decantarse entre el premio o la pensión. Como han comentado los sucesivos escritores a los que hemos preguntado estas semanas, los libros ya no pueden mantener ni defender a los autores más mayores, porque serán penalizados por ellos. En Mazurca para dos muertos, Cela inscribe la novela en tiempos de Guerra Civil y posguerra, pero no es una novela centrada en el enfrentamiento. Es más un homenaje al léxico, la sintaxis, las costumbres y los modos de vida de la Galicia rural de los años treinta y cuarenta. Seis años más tarde, con 73, recibe el Premio Nobel de Literatura y más adelante, el Premio Planeta a los 78 por la novela La cruz de san Andrés.
Novelas ejemplares
Quería pasar como escritor “en serio” con ellas. Para Cervantes y su reducido grupo de amigos literarios, las Novelas ejemplares fueron su obra cumbre. Para otros, el único libro serio -según su época- que publicó Cervantes fue Los trabajos de Persiles y Sigismunda, que terminó cuatro días antes de su muerte, a los 69 años. Dos años antes se montó en mula y reclutó a los mejores poetas españoles para acabar con los mediocres y lo llamó Viaje al Parnaso. Un trayecto literario que le lleva de Madrid a Valencia, donde suben a una embarcación hasta el monte Parnaso. Allí les recibe el mimísimo Apolo, dios de la poesía. En 1613, a los 66 años, reúne y publica en un único volumen titulado Novelas ejemplares (de honestísimo entretenimiento). Precisamente, es con estas obras y el segundo Quijote cuando Cervantes pierde de vista la figura de viejo, soldado, hidalgo, pobre y necesitado. Recogió el fruto de su carrera en sus últimos años de vida, cuando el éxito le garantizó la supervivencia ya de mayor.
Olvidado rey Gudú
Ana María Matute tuvo un renacimiento narrativo a los 71 años. La censura de la miseria moral franquista arrastró a la Premio Cervantes a un silencio de más de tres décadas que apuntaba a perpetuidad. Decidió no ceder a la autocensura, aunque tuviera que desaparecer. Ella, empecinada en descubrir la peor imagen de una sociedad hipócrita y corrupta, regresó sin Franco de por medio, pero con la voracidad del mercado editorial. Y lo hizo con un triple mortal e inesperado, Olvidado rey Gudú: una obra monumental y arriesgada. Era un género sin antecedentes y ella solía decir que era una novela muy rara porque en España no se ha escrito nunca: “Me van a machacar, es una cosa entre Tolkien y Ursula K. Le Guin”, decía.
El hereje
Miguel Delibes publica esta novela con 78 años de edad, en 1998. Logra el Premio Nacional de Narrativa y al recogerlo asegura que ha colgado los trastos, ya no quiere seguir escribindo. El cáncer de colon detuvo su carrera literaria, con el que tuvo que librar en el final de la redacción de su última gran novela. La vida de Cipriano Salcedo -comerciante de pieles vallisoletano y desencantado con la religión oficial- desvela el retrato del Valladolid de la época de Carlos V. Delibes se sumaba a la modalidad histórica, que ya era fórmula dominante en las librerías de entonces. “La afición a la lectura ha llegado a ser tan sospechosa que el analfabetismo se hace deseable y honroso”, se lee en El hereje, ambientada en la primera mitad del siglo XVI y eco sobre la actualidad. Delibes muestra un país libre, cosmopolita y abierto al mundo, en plena revolución espiritual.
Claros del bosque
He aquí el caso de una autora en silencio, que prefirió dejar sus pensamientos en la intimidad del cuaderno a la publicidad del libro. Todo lo publicado por la filósofa María Zambrano no es más que una pequeña parte de sus investigaciones, poco más que “los restos de un naufragio”, como ella misma advertía. María Zambrano publicó la mitad de su obra con más de 65 años y el resto de material se disolvió en apuntes, cuadernos, diarios… más de 2.000 hojas de manuscritos inéditos que demuestran la improbable tarea de enterrar la escritura: desde 1940 escribió todos los días de su vida, todos. De hecho, volvió a dar una vuelta y a aumentar El hombre y lo divino casi veinte años después de su primera publicación. Quién puede negar el paso a una vida de pensamiento y escritura. Con 73 años publica Claros del bosque, con una frase que bien merece un libro: “La música sostiene sobre el abismo a la palabra”. La música, la palabra, no tiene edad.
Cuaderno de Nueva York
La producción poética de José Hierro está marcada por largas ausencias. Entre Libro de las alucinaciones (1964) y Agenda (1991) y Cuaderno de Nueva York (1998) trascurren 34 años y dos libros. El autor deja claro que las necesidades del mercado y su inspiración no están alineadas, que su paseo por Nueva York merece la entrada de un sujeto lírico impresionado por la urbe. La ciudad que describe y vive se parece tanto a la que viviera García Lorca: poemas entre la reflexión y la memoria, apoyados siempre en la música que dispara la intensidad emocional. Hierro pasea a Ezra Pound, Mozart, Beethoven, Schubert o Gloria Fuertes por las calles en verso libre. “Este mar lleva dentro mucha música/ mucho amor, mucha muerte./ Y también mucha vida”.
Nubosidad variable
Carmen Martín Gaite tiene 65 años y publica esta novela, con esta rabia: “Se oían bastantes palabras, tema, problemática, cotización, proyección de futuro, coyuntural y obsoleto. Pero sobre todo kilos. No kilos de filetes ni kilos de oro, ni kilos de papel, kilos de nada, una masa informe, pastosa y marrón en la que se chapoteaba convulsivamente, que pringaba hasta los ojos. Kilos de mierda”. Así es que como zurra a los conformistas que vivieron la represión franquista, lucharon contra ella y ahora dirigen el país desde los cócteles con un sólo objetivo: el dinero. Junto a Nubosidad variable, publica con las de 65 años Caperucita en Manhattan, Dos cuentos maravillosos, La reina de las Nieves, Lo raro es vivir, Irse de casa, Los parentescos y La guapa dorroniense. Una intensidad productiva como nunca antes desarrolló la autora. Su trayectoria abarca más de cuarenta años -dividida en dictadura, transición y democracia- y es el mejor ejemplo de una vida al servicio de la escritura.
San Manuel Bueno, mártir
Miguel de Unamuno había cumplido los 67 cuando apareció en el mercado la vida de un cura que se aleja de la doctrina de la Iglesia. Don Manuel es el Kurtz de El corazón de las tinieblas (1902), una voz rota que se limita a mitigar la aflicción de sus vecinos. Un cura con fama de santo que dejó de creer. De entre su vasta obra, esta pequeña novela es uno de los mejores ejemplos de la guerra personal de su creador, de su desencanta, su carácter intempestivo, paradójico y apasionado. Unamuno envuelto en inquietudes religiosas y complejas relaciones políticas -socialista, antimonárquico, aliadófilo, republicano desilusionado-, que convierten a San Manuel Bueno, mártir en una referencia básica de su trayecto literario.
La sonrisa etrusca
Cuando José Luis Sampedro colgó los hábitos de economista se empeñó en sus tareas de novelista. Vio y participó de la indignación, habló del avance en vez del progreso, de la libertad en vez del liberalismo. También recuperó la defensa de la igualdad y la fraternidad y todos le entendían. Y aplaudían cuando les exigía ejercer su libertad de pensamiento contra el adocenamiento. Con 70 años publicó La sonrisa etrusca, que prolongó el éxito que supuso la aparición de Octubre, octubre, cinco años antes. Y en 1990, con 73, La vieja sirena, con la que recupera materiales de los años cincuenta y sesenta. Él mismo reconocía que como novelista escribió “por necesidad”, porque no podía dejar de hacerlo: “No sé si bien o mal, pero lo he hecho lo mejor que he podido”.
Poemas de la consumación
Vicente Aleixandre recibe el Premio Nobel de Literatura con 79 años, en 1977, “por una obra de creación poética innovadora que ilustra la condición del hombre en el cosmos y en nuestra sociedad actual”. Con 65 años gana el Premio de la crítica por En un vasto dominio y lo vuelve a recibir a los 71 años por Poemas de la consumación. Con 65 también firma una carta dirigida a Manuel Fraga Iribarne, ministro franquista, en la que piden investigar las agresiones y torturas a mineros asturianos y a sus esposas durante la Huelga de 1962. Fraga negó los hechos por escrito y en público. Publica Diálogos del conocimiento a los 76 años.