"El cráneo de William está todavía ahí fuera. Y vamos tras él". El arqueólogo Kevin Colls, de la Universidad de Staffordshire, se muestra terco y convencido. Ha sido el encargado de liderar la primera investigación sobre la tumba de Shakespeare, sellada a cal y canto desde hace 400 años por respeto a su voluntad. Dicen que el genio era un hombre atraído por lo sobrenatural, y que, además, se daba el placer de ir por ahí bendiciendo y maldiciendo a la gente. Lo confirman las letras de esa lápida suya sin nombre, que rezan "Buen amigo, por Jesús, abstente de cavar el polvo aquí encerrado. Bendito sea el hombre que respete estas piedras y maldito el que remueva mis huesos".
Casi nada: desde entonces no hay quien le respire al sepulcro. Se cierne sobre él un acatamiento rayano en la superstición. Pero ahora, en pleno aniversario de su muerte, quiere aclararse la leyenda que dice, desde hace siglos, que unos ladrones robaron el cráneo de Shakespeare de su lugar de entierro. Regresa la imagen de Hamlet hablándole a la calavera: "Grandes revoluciones veríamos aquí si tuviéramos ingenio para observarlas. Pero, ¿costó acaso tan poco la formación de estos huesos a la naturaleza, para que jueguen con ellos a los bolos? ¡Oh! Me resulta doloroso pensar en eso". Nada que el dramaturgo no haya escrito ya.
Investigación no invasiva
Claro que sería fácil que un comité de expertos abriese la tumba y algunos arqueólogos insignes lo comprobasen por fin, pero ese temor extraño que ejercen las últimas palabras del escritor -según William Hall, dictadas por él- ha llevado a la tecnología del siglo XXI a ingeniárselas para averiguarlo respetando el descanso de los huesos. Lo llaman "investigación no invasiva", y aquí entra en juego el escaneo con radar de penetración terrestre propuesto por Colls.
"Ha sido un honor contar con este permiso", ha asegurado el experto a BBC. "Lo que hemos encontrado ha sido bastante sorprendente". El arqueólogo cuenta que, mediante este sistema, su equipo ha distinguido una extraña alteración en el extremo de la cabeza de la tumba. "Hemos identificado un cambio de material en la tumba. Nuestro descubrimiento indica que ese material extraño fue utilizado para reparar el daño de la sepultura rota". Su tesis es que el cráneo fue, probablemente, robado en el siglo XVIII.
Hemos identificado un cambio de material en la tumba. Nuestro descubrimiento indica que ese material extraño fue utilizado para reparar el daño de la sepultura rota
Colls explicó que los hallazgos coinciden con ciertos detalles de una tesis del robo publicada en la revista británica Argosy en 1879. La publicación contaba que, casi un siglo antes, en 1794 , un ladrón de tumbas robó la cabeza de Shakespeare en la iglesia Holy Trinity en Stratford-upon-Avon. A Colls no le sorprende la desaparición. "En ese momento, el robo de cráneos de las tumbas era una práctica común: o bien los ladrones los querían como trofeo, por dinero; o bien para investigar el porqué de la genialidad del difunto". No sirvió para mantener alejados a los saqueadores ni la inscripción amenazante ni que la lápida no llevase nombre.
Fuera mitos
La expedición liderada por Colls también ha desacreditado varios mitos que rodeaban el entierro, como que Shakespeare fue enterrado en posición vertical o que sus huesos estaban a cinco metros bajo la superficie. También han caído otras historias, como la que aseguraba que el dramaturgo fue enterrado junto con su esposa Anne Hathaway y otros miembros de su familia en una bóveda.
La investigación decreta que Shakespeare está enterrado en una tumba simple y poco profunda, de un metro de profundidad y probablemente envuelto en un sudario o una mortaja. Esto último se concreta en que el georradar no encontrase envidencias de metales en el área de las tumbas -como los tornillos de un féretro-. Sin embargo, Patrick Taylor, el vicario de Holy Trinity en Stratford, confesó a Press Asociation que no estaba convencido de que haya evidencias para pensar que el cráneo del genio haya sido sustraído.
La investigación decreta que Shakespeare está enterrado en una tumba simple y poco profunda, de un metro de profundidad y probablemente envuelto en un sudario o una mortaja
Al más puro estilo "huesos de Cervantes", el equipo también analizó el cráneo que había enterrado en una iglesia cercana -que también se sospechaba de Shakespeare-, pero descubrió que pertenecía a una señora de 70 años que compartió época con él. "Este proyecto ha sido una montaña rusa de emociones", reconoce Colls. El documental del Channel 4 británico, Historia secreta: la tumba de Shakespeare, que se emite este sábado 26 de marzo, presentará todos los resultados de la investigación.
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