Socorro, es una pelvis moviéndose. Se zarandea de dentro hacia afuera, de fuera hacia adentro, con descaro. Es un culo frenético, un vientre enloquecido. Las rodillas flexionadas, las manos sobre las caderas. Tapen eso, párenlo. El twerking es una danza femenina que insulta, porque tiene eso de burlón de pato poseído y aquello tan molesto de mujer libre que se divierte. Es como el perreo del reguetón, pero absorbe influencias africanas occidentalizadas en los 90. Es tribal, enfermizo, está desatado. Poseído por fuerzas vibrantes que empiezan en el abdomen y acaban en el trasero recorriendo la zona genital. Celebra el rebote como si no hubiera un mañana, se mezcla con el hip hop. Es una provocación canalla, un ultraje a las buenas formas, a la rectitud de las señoritas decentes. Ha sido prohibido en decenas de escuelas de baile de EEUU.
El twerking ofende, igual que casi cualquier exhibición de la anatomía femenina que se aventure a algo más que a cruzar las piernas y sorber el té. Es el meneo que chirría en los MTV, el que lanza a Rusia al debate nacional, el que pone a arder las redes sociales. Ya Beyoncé desvirgaba el término en su canción Check On It en 2006, Rihanna lo incluía en la coreografía de su vídeo Pour It Up en 2013 y Miley Cyrus lo llevaba a su punto álgido frotándose a medias con Robin Thicke y a medias con un dedo gigante de espuma. Pero ahora el twerking ha llegado más lejos: censura -y cancela- conciertos en Misisipi.
No era la primera vez que la ciudad de Hattiesburg acogía un espectáculo de Freedia. Es una artista hip-hopera de Nueva Orleans y la carismática estrella de un programa de televisión, ha colaborado hasta con Beyoncé y la conocen como "la reina del rebote". Lleva más de 15 años acuñando un estilo que se mueve entre latidos rápidos y voces de llamada y respuesta. Sus bailarines la imitan como en un juego de espejos: todos colocan las manos en el suelo, se ponen en cuclillas y menean el trasero.
No podían imaginarse que el concierto de enero en Misisipi iba a ser distinto a todos los anteriores celebrados allí y a los shows ofrecidos en tantos otros Estados. En esta ocasión, los funcionarios encargados del Control de Bebidas Alcohólicas de Misisipi coartaron su actuación esgrimiendo una ley que, a pesar de llevar 30 años vigente, nunca había ejecutado para un concierto y que impide que confluyan shows ligeros de ropa con bebidas alcohólicas de alta gradación -tal y como ha informado The Guardian-. Eso sí, las cervezas están permitidas. Todas las que usted desee.
Los funcionarios del Control de Bebidas Alcohólicas de Misisipi esgrimieron una ley que, a pesar de llevar 30 años vigente, nunca se había ejecutado para un concierto
La normativa se creó para evitar que los clubes de streaptease vendiesen licores fuertes, pero el devenir de la vida ha creado el twerking y las autoridades lo consideran también "entretenimiento para adultos". ¿Las directrices a seguir? "No puede usar tanga. Debe mantener cubierta la hendidura de las nalgas. Y no se puede simular un acto sexual". Estas fueron las palabras empleadas por Rusty Hannah, el jefe de la unidad que detuvo el evento.
¿Por lesbiana?
Ben Shemper, el dueño de la sala La caja del dólar -donde iba a tener lugar el show de Freedia-, ha asegurado que uno de los agentes amenazó con clausurar el concierto -de más participantes- si lo seguía liderando Freedia y llegó a decir que cerraría su club durante un año. También otros bares de Hattiesburg sufrieron durante el mismo período amenazas de multa por ofrecer bailes de dudosa moralidad que no se encuadran directamente en el streaptease.
Freedia, ante la definitiva cancelación de su show, se disculpó con sus fans de Misisipi y les explicó la situación. Un fan local explicó a The Guardian que cree que los motivos son otros: "Me parece que Big Freedia fue atacada por ser lesbiana". La artista ha declarado al medio británico que "todo es una mierda falsa" y que "no importa de dónde provenga la censura": "Moverse con el culo temblando es la cultura de la música de rebote. No sabía que el twerking violaba enmiendas de nadie: tenemos derecho a ser lo que queremos ser y a bailar como queramos bailar".
Penes rotos
La censura se ceba con el twerking igual que se alimentó de otros géneros antes. Todos tienen algo en común: generan incomodidad porque la mujer hace un uso libre de su cuerpo y maneja a su antojo las posibilidades de su sexualidad. Luis XIII de Francia prohibió el vals: agarrarse así era lascivo. Le hizo caso California -hasta 1834- y ciertas zonas de Suecia y Alemania. También el Charleston fue eliminado de muchas salas de baile de Londres poco después de su aparición en 1920: era vulgar que una mujer se acortase la vestimenta y disfrutase del alcohol, el jazz y el movimiento ágil de pies.
El daggering triplicó en Jamaica el número de ingresos hospitalarios por penes rotos hasta que se prohibieron los vídeos con este contenido
Más contemporáneo es el daggering, un movimiento surgido en las salas de baile de Jamaica en el que el trasero de la mujer se coloca sobre la zona genital del hombre y simula una relación sexual anal y frenética. Un diputado de Reino Unido alarmó sobre este baile cuando vio que los niños lo reproducían. En Jamaica el tema llegó a ser doloroso para el sector masculino: se triplicó el número de ingresos hospitalarios por penes rotos... hasta que las canciones y los vídeos con este contenido se prohibieron. Rihanna, Beyoncé y Miley pusieron sobre la mesa las cartas, pero no inauguraron los tabúes: el baile sin complejos, la reminiscencia sexual... y hasta el propio cuerpo humano.