Fascismo: lo que ocurre cuando se expulsa a la filosofía del aula
Rob Riemen publica 'Para combatir esta era', una alerta contra la amargura y la desesperanza, contra la desidia por las humanidades y lo fácil que se lo estamos poniendo a los fascistas.
3 julio, 2018 10:44Noticias relacionadas
Tres años antes de publicar La peste, Albert Camus lanza su ensayo más importante El hombre rebelde, en el que trata de encontrar el motivo por el que Europa se ha deshumanizado. Y en la última página escribe que los hombres y mujeres europeos “no creen ya en lo que es, en el el mundo y en el hombre viviente”. Asegura Camus que “el secreto de Europa es que no ama ya la vida”. No ama ya la vida. La desesperanza es la grieta por la que se cuela el fascismo para Camus, que pide a la posteridad que nunca deje de amar para seguir resistiendo a ese bacilo mortal llamado “fascismo”.
Redescubrir el amor por la vida es entregarse a lo que “realmente da la vida”, escribe Rob Riemen en Para combatir esta era. Consideraciones urgentes sobre fascismo y humanismo (Taurus). ¿Qué es lo que realmente da la vida, qué diferencia a un demócrata de un fascista? La verdad, el bien, la belleza, la amistad, la justicia, la compasión, la sabiduría. Todo lo que aprendes en la tradición de la enseñanza de las humanidades.
Salman Rushdie señala la moda como una de las maneras que los ciudadanos tenemos de combatir el integrismo. Apliquemos “fascismo” donde el escritor británico dice “integrismo”. “El integrista cree que nosotros no creemos en nada. Según su visión del mundo, él tiene sus certezas absolutas, mientras que nosotros nos sumimos en excesos sibaríticos. Para demostrarle que se equivoca, primero debemos saber que se equivoca. Debemos ponernos de acuerdo en qué es importante: besarse en público, los bocadillos de beicon, las discrepancias, la moda de rabiosa actualidad, la literatura, la generosidad, el agua, una distribución más equitativa de los recursos del mundo, el cine, la música, la libertad de pensamiento, la belleza, el amor. Esas serán nuestras armas”. Más besos en Austria, Hungría e Italia.
Lo que diferencia a un fascista de un ser racional es una educación que ofrece una instrucción moral y espiritual, dice el autor, mediante el cual el individuo puede “convertirse en una persona libre y responsable y que ahora ha sido torcida por los dictados de lo que es útil para los negocios y el Estado”. Sí, no hay buenas noticias. “Estamos a comienzo del fascismo contemporáneo y no debemos compararlo con el fascismo de finales del siglo XX, sino con los orígenes de aquel”. Y aquel se levantó sobre “la traición de las élites”.
Money, money, money
Las clases más influyentes han convertido al ser humano en una masa sin identidad propia, pero con identidad de cliente, votante o espectador. Riemen dice que es fácil descubrir a un fascista: son demagogos que no resuelven nada, criados al calor del nacionalismo, el populismo, el resentimiento y el odio. La fórmula que crece cuando no hay arraigo humanista, cuando sólo hay “valor de mercado”. El grupo con mayor influencia en esta democracia capitalista “ha envenenado a la sociedad con la idea de que ganar mucho dinero es lo más importante de la vida”. Y lo ha logrado socavando el arte, la filosofía o el patrimonio cultural.
La educación es el antídoto contra el fascismo. Por eso crece uno cuando la otra mengua. “La educación ya no está dirigida a formar el carácter de las personas para ayudarlas a vivir en la verdad y crear belleza, a permitir que la justicia se lleve a cabo y a transmitir cierta sabiduría”, explica Riemen. La educación se ha convertido, simplemente, en un instrumento para la difusión de lo útil, es decir, en conocimientos beneficiosos para la economía.
Placer, placer, placer
El ensayista holandés y fundador del Nexus Instituut -un foro independiente de vocacióninternacional creado en 1994 para fomentar el debate filosófico y cultural- habla de cómo esta sociedad se ha entregado a lo kitsch. Concepto antiguo que ahora rescata para explicar que, para el mercado, el placer es la medida definitiva de todo aquello en lo que invertimos tiempo. “La nuestra es una sociedad kitsch, pues en ella el bien más alto, los valores espirituales, es desechado y nuestra existencia entera es vivida bajo el emblema del placer”. Ya saben: ser o tener.
La educación ya no está dirigida a formar el carácter de las personas para ayudarlas a vivir en la verdad y crear belleza, a permitir que la justicia se lleve a cabo y a transmitir sabiduría
El fascismo crece como consecuencia de la crisis de civilización apoyada por las élites, más preocupadas en controlar a las masas que en encumbrar a las personas. “Quien pretende realmente ser un humanista rechaza toda forma de fanatismo y aprende la cortesía del corazón y el arte de la conversación, el diálogo”. Contra la cultura del odio y del resentimiento, la cultura del diálogo. Contra el nacionalismo, la xenofobia, la aversión al arte y a la libertad, aulas con filosofía.
Libertad, libertad, libertad
El autor avisa a los que creían que el fascismo “estaba dormido”: que no ha desaparecido con el fin de la guerra, que pervive, que es la forma de aquellos cuyo único móvil es la ejecución y ampliación de su poder (a partir de tu resentimiento), que esconden un vacío intelectual debajo de eslóganes e insultos estridentes, que se dirán antifascistas… Que lo advirtió Thomas Mann a su público en los EEUU: “Déjenme decirles la verdad: si alguna vez el fascismo llega a EEUU, lo hará en nombre de la libertad”.
Para no repetir una sociedad anegada en odio que el miedo a la libertad y la resistencia a todo lo diferente cultivan (y están cultivándose) Europa debería ser algo más que una comunidad económica. Una comunidad humana, al menos. Porque al negar los cimientos espirituales, al ignorar la cultura y la filosofía, al fomentar “la arrogancia tecnológica”, “hemos permitido que una mentira se erija en orden de la Unión Europea”. Muchas causas y una pregunta: ¿aceptaremos el regreso de la barbarie o lucharemos por el renacimiento de la nobleza de espíritu?