“No son los lunes lo que odias, es tu trabajo”, escriben Alex Williams y Nick Srnicek en su reciente ensayo Inventing the Future. Postcapitalism and a World Without Work. Editado por Verso Books, sello vinculado a la nueva izquierda desde los años setenta, el libro es un manifiesto que se atreve a pensar en un mundo no organizado alrededor del trabajo y a proponer un plan B para superar este capitalismo que falla como una escopeta de feria.
Su punto de partida es un contexto social que nos duele a diario: recortes y austeridad, un mercado laboral marcado por la precariedad y los trabajos basura, sindicatos atrofiados y partidos políticos que se mueven como títeres tras una pantalla. La visión nostálgica del pleno empleo (y los buenos sueldos) propia de la edad dorada del capitalismo ya no es recuperable. Y basta con mirar alrededor, afirman los autores, para comprobar hasta qué punto la actual inercia marcada por el trabajo minimiza la vida personal y erosiona nuestra salud y capacidad para ejercer de ciudadanos. Lo que ambos nos proponen es parar un momento. Pensar en un escenario alternativo donde no haya que elegir entre la opción mala y la menos mala. Se puede mejorar la calidad de vida, ampliar nuestras libertades y liberarnos del trabajo, afirman.
¿Otra utopía? En estas páginas coinciden citas del escritor de ciencia ficción Arthur C. Clarke con otras de políticos como Pablo Iglesias, pero sobre todo se apuntan medidas concretas: reducir la jornada laboral, alcanzar una plena automatización que nos permita erradicar los trabajos penosos y la creación de una renta universal básica, entre otras.
Hay en ello una proyección utópica evidente porque, como dejan claro Williams y Srnicek en estas páginas, el pensamiento utópico es una influencia fundamental a la hora de imaginar un nuevo escenario, de la misma forma que fue un impulso presente “en el liberalismo original, en el socialismo, en el feminismo o en el sentimiento anti-colonialista”.
Como radiografía de la sociedades actuales, Inventing the Future no puede tener más los pies en la tierra. Se para a analizar (y a tomar distancia de) conceptos nuevos, como las llamadas “folk politics”, cuyo mejor ejemplo sería el movimiento Occupy. En opinión de los autores, las sentadas, las marchas, la ocupación y otras expresiones políticas que implican “la fetichización de espacios locales, las acciones inmediatas y los gestos ocasionales” son “parciales, temporales e insuficientes”. Se pierden en particularidades y se centran en la resistencia, en levantar búnkeres, pero son “incapaces de articular un mundo nuevo”.
Les hemos pedido a Alex Williams y Nick Srnicek que profundicen en cinco ideas sacadas de su manifiesto, apenas cinco excusas para reflexionar sobre lo deseable que sería trabajar menos.
Estar en contra del trabajo no es de vagos
Pregunta: “La demanda de reducción de la jornada fue un componente clave en el primer movimiento obrero”, apuntáis en el texto, y la duración de la semana laboral fue tratada por Lafargue, Keynes o Marx. ¿Qué ha pasado con este debate?
Respuesta: Nuestra sensación es que hubo una ruptura fatal durante la Gran Depresión. Se abrieron entonces dos opciones para responder al paro masivo: reducir la jornada laboral y repartir el trabajo, o bien crear empleo y mantener la jornada laboral. En Norteamérica se optó por la primera opción como respuesta inicial. Se llegó a poner sobre la mesa una legislación para recortar la semana laboral a 30 horas. Pero el mundo de los negocios presionó en la otra dirección y el gobierno terminó cambiando de idea. Y así la posibilidad de resolver el paro a través de semanas de trabajo más cortas se aparcó.
A lo largo de este tiempo ha habido políticas anti-trabajo, pero nunca con una voluntad mainstream
En su lugar, el gobierno de Estados Unidos se embarcó en políticas de empleo. Durante la guerra, la población civil respondió a las largas jornadas demandadas y, finalmente, los acuerdos de posguerra implicaban traer trabajo y capital, todos juntos en consenso. La posguerra llegó a ser definida por buenos trabajos, buenos sueldos, buenas pensiones y pleno empleo. Estaba por tanto a favor del trabajo, más que en contra del trabajo. Y aunque los propios trabajadores han luchado contra él en ocasiones (como lo atestigua Italia en los años sesenta y la oleada de absentismo y huelgas salvajes), los sindicatos han sido pro-trabajo.
A lo largo de este tiempo ha habido políticas anti-trabajo, pero nunca con una voluntad mainstream. Incluso entre la izquierda radical, las personas vinculan su identidad al hecho de pertenecer a la clase trabajadora, en lugar de rechazar la posición de clase desde el principio.
Trabajar menos = trabajar mejor
Pregunta: El actual mercado laboral, agujerado por la precariedad y los recortes, excluye a amplias capas de la población –por edad, raza, género–y empuja al “sobrante” de trabajadores que no puede absorber hacia barrios pobres y guetos, según vuestro análisis. ¿En qué medida trabajar menos nos garantizaría trabajar mejor, nos abre la puerta a un empleo digno y no excluyente?
Respuesta: Todos los que ya están fuera del mercado de trabajo (lo que incluye a los discriminados por género, raza y discapacidad) tienes dos posibilidades. Una es tratar de entrar en el mercado de trabajo y asumir el proyecto de la izquierda tradicional como buenos trabajadores, unidos para construir un mundo mejor. Por varias razones que detallamos en el libro, esto no parece ya una opción viable (y ni siquiera está claro que fuera deseable).
En la naturaleza del capitalismo global está su imposibilidad para producir puestos de trabajo para todos; y mucho menos para producir suficientes empleos dignos. Para grandes poblaciones de los países en desarrollo, los trabajos basura siguen siendo la única forma de sobrevivir. Y el capitalismo no tiene planes de producir millones de empleos nuevos dirigidos a los barrios más pobres. ¡Apenas puede recuperarse de la última crisis!
Por lo tanto, si la primera opción, entrar en el mercado laboral, cada vez es más complicada, entonces nos queda una segunda opción: construir un mundo donde no tengamos que confiar en un trabajo asalariado para sobrevivir. Hay diferentes formas de enfrentarse a este desafío, pero nosotros creemos que la mejor y la más inmediata es utilizando el Estado para ello. E implica reducir la jornada de trabajo, aumentar la inversión en automatización con el objetivo de erradicar las tareas inhumanas y proporcionar una renta básica universal. Estas políticas comenzarían a empujar a nuestras sociedades hacia un mundo post-trabajo, y a permitirnos trabajar menos. O dicho de otra forma, a tener la libre elección de trabajar.
En la naturaleza del capitalismo global está su imposibilidad para producir puestos de trabajo para todos; y mucho menos para producir suficientes empleos dignos
Esto llevaría a la eliminación de los trabajos inútiles, o lo que David Graeber denominó de manera algo inexacta “trabajos de mierda” [aquí en original]. Y también daría lugar a empleos mejores dentro del sistema de trabajo asalariado. Si la necesidad de entregarnos a un trabajo remunerado para satisfacer nuestras necesidades básicas es reducida (o eliminada, que sería lo ideal), el mercado laboral resultante necesitará cambiar para atraer a nuevos trabajadores.
La tecnología no es una amenaza
Pregunta: La automatización y los robots han sido tradicionalmente vistos como una amenaza para el trabajo humano. No es vuestro caso: “Nuestra primera demanda es una economía totalmente automatizada. Utilizando los últimos avances tecnológicos, tal economía tendría como objetivo liberar a la humanidad de la monotonía del trabajo y la producción simultánea de cantidades crecientes de riqueza”. ¿Cómo podemos beneficiarnos de esta dualidad?
Respuesta: De nuevo, estamos ante un dilema clásico. Parece que hay que escoger entre reducir el trabajo y reducir la cantidad de bienes que produce una economía, o bien aumentar el trabajo y aumentar la cantidad de bienes producidos. Sin muchos rodeos: lo primero elige la libertad por encima de la riqueza, lo segundo elige la riqueza por encima de la libertad. Lo que la automatización promete, por el contrario, es eliminar esta división: tener ambas, libertad y riqueza. Por esta razón el desarrollo de fuerzas productivas es tan importante, porque abre nuevas posibilidades a cómo podría ser una sociedad post-capitalista.
Junto a esto, por supuesto, deben venir otras medidas, desde la creación de una renta básica universal a la reducción de la ética del trabajo, así como nuevos tipos de impuestos y, en última instancia, nuevas formas (públicas y democráticamente controladas) de estructuras de propiedad en los negocios. Todo ello combinado comenzaría a transformar el papel que el desarrollo tecnológico juega en la economía, que pasaría de ser una herramienta de los capitalistas a un medio para liberarnos.
Con menos trabajo, también tu vida sería mejor
Pregunta: “Estrés, ansiedad, depresión y trastorno de déficit de atención son respuestas psicológicas cada vez más comunes al mundo que nos rodea”. Las largas jornadas actuales no dejan tiempo para una vida personal ni pública. Pero ni políticos ni empresarios tratan abiertamente estos temas. ¿Cómo superar el cinismo generalizado y poner sobre la mesa el valor del tiempo fuera del horario de trabajo?
Respuesta: Es interesante porque, efectivamente, la mayoría de los políticos no piensan en estos temas, y a la vez es uno de los aspectos más inmediatos de la vida diaria de la gente. La cantidad de estrés que vemos en amigos y familiares es inmensa y hay innumerables estudios que apuntan a cómo la vida contemporánea es terrible para nuestra salud mental. Ha sido alentador, por tanto, ver a Jeremy Corbyn crear un puesto de ministra de salud mental en su gabinete en la sombra. Es un reconocimiento real a lo importantes que son estos asuntos para la sociedad. Reducir estos tipos de estrés es un avance para nuestra vida personal, pero también muy importante para nuestras vidas políticas en colectividad.
Hay demasiada gente harta de cómo están las cosas, pero que no tienen el tiempo, o la energía, o el dinero para intentar cambiarlas
Hay demasiada gente harta de cómo están las cosas, pero que no tienen el tiempo, o la energía, o el dinero para intentar cambiarlas. Creemos que es importante que los movimientos políticos reconozcan el hecho de que el activismo a gran escala solo es posible para un número limitado de personas en la actualidad debido a los compromisos de tiempo y energía necesarios. Involucrar a más gente en el cambio político implica darles el tiempo, la energía y un espacio de reflexión. Caminar juntos hacia un mundo post-trabajo implica hacer una pausa, reflexionar y levantar las estructuras necesarias para construir algo diferente.
Una sociedad post-trabajo no es ciencia ficción
Pregunta: Crear un nuevo “sentido común” es otra medida necesaria, señaláis, haciendo vuestra una cita de Pablo Iglesias. Conseguir que este sea tenido como un debate serio y realista, presente en la agenda política y en los medios. Pero entre las razones que nos impiden pensar en la abolición del trabajo hay algunas culturales, como la “ética del trabajo” o la imagen proyectada desde esos mismos medios: el rechazo al parado, la mofa a costa del pobre, la sospecha de vago. ¿Cuánto tiempo tardaríamos en alcanzar esta sociedad post-trabajo? ¿Hay síntomas que nos permitan ser optimistas?
Respuesta: El proyecto que proponemos requiere tiempo: más de una década para llegar a buen puerto. Pero se pueden ver indicios en todas partes. Los robots van estar cada vez más presentes en el futuro y la amenaza de una nueva crisis económica mundial es muy real. Pero por el momento no hay una fuerza social para llevar a cabo el cambio. Este es el difícil primer paso: reforzar el poder de las personas para que así podamos construir un mundo nuevo.
Como discutimos en nuestro libro, esto pasa por crear una nueva fuerza hegemónica, lo que requiere cambiar el “sentido común” de las sociedades contemporáneas, un sentido común construido hasta ahora alrededor del valor y el significado del trabajo, entre otras cosas.
Ante la posibilidad de que el orden económico mundial se viniera abajo, deberíamos tener ideas y proyectos para colocar en su lugar
Por supuesto, la situación podría cambiar de un momento a otro, nunca se debe subestimar a las personas. Quizá un mundo post-trabajo llegará antes de lo que esperamos. E incluso ante la posibilidad de que el orden económico mundial se viniera abajo, deberíamos tener ideas y proyectos para colocar en su lugar. Hoy en día, por lo menos, los temas de automatización, la renta básica universal y la duración de la semana laboral están en la agenda. Nuestra tarea consiste en determinar qué respuesta daremos a todos estos temas.