Berlín

Bernhard Enste (Maguncia, 1948) atiende al nombre artístico de Komet - “Cometa”. Reconoce que aún no está del todo despierto a las once y media de la mañana, momento en que recibe a EL ESPAÑOL en un coworking de la zona berlinesa del Kreuzkölln – la frontera de los distritos de Neukölln y Friedrichshain-Kreuzberg. Komet vive mucho de noche y por las mañanas necesita un buen café.

En Berlín se le conoce por su asiduidad en los clubes de música techno. Cariñosamente, de hecho, aquí lo llaman el “abuelo del techno”. Un término que le describiría mejor bien pudiera ser “margivagante”, por ser una figura marginal y extravagante a partes iguales. Este hombre criado en una familiar católica de seis hermanos dejó su actividad profesional como carpintero hace años para dedicarse al arte multidisciplinar. En Maguncia ya se le conocía por haber acumulando material, que él describe como “el que dejan a su paso los cometas”, pero que consistía – y aún consiste – en objetos acumulados de todo tipo.

A Berlín llegó hace algo más más de una quincena de años, tiempo suficiente para que ahora todo el mundo en la escena techno lo conozca. Recientemente, un grupo de jóvenes interesados en hacer política lo contactó para que les ayudase a movilizar a los desinteresados de la gestión de lo público. Así es cómo Komet se ha convertido en una de las caras más atractivas del flamante Partido de la Responsabilidad, la Honradez, el Respeto y la Decencia, que atiende a las siglas alemanas VERA. En sus filas, Komet espera politizar la célebre escena techno de la capital germana.

“Me gustaría que hubiera más gente mayor en contacto con los jóvenes. ¡Yo soy uno de los pocos que lo hace, maldición!”, exclama. A sus 67 años, y una vez que el café comienza a surtir efecto, Komet derrocha energía. Parece un veinteañero con ganas de cambiar el mundo.

¿Cuál es su implicación en la fundación del partido VERA?

El partido lo han fundado unos amigos desde hace un año o así. Está formado por gente que se ocupa, entre otras cosas, de lidiar con multas en el área de lo laboral o de esos chavales que van a prisión por haber incumplido unos diez minutos el derecho que tienen de viajar en el transporte público de Berlín. Cuando tenga más tiempo, tengo en mente hacer una página de Facebook dedicada a este tema. Pero esto será después de viajar este verano al festival Burning Man (en el desierto de Nevada, Estados Unidos, ndlr.).

¿Es seguro entonces que irá al Burning Man? ¿Ha funcionado la campaña de Crowdfounding para hacer posible ese viaje?

Iré al Burning Man. Da igual cómo, e independientemente de la campaña de Crowdfounding lanzada por unos amigos. Yo no estoy muy a la última en esto de Internet. Pero lo que sí sé es que el Crowdfounding publicita mi presencia en Burning Man. Allí haré honor a mi apellido, Bernhard, que puede traducirse del alemán como el “hombre quemado”.

Esa página de Facebook de la que habla usted. ¿La hará usted mismo?

Espero colaborar con alguien que conozca Internet mejor que yo. Hay que hacer algo. Estamos hablando de miles de personas. Desde haces años están siendo enviados a prisión. Es algo muy malo. Yo sé lo que es estar en prisión.

Komet en un momento de la entrevista con este periódico. S.M.M.

¿Puede explicarme cómo fue esa experiencia suya?

He estado allí, en dos ocasiones. Una vez fueron tres días y otra ocho días. Y he visto cómo es la vida en prisión. Fui porque quería ver como era.

¿Sólo para ver cómo es la vida en prisión?

Sí, para saber exactamente qué pasa en prisión. Soy un hombre mayor, ya no trabajo y puedo hacerlo.

¿Forma parte esa experiencia de su vida artística?

Sí, la idea era mostrar cómo alguien puede convertirse en preso. Soy un performer, yo hago de mi vida una performance. Quiero hacer de mi vida una obra artística.

¿Desde cuándo se dedica usted a ese proyecto?

Desde hace mucho, desde que en 1988 cumplí 40 años. Ahora cuando vaya al Burning Man cumpliré allí 68 años. Otra vez seré un sesentayochista. Ya lo fui en 1968. Entonces tenía 20 años [risas].

Entonces, su proyecto artístico y vital comenzó en Maguncia.

Así es. Allí tenía un almacén, me hice un nombre a través de mi gran almacén, de 1.000 metros cuadrados. Allí acumulé toneladas de cosas, de material. Lo tomé como acumulador de cosas que luego las exponía.

¿Tiene usted una formación de artista?

No, el arte sale de dentro de mí. Yo soy un carpintero y hago marcos para cuadros y fotografías. Me gusta trabajar con mis manos. Soy un yonqui del trabajo manual. No paro de hacer marcos. Tenía en Maguncia tanto material que mi mudanza hasta Berlín duró tres años. La hice con dos coches y dos grandes remolques. En Maguncia tenía una gran casa, tenía dinero. Tenía muchísimo material.

Pero aquí en Berlín se le conoce sobre todo por su presencia en la escena de la música techno.

Claro, existe esa relación entre el techno y yo. Pero es una relación entre la música en general y yo. No sólo la música techno. Yo he tocado el violín y hasta he dado conciertos. La música, en general, me interesa. El techno es, para muchos, “bum, bum, bum, bum, bum, bum, bum”. Puede verse así, pero el techno bueno, el que yo pienso que es bueno, es un techno melódico.

¿Y qué música escucha usted en su casa?

Cuando estoy en casa apenas escucho música. Tengo muchos aparatos en casa que servirían para hacer música, pero no funcionan. Nunca los tiré porque costaron mucho dinero en su día. Cuando algo que poseo se rompe, no lo tiro con facilidad. No soy ningún coleccionista, soy como un cometa que deja tras de sí una gran cola de cosas. Yo tengo mucho material, pero también regalo, presto y recibo. En este sentido me interesa la materia, en cualquiera de sus formas. Mi arte consiste, en la mayoría de los casos, en recopilar cosas tiradas en la calle. Paralelamente, pinto y hago marcos para cuadros.

Hay que votar, es necesario. Está en juego el planeta. Antes había poblaciones que se degradaban desde un punto de vista ecológico. Ahora es el planeta entero.

Pero ahora también hace política. ¿Cuál es el punto de partida?

La política es la vida de las personas que viven juntas. Personalmente, cuando era joven, nunca me interesé por la política. Nunca voté. Pero hoy sí me interesa. Hay que votar, es necesario. Está en juego el planeta. Antes se podía observar que había poblaciones que se degradaban desde un punto de vista ecológico. Pero ahora es el planeta entero. El mundo entero se ha conectado de forma que vivimos en un planeta que es como un pueblo global.

¿Cómo fue el inicio de la colaboración con el partido VERA?

Mis amigos me dijeron: “¡Komet, amigo! Tú eres conocido en todo Berlín. Queremos hacer política contigo. ¿Vienes?”. “Pues claro”, respondí.

¿Puede explicarme qué es VERA?

Somos un partido pequeño que quiere hacer política en Berlín, una ciudad de cuatro millones de habitantes. La idea es mostrar que Berlín puede ser diferente. Somos una ciudad que es referente mundial, todo el mundo viene aquí. Berlín es un símbolo.

¿Por qué hacer política ahora?

Tenemos que trabajar políticamente en Berlín para tratar de ayudar a las personas que lo necesitan, como los refugiados.

¿Qué le falta a la política en Alemania?

Sobre este tema, yo sigo lo que dicen mis compañeros en el partido. Siempre pensamos en lo que falta. Ahora bien, en VERA pensamos, por ejemplo, que faltan más carriles para las bicis en Berlín. Queremos cambiar un poco la ciudad, porque los políticos han perdido el contacto con los ciudadanos y ya no saben lo que éstos necesitan. Por ejemplo, hoy día se financia con miles de millones a la industria del automóvil, y no se piensa lo suficiente en los carriles para las bicicletas. ¿Cómo es eso de que el Gobierno planea ahora ofrecer 4.000 euros por la compra de un coche eléctrico nuevo, mientras que no hay fondos para que haya más carriles bici?

Su implicación en VERA resulta de la amistad con sus fundadores. La amistad ya le ha llevado a establecer otras sinergias en muchos otros proyectos.

Cada uno es bueno en lo que es bueno. Cuando voy a un estudio de grabación en el que se está haciendo música, no hago nada que no sepa. Ahora, en política, estamos promoviendo a gente muy competente para jugar un papel político. Pero es que uno no es sólo performer, ni artista, ni músico, ni miembro de VERA. Uno se multiplica gracias a los amigos.

Siempre estoy buscando amigos, ya tengo 810.000 contactos en mi teléfono. Me gusta lo moderno pero me gusta igual que me gusta el bosque, los campos, el sol

¿Cómo hace usted sus amigos con los que llevar a cabo tantos proyectos? Hoy en día hay mucha red social, pero usted dice que no está muy al día con la tecnología.

No tengo ordenador. Hace un año o dos me regalaron un ordenador que todavía no controlo del todo. Eso sí, estoy en Facebook a través de mi teléfono móvil. Tengo 5.000 amigos y esperan serlo otros 10.000. Pero el mundo digital no es un mundo digital si no hay personas implicadas en el mundo real. Cuando hablo con alguien con mi smartphone, sí, hay comunicación digital, pero, en realidad, son dos cerebros los que están en contacto el uno con el otro. Por eso siempre estoy buscando amigos, ya tengo 810.000 contactos en mi teléfono. Me gusta lo moderno pero me gusta igual que me gusta el bosque, los campos, el sol y la naturaleza.

Angela Merkel y su Unión Cristiano Demócrata (CDU) hablan mucho de la unión de generaciones. ¿Tiene usted una opinión sobre esto?

En VERA no nos concentramos en cuestiones nacionales, sino locales. Estamos concentrados en Berlín y lo que diga Angela Merkel no nos importa mucho. Lo nuestro es pensar global, y gestionar local.

¿Cuál es su papel en VERA?

A mí me han llamado para movilizar a los jóvenes que no votan. Saben que a mí me conoce mucha gente por mi presencia en los clubes. Pero estamos hablando de un gran grupo de electores. Y para esos electores no hay gobierno. No gobiernan para ellos ni la CDU ni el Partido Socialdemócrata (SPD). Estos partidos no se parecen en nada a Berlín, que es una ciudad joven, creativa y vibrante.

¿No ha pensado usted en eso de ser canciller?

¡Claro que no! [risas]. Quiero seguir siendo un performer, aunque claro, en política también hay un elemento de performance. Todos somos actores, de un modo u otro. De hecho, he participado en películas. Estuve incluso invitado en la Berlinale. El canal franco-alemán Arte hizo un documental sobre mí este año. Lo emitirá a principios de octubre.

¿Cómo ve usted la campaña para las próximas elecciones del Land de Berlín, que tendrán lugar el próximo 18 de septiembre?

No nos gustan las palabras campaña o batalla electoral, porque son palabras que nos aíslan, nos sitúan en una trinchera. No queremos utilizar el vocabulario típico de la política.

Pero entonces, ¿cómo y dónde presenta usted las ideas de su partido? ¿En los clubes de música techno?

Exactamente. Esa es la idea. Queremos liberar la política en Berlín. Por ejemplo, en la política de hoy se ríe poco. A veces uno se ríe, pero de modo constreñido, y la risa debe ser algo liberador. Uno debe generar adrenalina. Tener agujetas en la barriga el día después de reír.

Si antes de cada sesión en el Parlamento se escuchara algo de música, y los parlamentarios pudieran bailar tres, cuatro o cinco minutos, para relajarse, entonces nos iría mejor

¿Me puede explicar cómo va a hacer campaña en los clubes de Berlín? No son el lugar ideal para hablar. La música está a un volumen muy elevado.

Sí, cuando estamos de fiesta, a veces la música está tan alta que uno no puede hablar. Hay que acercarse a la oreja del interlocutor y gritar cosas como: “¡Mañana tengo una entrevista con un periódico español!”. Pero, por lo general, para mí, la comunicación es movimiento, porque permite mostrar como se encuentra uno, bien, mal, lo que sea. Bailar es para mí un lenguaje en sí, siempre lo fue.

Entonces el desafío es politizar ese lenguaje que se habla en los clubes.

Así es. Pero ya le digo algo, si antes de cada sesión en el Parlamento se escuchara algo de música, y los parlamentarios pudieran bailar tres, cuatro o cinco minutos, para relajarse, entonces nos iría mejor. [risas]. Lo digo totalmente en serio.

Los pensamientos son energía. De alguna forma, los seres humanos somos música y energía

¿Y qué música pondría usted en el Parlamento?

Me gustaría escuchar Beethoven, Mahler, o Brahms. Ésta es música que también se puede bailar. A mí no me gusta eso de que esa música haya que escucharla sentado. Yo creo que a Beethoven le hubiera gustado saber que, dos siglos después de sus composiciones, los hay que bailan con su música.

¿De dónde saca usted su energía para seguir haciendo proyectos con casi 70 años?

De la música. La música es energía. Todo el mundo lo sabe. En el Burning Man vamos a hacer música con nuestros pensamientos gracias a un equipo de técnicos y de neurólgos que habrá presentes allí. Los pensamientos son energía. De alguna forma, los seres humanos somos música y energía.

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