Corren buenos aires para la música contemporánea en Cuba. El deshielo creciente de las relaciones políticas entre Estados Unidos y el gobierno de la isla comunista acaba de escribir un nuevo hito con la confirmación del concierto gratuito que The Rolling Stones ofrecerán el 25 de marzo en la ciudad deportiva de La Habana. Y no es un recital cualquiera: durante muchos años, varias décadas, el rock fue considerado como un vehículo de propaganda del imperialismo occidental por las autoridades revolucionarias cubanas. Caído el telón tropical en el estrecho de Florida, ni el comandante puede ya parar al rock.
Este próximo concierto en La Habana representará un hito para nosotros
El rock, el pop, el jazz y el hip hop continúan ganando terreno en Cuba, pero casi nunca fue así. Y eso lo saben Mick Jagger y Keith Richards cuando, a través de un comunicado oficial colgado en su página web, confirman su presencia en la primavera de La Habana: "Hemos actuado en muchos lugares especiales a través de nuestra larga carrera, aunque este próximo concierto en La Habana representará un hito para nosotros y esperamos que también para todos nuestros amigos en Cuba". Apenas una treintena de palabras que vienen a derrumbar el penúltimo muro de incomprensión contra el que el rock ha chocado desde que la Revolución cubana se alzó con el poder absoluto el primer día de 1959.
El concierto cubano de los Stones coincide en el tiempo con la visita que el presidente Barack Obama cursará a La Habana apenas tres días antes de la llegada de las satánicas majestades. Definitivamente, algo está cambiando en Cuba y Mick Jagger quiere que su música poderosa protagonice la banda sonora del que parece el acercamiento definitivo entre Washington y La Habana. Incluido en su vigente gira latinoamericana Olé 2016 que ahora está llevando a los Rolling Stones por escenarios de Chile, Argentina, Uruguay, Perú, Brasil, Colombia y México, este recital cubano ha sido bautizado Concierto por la Amistad, está apoyado por el Instituto Cubano de la Música y la Fundación Bon Intenshon para el intercambio cultural, y será registrado en vídeo para su posterior edición comercial.
Una aventura imposible
Como en otros tantos ámbitos, la historia del rock en Cuba retrató durante décadas una suerte de maldición para la cultura contemporánea en la isla del caimán verde. Recién llegado al poder el gobierno revolucionario de los hermanos Fidel y Raúl Castro, una de las primeras consignas culturales de los líderes comunistas fue arramblar con cualquier "influencia imperialista" que contaminara a la juventud de la isla rebelde. En Cuba, donde durante medio siglo había florecido una vibrante escena musical nutrida con los ritmos autóctonos y las corrientes más innovadoras del jazz, pronto fue una aventura imposible escuchar a referencias mundiales como The Beatles, The Rolling Stones o Pink Floyd.
Ni su música se pasaba por las emisoras de radio, que siempre fueron una referencia sustancial para la mayoría de seguidores cubanos, ni siquiera se permitía la edición de grabaciones discográficas de artistas occidentales en los sellos nacionalizados por el gobierno. Aquellas músicas fueron etiquetadas como sonidos del enemigo y, ya lo dijo el comandante en su intervención ante los intelectuales reunidos en la Biblioteca Nacional, "dentro de la Revolución, todo. Contra la Revolución, ningún derecho". Desde aquel día 30 de junio de 1961, apenas dos años y medio después de la entrada en La Habana de los barbudos de Sierra Maestra, escuchar rock en Cuba se convirtió en afición de alto riesgo.
En Cuba quedaron varados muchos músicos que vieron extinguirse su forma de ganarse la vida con la canción. Otros, en cambio, optaron por huir de la isla para seguir viviendo de su talento artístico. El imponente pianista Bebo Valdés, la guarachera Celia Cruz, la bolerista Olga Guillot, el sonero Rolando Laserie y hasta el aventajado compositor de la afrocubanía Ernesto Lecuona fueron algunos de los primeros desertores del castrismo cultural. Y luego se marcharían muchos más: Paquito D’Rivera, Arturo Sandoval, Willy Chirino… todos eran conscientes de que la salida de Cuba ya no tendría marcha atrás y, en el plano meramente cultural, que sus obras no iban a ser difundidas en la isla. Hubo que esperar hasta el verano feliz de 2012 para que se levantara el veto radiofónico que impedía sonar música del exilio, según una lista negra cuya vigencia nunca se admitió.
quienes salieron peor paradas fueron las nuevas generaciones de músicos que decidieron, o no tuvieron otra opción, permanecer en la isla
Si hay algo peor que el exilio quizá sea el exilio cultural, la necesidad de verse obligado a salir de Cuba por motivos esencialmente artísticos. Con todo, recuento de víctimas aparte (y muchas no volvieron a pisar jamás el vibrante malecón habanero), quienes salieron peor paradas fueron las nuevas generaciones de músicos que decidieron, o no tuvieron otra opción, permanecer en la isla haciendo frente a la tempestad de la ortodoxia. Y hay varios ejemplos paradigmáticos. Francotiradores de la canción de autor se arrimaron con riesgo al rock en un gesto que el público cubano agradeció con aprecio sincero. Artistas como Santiago Feliú y Carlos Varela no renunciaron a sus querencias roqueras, tampoco a sus formas de vestir con pantalones de cuero negro y camisetas de cierta reivindicación.
No acataron aquella orden no escrita de pulir sus temas de todo contenido contestatario. Feliú cantó En este barrio, una pieza original del vasco Mezo Bigarrena que incluye versos incendiarios: "Uno se hizo maricón, el otro se hizo marino mercante. Aquel cree en la Revolución, mientras su hermano es un traficante. Dicen que quieren rock'n'roll y algunos hasta se fuman un porro". Y Varela, el eslabón que debía continuar la fructífera senda de la generación de trovadores criada en el ICAIC, con Silvio Rodríguez y Pablo Milanés como mascarones de proa, aprendió a transitar por el filo. En su disco Como los peces ya advirtió del riesgo de mezclar política y cultura en Cuba: "Un amigo se compró un Chevrolet del 59, no lo quiso cambiar algunas piezas y ahora no se mueve...".
Versos sueltos aparte, poco cambió en la música de La Habana hasta la llegada del siglo nuevo. Entonces surgieron nuevas corrientes sonoras, como el atlético hip hop que fue uno de los primeros sonidos en saltarse el corsé del aparato comunista. Una canción del dúo de raperos Los Aldeanos se atrevió incluso a aludir sin tapujos al líder supremo de la Revolución. Publicada en 2009, La naranja se picó no hace prisioneros: "Victoria frustrada con la dictadura de Pinocho que empacha con la idea de sociedad culta y socialista, pero amordaza al pueblo y viola los derechos del artista. No voy a hacerme el de la vista gorda con la realidad. Que me censuren y repriman, [pero yo] voy a seguir diciendo la verdad". Más eco a este lado del mar tuvo el grupo Porno para Ricardo, cuyo líder Gorki Águila fue encarcelado durante dos años por presunto tráfico de drogas después de haber mostrado en público su disconformidad por la falta de oportunidades para muchos jóvenes en Cuba.
Abajo la censura, arriba Obama
Poco antes del deshielo, el penúltimo encontronazo entre política y cultura ocurrió en La Habana durante un festival musical celebrado en la tribuna antiimperialista del malecón y que era transmitido por televisión para todo el país. Desde el escenario, el compositor y pianista de jazz Roberto Carcassés, uno de los puntales de los nuevos músicos cubanos, tomó el micrófono para improvisar sobre la situación que viven los jóvenes de su quinta. "Elegir al presidente por voto directo y no por otra vía, con libre acceso a la información para tener yo mi propia opinión, que se acabe el bloqueo y el autobloqueo, por favor y ni militantes ni disidentes, todos cubanos con los mismos derechos", cantó Carcassés. La reprimenda oficial no tardó: el pianista fue suspendido de licencia para actuar y solo la intervención de Silvio Rodríguez logró que la sanción se revocara una semana después.
Nos gustaría visitar Cuba ahora que la situación está cambiando
Así está el patio cubano cuando se anuncia el desembarco de los Rolling Stones, un hito que antes han protagonizado grupos occidentales como Audioslave (en 2005 logró reunir a sesenta mil espectadores en el malecón), los galeses Manic Street Preachers, el grupo brasileño Sepultura y, hace un mes, el líder de ZZ Top Billy Gibbons. Ahora, el concierto de los Stones será realidad en gran modo por el empeño personal de Keith Richards para actuar en La Habana, ciudad que su socio Mick Jagger visitó en octubre en viaje privado.
Hace escasos meses, como antes hicieron Nat King Cole (rey invitado a las noches locas del Tropicana) o Marlon Brando (quien en marzo de 1956 viajó con lo puesto a La Habana para, aseguró, "comprar una buena tumbadora y aprender a bailar rumba"), el guitarrista británico valoró las abundantes aportaciones que Cuba ha hecho a la mejor música de todos los tiempos. Sin ambages, Richards alentó la posibilidad de que su grupo pise por vez primera un escenario cubano: "Nos gustaría visitar Cuba ahora que la situación está cambiando, es un lugar donde se han dado grandes pasos culturales para el mundo entero".