"Sigues siendo el mejor librero anticuario", le dice un cliente -que ya es amigo- a Luis Bardón. El señor se queda en el umbral de la puerta, atónito y feliz tras el aplauso de sus familiares y camaradas: le han preparado una fiesta sorpresa por los 70 años de su librería precisamente allí, en ese espacio mágico forrado hasta el techo de tomos que son reliquias, obras de arte de otros tiempos. La fachada lo deja claro: "Librería para bibliófilos". Paladares exquisitos, alto nivel cultural y -cómo no- carteras que puedan permitirse esos caprichos editoriales. Cuenta Belén Bardón, su hija, que Luis sigue yendo a su templo cuatro horas al día, a pesar de los achaques de salud. Lleva haciéndolo desde los diez años: sonaba la campana de final de clase y corría al rincón de su padre.
"Muchos amigos de mi abuelo aún le dicen 'Si yo te recuerdo con los pantalones así, cortos... merodeando por aquí, tocándolo todo'. Él era muy jovencito cuando murió mi abuelo, tenía como 24 años. Desde entonces sigue aquí", relata Belén. A Luis le gusta contemplar sus estantes repletos, pasar sus dedos cansados por cubiertas y lomos, con mimo. Su colección -que inauguró su padre en 1947- alcanza más de 5.000 ejemplares.
El aniversario de su biblioteca coincide también con el de su autor predilecto, Cervantes, a quien le ha dedicado la vida. Por eso Belén y Alicia -dos de sus siete herederos-, que tratan de vertebrar el legado del oficio familiar, acaban de editar Miguel de Cervantes, IV Centenario 1616-2016, para celebrar a los dos príncipes de las letras -el íntimo, Bardón padre, y el universal-.
Novelas y Persiles
"Mi biblioteca, de toda la vida, y el contenido de mis novelas, desde hace 25 años, deben tanto a Luis Bardón que sería imposible resumirlo en pocas líneas", escribe Arturo Pérez-Reverte en el prólogo del hermoso libro de cubierta azul. "Su eficacia profesional, su sabiduría añeja, su lealtad inquebrantable y su hombría de bien me han deparado muchas satisfacciones y agrandado la deuda inmensa, eterna, que tengo con él". Lo llama "amigo" y alaba sus Quijotes, sus Novelas, sus Persiles, sus Parnasos.
"Luis ha sido y es un mago. Casi sin saberlo. Casi sin quererlo. ¿Acaso imaginó Luis Bardón todas las historias que gracias a su librería, a su búsqueda de ejemplares únicos, extraños, imposibles ha hecho posible en la biografía de cada uno de nosotros?", lanza el presidente de Honor de la Asociación de Cervantistas -y catedrático de la Universidad Complutense de Madrid- José Manuel Lucía Megías. "Hemos reunido todas las ediciones que teníamos desde la primera con la que contábamos, de 1605 -una edición muy rara, de Valencia; la quinta en el cómputo general-. Unas doscientas obras cervantinas de todo tipo: casi una pequeña representación de cada", sonríe Belén.
Hemos reunido todas las ediciones que teníamos desde la primera, de 1605. Unas doscientas obras cervantinas de todo tipo
"La verdad es que Cervantes siempre ha tenido mucha influencia en esta librería. Siempre nos han conocido por ser un poco especialistas o tener mucho fondo del Siglo de Oro. Lo que más nos ha interesado siempre han sido los escritores de esa época y, como padre de todos ellos, Cervantes", explica la heredera. "Yo misma tengo algunos Quijotes en mi casa: de hecho, mi padre en mi boda me regaló la edición de la Real Academia, que tipográficamente es la más bonita, aunque sea de 1780 y no tan antigua... es la primera que hizo la Real Academia. Tiene unos grabados preciosos".
El Quijote interesa a los coleccionistas
Bardón cree que -a diferencia de en la calle, los centros educativos y el Congreso- "en el mundo del coleccionismo antiguo, El Quijote es de las obras que más interés despierta": "Por ejemplo, a la hora de hacer un regalo e introducir a una persona en este universo del coleccionista de anticuario, siempre se regala un Quijote". Belén empezó a estudiar Filología Clásica y acabó coqueteando con Biblioteconomía y Documentación, aunque "este oficio lo aprendes aquí, estando con los libros, dejando que pasen por tus manos...".
Explica que los tomos que más atención llaman en su catálogo son los incunables -esto es, libros editados desde la invención de la imprenta hasta principios del siglo XVI-, "siempre por la antigüedad y no siempre por el contenido, porque hay muchísimos religiosos...". Algunas de sus joyas predilectas son un ejemplar de 1480 de las Epístolas familiares de Marco Tulio Cicerón, otra primera edición incunable de cinco obras filosóficas de Séneca -de 1491- y un tercer ejemplar del primer libro heráldico impreso en España de Fernando Mexia, del año 1492.
Aunque Belén Bardón prefiere no revelar las cifras que estas piezas de coleccionista pueden alcanzar en la venta, sí que subraya que "hay algunas asequibles, de 100 euros": "Depende siempre de ciertas características: si es la primera edición, quién la ha ilustrado, qué particularidad tiene, que esté completo y bien conservado, si conserva su esencia original...". Sabe que la asignatura pendiente de la librería es "abrirse a un público más joven, ampliar las generaciones", pero hay gustos lentos que requieren de suave cocción -o de compatibilidad intelectual y económica-.
Los libros que regresan
"También tratamos con arte contemporáneo y moderno, tenemos libros de tiradas especiales, libros bibliófilos ilustrados por pintores importantes... hay un tapón importante, porque las ferias que hacemos no cuentan con mucha publicidad", confiesa. Hace referencia también a lo endogámico de un oficio tan selecto. "Los libros los adquirimos en subastas, y más bien entre nosotros, que nos conocemos todos... es habitual adquirirlos a través de familias que tienen bibliotecas; cuando se muere el padre hacen herencia y reparten este tipo de libros".
Cuando un libro tiene más de 150 años y su propietario lo quiere sacar del país, tiene que notificarlo y pedir permiso al Ministerio. "Están protegidos por la Ley de Patrimonio: el problema es que, si no te dejan sacarlo, es porque el Estado debería ofrecerse y y quedarse con él mediante subasta. Pero, desgraciadamente, no es así, porque no hay dinero para el tema. No lo compran, pero es que encima lo paralizan", suspira. "Y no hablemos de los plazos del permiso. En Francia son 10 días. Aquí tres meses... o ni siquiera saber cuándo, porque te dicen 'cuando se reúna la Junta'. La Junta, la Junta...".
Reconoce Bardón que hay algo cíclico en la pasión librera. Un regresar, un volver a encontrarse. Claro que los libros tienen algo de viejo romance que viene a la vida en forma de boomerang: "Mira, hay una cosa que se llama 'ex libris', que es 'de quién es el libro', el propietario del libro. Pues bien, mi padre hizo un ex libris suyo, un pequeño sello grabado que colocó a toda su biblioteca. La cosa es que viajando por ahí, o acudiendo a ferias internacionales, nos hemos encontrado con muchos de los libros de mi padre. Ha sido espectacular". Entre el romanticismo y la epifanía. "Recuerdo también algunos Quijotes que vendimos y, cuando sus propietarios fallecían, volvían a nuestras manos".
Noticias relacionadas
- Diez citas para no dormir en la noche de los libros
- Ética y poética de Cervantes según sus herederos literarios
- Las lecciones que Puigdemont aprenderá del Quijote de Rajoy
- Cervantes no fue a misa
- Rapapolvo de Miguel de Cervantes en el Congreso contra el desgobierno
- Daoiz y Velarde, los leones del Congreso, ya son gafapastas
- En la mente de Terry Gilliam hay un Quijote hasta arriba de LSD
- Lecciones de Miguel de Cervantes para ser un ciudadano ejemplar