José Luis Sanchis (Castellón, 1943) es consultor y experto en márketing político desde 1977 y ha trabajado en 126 campañas electorales, entre ellas las de Adolfo Suárez, Manuel Fraga y Jordi Pujol. Dice no ser "un mago ni un titiritero", sino "un profesional". Sólo tenía 33 años cuando entró por primera vez en la Moncloa con una misión: hacer de Suárez -primer líder de la joven democracia española- un presidente. Sanchis analizó y modeló su lenguaje, sus formas, sus estrategias. Hasta el color de sus calcetines.
En su libro (¿De qué color lleva Adolfo los calcetines?, ediciones Península), el experto ofrece al lector el archivo inédito de la Transición: el que forjó el equipo del presidente para marcarle el camino. Documentos que son predicciones y a la vez diagnósticos. Hoy Sanchis, con la lente panorámica de la experiencia, sigue estudiando la realidad política con el mismo temple aquél, con una prudencia y recato que al votante actual le sabe añeja.
Me muestra su libreta impecable escrita en bolígrafo verde. Cuatro filas: PSOE, PP, Ciudadanos, Podemos. A continuación, todas las posibilidades, como en un ajedrez bien dibujado. No está Suárez, pero las tácticas del parto demócrata tienen mucho de supervivencia.
En primer lugar, me llama la atención del prólogo cuando Aurora Moya dice: "los acontecimientos superan a las estrategias". ¿Cómo resumiría su incidencia en la actuación pública de Suárez y en lo que ha quedado de él en el imaginario popular?
Es muy bueno para definir el contexto del libro: veamos, cualquier presidente del gobierno tiene muchos asesores. Lo único que ocurre es que estos van variando. La gran aportación que creo que nosotros hicimos -el grupo de seis personas que dirigí- es que estuvimos todo el tiempo de Suárez, desde antes de las elecciones del 77 hasta el 23 de febrero. Se centró en el tema político y en el tema de imagen: en lo político en cuanto a ideas para la gobernación del país -tenidas en cuenta, o no- y luego nos preocupábamos de la imagen pública. De cómo su actividad era vista por los ciudadanos.
¿Y si tuviera que decirme un porcentaje de incidencia en el resultado final?
Es difícil. Yo creo que la personalidad de Adolfo era tan grande que él fue el 90% y el resto de gente que le ayudábamos éramos el 1 o el 2%, todos juntos tal vez un 10%.
¿Qué aptitudes de gobierno tenía?
Ahora todo el mundo se impresiona con Obama; antes nos impresionábamos por Tony Blair; un poco antes por Felipe González. Todas esas personas están tocadas por la mano de Dios y tienen carisma, la gracia de Dios. ¿Qué importancia tuvieron ellos? Todas. La gente que está alrededor... la de figurante, acompañante.
¿Qué piensa de las biografías de Suárez de Gregorio Morán? De cómo habla él de su ascenso al poder...
Yo no he leído ningún libro sobre Adolfo Suárez.
¿En serio?
En serio. Es un pensamiento muy buscado y analizado ya. Tengo la imagen de Adolfo Suárez y la realidad diaria de lo que ocurrió. Hay muchas personas que lo vivieron, pero se encuentran contaminadas... han leído libros y reproducen la opinión de Morán. Yo mantengo la imagen de Adolfo que tenía entonces. Se han hecho muchos libros.. sobre Adolfo yo he recolectado prácticamente cien. Todos a posteriori. Claro. Pero no, este documento [coge su libro] es previo a que ocurriera. Aquí está la venida de Tarradellas... esto es el documento que se hizo para Suárez antes de la venida de Tarradellas. ¿Contestación? No he leído el libro. Me ha llegado parte de información lógicamente, pero ni ése ni ninguno voy a leer.
¿Qué actuación de su equipo destacaría en la trayectoria de Suárez?
La Constitución y las dos elecciones del 77 y del 79. La Constitución fue una creación... que luego no la escribió él, lo haría Fraga o Roca o Gregorio Peces-Barba... no tuvo que hacerla él para ser su gran obra. Yo destacaría la recomendación que le hicimos después de la aprobación de la Constitución: que se presentara a una moción de confianza. Pero el hombre prefirió que se celebraran elecciones, y ese fue su gran éxito, puesto que lo que hizo fue tener un resultado verdaderamente espectacular respecto a lo que se esperaba. Como conclusión, poder continuar en el gobierno otros cuatro años, que no llegó a terminar porque en el 81 hubo el golpe de Estado.
¿Piensa usted que esto realmente es una segunda Transición, como algunos la llaman ahora?
Yo creo que la Transición fue algo tan importante que aquella fue la única. De lo negativo a lo positivo, de lo dictatorial a lo democrático. Ya hemos trascendido. Lo importante en el 77 es que no sabíamos si habría guerra civil y si podríamos pasar del posfranquismo a la democracia. La gran casa se construyó en el 77, 78 y 79 y ahora lo que se arreglan son algunas paredes.
¿Y qué le diría usted a aquellos que sostienen que la Transición no fue tan impecable?
No fue un proceso perfecto, es evidente, pero fue. Si alguien habla de la catedral de Burgos y dice que no es perfecta, probablamente es cierto, pero es de las mejores catedrales del mundo. ¿Se puede mejorar? Sí. Pero la Transición fue aquello: una gran obra de arte de España. No quisiera atacar ni ofender a nadie, pero creo que es una muestra de desconocimiento que todos los catedráticos o profesores deberían saber...
¿Qué tenía Felipe González como líder que no tuviera Adolfo Suárez?
El partido detrás. Siempre se dice que cuando hay un gran líder es porque hay un gran pueblo, una situación delicada y una acción correcta. Yo personalmente pienso que esas tres cosas las tuvo Adolfo y Felipe, con una particularidad: Adolfo se lo tuvo que ganar a pulso y conseguir ese resultado mientras que Felipe estuvo apoyado por el partido, la historia, la tradición del PSOE... Ambos tienen ese carisma... es como decir ¿Dalí o Picasso? Qué más da la dirección en que se desarrollen. Están tocados por Dios.
Quizá Adolfo era más audaz, tuvo que jugársela en más ocasiones. Aunque Felipe tuvo dos momentos muy complicados: cuando abandonó el concepto de marxismo y el hombre dimitió como secretario del partido socialista... y el segundo momento está ligado con lo que se ha tocado últimamente... No quiero emplear la palabra... con la acción de la policía con respecto a los GRAPO o con respecto a los etarras. Momentos delicados.
Hablemos de la caída de la imagen de Adolfo Suárez, que usted en el libro fecha en mayo de 1980. Cuando Felipe González propuso la moción de censura...
Fue un momento extremadamente duro. Adolfo venía de ganar unas elecciones en marzo del 79 y en mayo del 80 estaba ya criticado y denostado. ¿Por qué fue eso? Por el partido. Y por el intento de la derecha de que Adolfo abandonara el poder y dejara paso de alguna otra persona que contara con el beneplácito de las fuerzas políticas y económicas de la derecha. Ahí él tuvo que dar un paso adelante, porque a pesar de tener el Congreso a favor, tenía el partido dividido. En enero del 81 dimitió.
Hace poco vi un documental basado en entrevistas de Jesús Quintero que se llama Mi querida España. Ahí habla Suárez diciendo que su vida ha corrido peligro en varias ocasiones y que guardaba secretos de estado que podían ser desestabilizadores para la vida española. ¿Qué hay de ese oscurantismo que se cierne aún sobre su persona?
Sí. Sin duda. Adolfo estuvo en peligro. Ni que decir que la noche del 23 de febrero cuando le sacaron y le llevaron a aquel cuarto, bueno... hay gente que piensa que él corrió un grave peligro. Él nunca lo expresó. Siempre se decía que Adolfo tenía una pistola de un solo tiro y que la llevaba en el bolsillo. El hombre estaba preparado. Por el bien del país más que de su propia vida. Yo le vi en San Sebastián en el año 80 siendo presidente del gobierno... acercarse a una manifestación que estaba protestando por el cierre de un periódico. Entonces el hombre se acercó con una gran valentía para hablar con la gente en un momento en que los muertos por parte de ETA eran bastante habituales. El valor fue una de sus grandes características.
¿Cómo influyó el Alzheimer en la Historia de España? ¿Qué hubiera cambiado si él hubiese hablado?
Llega un momento en el que él está convencido de que su papel político ha pasado. Y el hombre con toda prudencia se retira y evita la presencia en primera línea. Fue a un mitin de su hijo en Castilla y la Mancha y demostró que él tenía una serie de problemas físicos o psíquicos que le colocaban en mala posición. Yo no creo que Adolfo después de retirarse hubiera vuelto a la actividad política.
No a la actividad, pero quizá sí a la manifestación verbal. A contar lo que no se contó.
Sin duda, el testimonio de las personas que todos respetamos influyen en nosotros y lo tenemos en cuenta, pero el tiempo de Adolfo pasó y pasó en el 82, 83... la realidad es que no hubiera influido extraordinariamente en la vida política de España que él hubiera hablado. Ya tenía nuevos líderes. Felipe en el poder, Fraga en la oposición...
¿Le vino bien al Rey Juan Carlos I que Adolfo nunca llegara a hablar o a contar las causas de su dimisión?
Es un tema difícil. Por todo lo que hemos oído, visto... desde que Adolfo no está con nosotros se han producido muchos acontecimientos. Y estos acontecimientos hacen que nuestra imagen sobre Adolfo cambie y es por eso por lo que insisto en que no quiero leer ningún libro de Adolfo.
Bueno, me refiero a que hubo tejemanejes por parte del Rey...
Hubo tejemanejes, sin ninguna duda. Pero prefiero hablar sobre Adolfo que sobre la figura del Rey, que con toda sinceridad, la viví desde cerca pero hace 35 años. Ahora lo que queda es lo que hay ahora. No me atrevo a opinar.
En una de las encuestas que presenta en el libro, dice que el pueblo valora bien a Adolfo Suárez, mejor a Felipe González -por el respaldo de su partido- y aún mejor al Rey.
La figura del Rey siempre... bueno siempre, hasta hace unos años, ha tenido una imagen superior a la de los partidos políticos. Lógico, porque el Rey no tenía que mancharse las manos. Pero yo creo que si lo miramos ahora, hoy la figura de algunos políticos está muy por encima del Rey emérito. Bueno, las cosas cambian. El Rey tuvo un papel en la Transición, pero la Transición fue obra de Adolfo Suárez. Sin el Rey no hubiera tenido éxito, pero, al mismo tiempo, si no hubiera estado Adolfo Suárez ahora no estaríamos aquí, en el sentido positivo. Sin Adolfo Suárez no hubiera habido Transición.
Respecto a su gestión en su momento con Cataluña y País Vasco, ¿qué extrajo de allí y cómo cree que debería tratarse la cuestión hoy?
Lo aplicable es el diálogo. Ahora nadie quiere hablar con nadie. Adolfo era lo contrario: habló con Tarradellas, habló con Pujo, con Garaikoextxea... mira la anécdota que cuento yo en el libro, que un día estuvieron negociando hasta tan tarde tan tarde que, por la mañana, Adolfo Suárez le prestó una camisa. Son tonterías, pero era el hombre del diálogo, estaba pendiente de ti, preocupado por ti. Ahora sólo están preocupados de su ombligo.
¿Qué líder político de ahora mismo cree usted que sería el sucesor de Adolfo Suárez? Alguien capaz de elegir esa posición de consenso y unir a un país fragmentado.
Aceptando que hay grandes diferencias en cuanto a las personas y en cuanto a la situación de la política española, hoy día no hay duda de que los cuatro líderes políticos que están en primera línea, quien más se parece respecto a actitudes y posición es Albert Rivera. Es el más parecido. Y es también quien quiere reivindicar su figura.
Me gusta cuando en el libro cuenta cómo van tomando el pulso al país. Y se ve que en un momento dado, el pueblo está en contra del aborto pero a favor del divorcio... Las sensibilidades de España.
Fue terrible, porque es otro ejemplo en el que él no siguió las recomendaciones que le dimos, sino que hizo todo lo contrario. En España, el tema del divorcio estaba totalmente maduro y, aunque hubiera gente en contra, el país estaba totalemnte preparado. No así el tema del aborto. Pero en la campaña del 79, cuando se grabaron los últimos espacios en televisión, que era gratuita... le indicamos que el tema del aborto mejor pasar sobre él, que es lo que ha ocurrido después con parte del PP y demás. Y él dijo no, no, en absoluto, me voy a centrar en el tema del aborto porque sé que esto preocupa a los españoles. Y más de medio millón de votos le vinieron por aquel espacio en televisión, 72 horas antes de la celebración de las elecciones.
¿Cuál sería, según su experiencia, el mejor paisaje político que cabe ahora mismo?
La limpieza de las elecciones, el diálogo y la capacidad de llegar a acuerdos entre partidos pensando más en los ciudadanos que en ellos mismos... sería la forma. En España no necesitamos grandes cambios. ¡Claro que algún cambio en la Constitución podría ser, pero...! Nada traumático. Los traumas se los comió Suárez. A nosotros nos queda el disfrutar, el asentarnos.
Además de diálogo, ¿qué echa en falta de nuestros candidatos políticos?
Mirar al futuro más que al corto plazo. La inercia nos pondrá en 2017, da igual qué hagan ellos. Hay que pensar cómo será España en 2040.
¿Hay líderes ahora como los de antes?
Ahora la publicidad, el márketing, los medios de comunicación, el día a día influye mucho más que antes. Antes las campañas se hacían cada cuatro años. Y aunque hubiera peleas continuas entre los partidos, la situación era más estable. Para mí, en los últimos tres meses, ha habido un exceso de presencia pública. Los partidos dicen "haremos conversaciones en streaming". ¡Eso es la locura más grande que puede existir! Lo que es imprescindible es el pacto, el consenso. Ceder sin que sea una vergüenza para tu electorado: al revés, cedes por tu electorado.
Desde su visión ya panorámica de la política, ¿qué vaticina que va a pasar?
Estamos a horas, como más, a días, de que se sepa cuál va a ser el resultado. La solución no son las elecciones. Lo mejor sería lograr un acuerdo de gobierno, ¡el que fuera! El que fuera, si se hace con conciencia y con consenso, puede llevarnos a una mejora de la situación. Un pacto de gobierno, probablamente con el PSOE en el centro, bien sea para pactar con derecha o izquierda... dado que los resultados han sido los que han sido, eso sería la mejor solución.
¿Qué líder político actual tiene peor equipo de comunicación?
Lo importante es la política, no la comunicación política. La segunda está al servicio de la primera. La política ha estado mal llevada desde la derecha y de la izquierda, y la comunicación y el estilo creo, con sinceridad, que Podemos no ha dado la talla en cuanto a lo que se esperaba. Hay que tener cuidado: quizá Podemos quiere que las cosas vayan mal. La política en la extrema derecha, si es que la hay, o en la derecha; o en la extrema izquierda, si la hay, o en la izquierda, no se ha llevado con la seriedad de otras épocas.
¿Ha sentido bochorno esta última campaña, le ha parecido esperpéntica?
Sí lo ha sido. Y todo lo malo empezó en aquella rueda de prensa... no es que quiera echarle al culpa a Pablo Iglesias, le quiero echar la culpa a su inexperiencia y a los codazos por salir en el espacio que a él le interesa en el momento en que a él le interesa. A nivel internacional, te diré que yo he estado haciendo campañas en muchos países y siempre existe una tradición: primero habla el que pierde y luego el que gana. Pero claro, aquí se hace todo de cualquier manera. Todo el desastre se ha debido a aquella rueda de prensa que se hizo mientras que el Rey estaba con Pedro Sánchez.
Y probablemente la reacción demasiado rápida de decir "tú me has querido chafar, ahora yo me voy con Ciudadanos", es la segunda de las maldades que han ocurrido. Ni que decir que Rajoy al negar en la forma que lo hizo que él podía intentar formar gobierno... lo estropeó. Me queda nada más la posición de Ciudadanos, que lo hizo francamente bien, tratando de buscar acuerdos... en las últimas horas no ha estado tan bien. Por lo tanto: la comunicación política no ha sido la correcta, más por la política que por la comunicación.