Belleza revelada. El amor más allá de convencionalismos. Es el titular con el que arranca la última entrada de uno de los blogs más activos e interesantes sobre Historia e historias del arte, Investigart. El artículo cuenta la historia de una cajita de tafilete rojo de 8 centímetros, cuyo interior guarda un secreto que ha roto la moral de los usuarios de Twitter: los pechos al aire de la imagen que manda en este reportaje. Es un autorretrato, en miniatura.
La pintora norteamericana Sarah Goodridge escondió en su interior, probablemente para esquivar la moral puritana y conservadora de la sociedad del siglo XIX -cuya bandera sólo podía honrar a los colores de la decencia- este fruto de la precisión técnica y la pasión amorosa. Tuvo taller en Boston donde recibía los encargos. Estaba especializada en la miniatura. Conoció al senador Gilbert Stuart, un hombre casado para el que retrató a sus hijos, nietos y cerca de una docena de retratos de él.
En Twitter se permiten desnudos excepto en el encabezado y en la foto de perfil. Lo denuncian los usuarios y la empresa retira el contenido
De la pintura y lo profesional pasan a la tinta y lo personal; la intimidad se desata en una lluvia de cartas y una relación más cercana cuando la mujer del senador muere. La pintora deja Boston y viaja a Washington, en 1828, el año en el que pinta la Belleza revelada, que hoy se conserva en el Metropolitan Museum de Nueva York. Sin embargo, Stuart vuelve a casarse, esta vez con una rica heredera.
En 1852 muere el político (un año después Sarah) y entre sus posesiones encontraron la cajita que escondía los pechos de su amada, que ató en corto la distancia entre ambos con un retrato obsceno y pornográfico a la vista pública del siglo XIX y XXI. La censura de la imagen en el Timeline de la red social desvela que no han pasado los años por la moral.
Vale todo, casi
En Twitter, aseguran a este periódico fuentes de la empresa, “excepto en el encabezado y en la foto de perfil, sí se permiten imágenes de desnudo”. En los términos y condiciones que el usuario debe aceptar para formar parte de esta comunidad se dice exactamente: “No se permite usar material pornográfico o que muestre violencia excesiva en la imagen de perfil, la imagen de encabezado o la imagen de fondo. Twitter puede llegar a permitir ciertos tipos de contenido explícito en los Tweets que estén marcados como contenido multimedia sensible. Si el contenido representa imágenes de muerte que rayan lo gratuito, Twitter podría solicitar al usuario que elimine el contenido por respeto a los fallecidos”.
La empresa también elimina el contenido sensible. De hecho, el procedimiento censor arranca con la denuncia de un usuario, que pasa a ser revisado por Twitter. Si ésta considera que el contenido denunciado es ofensivo lo elimina. Es lo que pasó con el tweet que compartió Investigart para dar a conocer la última entrada de su blog. Fue eliminado por Twitter, tras una denuncia de un usuario (o un grupo de ellos). Trataron de volver a utilizar la imagen, pero Twitter no quería ver los pechos de Sarah Goodridge circulando libremente por la red.
La reacción censora desató a los usuarios que no se sintieron agredidos por el contenido artístico, y con el hashtag #EstoEsArteNoPorno inundaron el chorro de notificaciones con cuadros de desnudos. Desde el Museo del Prado aseguran a este periódico que nunca han tenido problemas con los tweets que promocionan con obras de la colección. El sello de la institución la libra de la desviación moral.
Para el filósofo César Rendueles, el problema grave es que “la censura se ha automatizado”. No hay posibilidad de deliberación. “Lo admisible y lo inadmisible requieren deliberación”.
“A veces se nos olvida que Twitter es una empresa privada y actúa como tal. Sólo nos muestra material no sensible, por defecto”, explica Yolanda Quintana, coautora del ensayo Ciberactivismo. Las nuevas revoluciones de las multitudes conectadas (Catarata). “Las restricciones y las libertades las dicta la empresa. Dejamos nuestros materiales y capacidad de movilización social en manos de empresas privadas. Debemos ser conscientes de ello”, añade.
Antes censuraba el gobierno, ahora te bloquea el distribuidor, una empresa. Es un viejo problema, con nuevas herramientas
La libertad de expresión se construye a impulsos y al margen de las leyes que rigen la vida al otro lado de las pantallas, la real. Las condiciones empresariales son las nuevas normas, que se establecen en función de la moral o un estado de ánimo. Legislar en caliente y en directo; censurar sobre la marcha y de manera espontánea. El siguiente paso es la autocensura, la muerte de la libertad de expresión.
“Hay una imposición en la manera de pensar”, explica Mario Tascón, la otra firma de Ciberactivismo. Antes censuraba el gobierno, ahora te bloquea el distribuidor, una empresa. “Es un viejo problema, con nuevas herramientas”, cuenta. Bienvenidos a la era de las nuevas oportunidades, en la que todo es susceptible de convertirse en “contenido sensible”. Ni siquiera se libró del ojo del gran pájaro azul la Venus del espejo de Velázquez.