Una semana en la vida de Kanye West es también un curso acelerado para odiar a Kanye West:
1) El jueves 11 de febrero, dentro de la semana de la moda de Nueva York, el rapero hizo coincidir la presentación de su nueva colección para Adidas con la de su esperado nuevo álbum. Horas antes había compartido con su followers los últimos retoques de The Life of Pablo y algunos detalles apuntan a que no está acabado. El desfile es en el Madison Square Garden, con el clan Kardashian y un batallón de amigos arropando a Kanye, que ha prometido a los asistentes que, con su entrada, podrán recibir la descarga del álbum. El acto fue seguido por 20 millones de personas a través de Internet y proyectado en cines de todo el mundo. En España, el periodista Óscar Broc estuvo en una sala de Barcelona y en su hilarante crónica para Beatburguer revive un sarao que tuvo mucho de gatillazo y de boda folclórica, entre primos y pieles, como en un Kanye contra Lola Flores imaginario. Kanye no rapeó ni bailó, se limitó a pinchar sus canciones en el laptop, lo que en comparación es un poco como pasar de puntillas. Al día siguiente, volvió al estudio para hacer cambios en el disco. Más confusión.
2) El sábado 13, tras interpretar dos temas en el programa de televisión Saturday Night Live, West anuncia que ya, que el disco está en la calle, aunque es un decir. En medio de una guerra por la pasta de los servicios de streaming, The Life of Pablo sólo estará disponible en su web y en Tidal, el chiringuito propiedad de su amigo Jay-Z (y en el que Kanye tiene participación, al igual que otros artistas). El álbum “nunca estará en Apple y nunca estará a la venta”, confirmará días después desde su trono en Twitter.
The life of Pablo se convierte en el disco más 'pirateado' del año: 500.000 descargas. Es un hit, pero no está a la venta, titulan en New York Times, asombrados
3) El domingo 14 todo el mundo habla de Pablo. Y sigue el drama: algunos de los que se han suscrito a Tidal y han desembolsado sus 20 dólares no pueden descargar el disco. Tampoco saben nada de él los que compraron la entrada para su desfile. Según Tidal, la versión final del álbum estará disponible en unos días, mientras tanto hay que conformarse con el streaming parcial. “No es el producto final”, se corre la voz de pronto, para despiste de las masas que ya lo están descargando por otras vías. Para entonces, el caos informativo que ha rodeado todo el lanzamiento del disco se ha convertido en un agujero negro y amenaza con tragarse a Mark Zuckerberg, al buitre de Martin Shkreli y a Taylor Swift, que venía cargada de premios Grammy.
4) A partir del martes 16 los medios dan su veredicto (entre cuatro y cinco estrellas, entre el sobresaliente y la matrícula de honor: Kanye es un empollón) y The Life of Pablo se convierte en el disco más “pirateado” del año: 500.000 descargas. Es un hit, pero no está a la venta, titulan en The New York Times, asombrados. Y con razón. Yo ya.
Pero, ¿quién demonios es Pablo?
“Soy un 50 por ciento más influyente que Stanley Kubrick, el apóstol San Pablo, el puto Picasso y Escobar. Un 50 por ciento más influyente que cualquier ser humano, vivo o muerto. No me jodáis”. Alguien grabó a Kanye bramando la otra noche en el SNL y lo filtró, con el posterior huracán de comentarios y titulares. ¿Es alguno de esos el Pablo al que hace referencia el título? La familia del artista malagueño lo ve con buenos ojos. ¿Es un disco de rap cubista?
Lo que hoy conocemos por The Life of Pablo ha sido hasta anteayer un work in progress que se ha alargado más de dos años. Que ha pasado por varios estados y nombres (So Help Me God, Swish, Waves), por un goteo continuo de colaboradores que entraban y salían del estudio y por cambios en el listado definitivo de canciones. Un disco en el que West decía apostar por un trabajo lento, sin hypes, y que ha comparado con una pintura. Y en la que todavía hoy cabe que siga introduciendo cambios. Tras su desastroso lanzamiento, estos días se siguen filtrando diferentes versiones de algunas canciones y colaboraciones inéditas, lo que subraya la sensación de que estamos ante un disco interminable. Según el artículo del New York Times, puede que Kanye tenga un plan de lanzamiento del que solo hemos visto la punta, lo que incluiría finalmente una edición física de lujo. ¿Cuándo? Eso solo lo sabe EL ARTISTA.
Kanye sigue orbitando en The life of Pablo alrededor la idea de arte y la figura del artista: quiere ser reconocido como un renacentista del siglo XXI
Kanye sigue orbitando en The life of Pablo alrededor la idea de arte y la figura del artista. En esto es un vehemente: ser reconocido como un renacentista del siglo XXI. Como poco. ¡Como Warhol! ¡Más grande que Walmart! Intocable en la música, genial en la moda, qué más: durante su desfile anunció que está trabajando en un videojuego que narra la ascensión de su madre a los cielos, titulado Only One, que es lo que significa “Kanye” en swahili.
El desaprendizaje de Kanye West
El problema de odiar a Kanye es que su currículum musical es intachable. Cada uno de sus discos (siete en doce años, ocho si contamos Watch the Throne junto a Jay-Z, además de producciones para otros y colaboraciones) consigue trascender en el oyente y todos tienen ese algo de objeto bello y verdadero, irresistible, sincero. Crecido en Chicago, hijo de un fotógrafo y una profesora universitaria, West se dio a conocer con una trilogía cum laude sobre su desaprendizaje y posterior “graduación”, un proceso que comenzó cuando dejó la universidad (en contra el consejo de su madre y con la habitual presión de la sociedad) y apostó por seguir su instinto como rapero y productor. Después se ha centrado con disciplina de monje en álbumes conceptuales que giran alrededor de grandes temas, en los que no ha tenido ningún miedo de pasarse con la ambición, la excentricidad y la exigencia artística, como son 808s & Heartbreak, My Beautiful Dark Twisted Fantasy y Yeezus.
Lo del rapero cubista es una boutade, pero algunas técnicas de collage sonoro empleadas por West volverían locos a muchos de los viejos vanguardistas. Creación por apropiación. Ejercicios de corta y pega en los que “copiar” adquiere diferentes significados, incluidos la reinterpretación y el homenaje. La vida de Pablo es una habitación cubierta de espejos irregulares, con Kanye reflejándose en otras voces y en sonidos de ayer (Famous o 30 hours, en la tradición festiva y eufórica del primer West) y de pasado mañana (la muy post-punk Feedback, más cercana a Yeezus). Épico en su eclecticismo, es un disco que salta sin miedo del góspel a la electrónica y en el que está registrada la participación de un centenar de personas.
En los créditos de álbum puede consultarse la lista de colaboradores: Kendrick Lamar, Rihanna, The Weeknd, André 3000, Chance the Rapper...
En los créditos del álbum puede consultarse la lista completa de colaboradores. Entre los más visibles, Kendrick Lamar, Rihanna, The Weeknd, André 3000 y Chance the Rapper. Y los samples usados: fragmentos de Nina Simone, Arthur Russell, Pastor T. L. Barrett, Goldfrapp y la banda sonora de Street Figther II. También del propio Kanye West (“Wake Up Mr. West”) y de sus hijos porque este es, por extensión, un disco sobre su evolución como artista.
Yo, yo y yo mismo
Mira, por ahí viene Kanye hablando de sí mismo en tercera persona.
Una de las primeras canciones de The Life of Pablo en viralizarse ha sido I Love Kanye. En ella, el rapero se entrega a su último delirio egocéntrico, para espanto de sus haters: Kanye cantando a Kanye. Kanye quejándose de que le gustaba más el antiguo Kanye. “Te quiero como Kanye quiere a Kanye”, rapea Kanye. La canción en realidad es un meme en formato audio. Es de hecho la respuesta a uno de los memes más populares del que ha sido objeto el rapero. ¡Y ahora Kanye está a los mandos de su propia parodia!
Como han subrayado algunos críticos, bajo la aparente frivolidad de este tema de menos de un minuto de duración se esconde parte de la tensión del álbum: quién es Kanye entre todas esas imágenes que él mismo ha ido alimentando a lo largo de los años. “And now I look and look around and there's so many Kanyes”, canta delante de todos esos espejos, frente a su peor enemigo, los kanyes chungos. Y le da la vuelta: del Kanye-ama-a-Kanye al Kanye-contra-Kanye.
¿Kanye sí o Kanye no? Hm, depende de qué Kanye. En su condición de miembro de la Escuela Morrissey Para Grandes Bocazas, hay sitio para lo mejor y para lo peor en sus intervenciones públicas. Algunas de sus primeras salidas de guion fueron magníficas. En 2005 aprovechó la emisión en directo por televisión de un concierto benéfico por el Huracán Katrina para denunciar la forma en la que los medios de comunicación mostraban a los negros durante el desastre (básicamente: saqueando) y afirmar que “Bush no se preocupa por los negros” (“Who gave Saddam anthrax? / George Bush got the answers”, rimaba por entonces en Crack Music). Ese mismo año, en una entrevista para la MTV, hizo un alegato en contra de la homofobia en el hip hop, un movimiento impensable en ningún otro rapero.
La vida de Pablo se parece mucho a la vida de Kanye. Ambas vibran ante contradicciones y tensiones similares. El arte o la vida. La fama.
Pero con el tiempo cada vez resulta más difícil justificarle. El bochorno en estos días en los que hemos tenido que estar pendiente de sus actos ha sido constante. Ha confesado en las redes sociales, sin credibilidad alguna, que tiene una deuda millonaria (!), para luego pedir al dueño de Facebook que financie su creatividad y hacer así del mundo “un lugar mejor” (!!). Las pullas a Taylor Swift, tan infantiles, tan feas y condescendientes, tan de pataleta, no han estado a la altura de alguien que se jacta de retratar a las mujeres con personalidades complejas.
¿Sí al viejo Kanye? Pero es que el nuevo hace una música increíble.
La vida de Pablo se parece mucho a la vida de Kanye. Ambas vibran ante contradicciones y tensiones similares. El arte o la vida. La fama. Materialismo versus autenticidad. Ser o no ser Kanye West, emperador romano u osito de peluche de Louis Vuitton. ¿Están sus desvelos a la altura del Hamlet del rap? ¿O estamos ante un falso debate? Por lo excelente y lo peor: sí y no a Kanye West. Seleccionarlo por partes es la única manera de digerir al monstruo sin morir del atracón.