“Nótese que he trasnochado, costumbre muy nuestra antes de un concierto”. Al otro lado del teléfono está Sebas Puente Letamendi (Zaragoza, 1979), cantante, guitarrista y letrista del célebre grupo Tachenko. Me pongo en contacto con él para sondear la reacción del mundo de la música tras la última polémica en que se ha visto envuelta la SGAE. Su respuesta no decepciona: “Nunca me ha interesado mucho este tema, aunque sea parte interesada. Para autoengañarme pienso en Bukowski, que cuando tenía que hacer papeleos costosos o labores que le traían de cabeza lo mandaba todo a la mierda, aunque le costase pasta. Hace ya meses dejé de alegrarme al mirar los cheques que iba recibiendo. Pasé a preocuparme por el porcentaje que no estaba recibiendo. ¿Y qué hice para averiguar lo que sucedía? Nada. Abrir una cerveza y cobrar el cheque a la mañana siguiente. Una pena”.
Como Sebas señala, de porcentajes va precisamente la cosa. En el año 2014, y en virtud de una denuncia anterior interpuesta por la Asociación de Promotores Musicales, la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) prohibió a la SGAE el cobro del 10% del precio de las entradas en los conciertos, estableciendo además una sanción de 3,1 millones de euros por actuar de forma contraria a la competencia.
Como consecuencia de la prohibición, la SGAE redujo la tarifa y comenzó a cobrar el 8,5% de la entrada, interponiendo además un recurso contencioso-administrativo ante la Audiencia Nacional contra la resolución. En el mismo se solicitaba la suspensión de la prohibición alegando que, en caso de que prosperase el recurso, y debido a la delicada situación en la que se encuentran las empresas promotoras en España, sería imposible recuperar la diferencia no cobrada, es decir, un 1,5%.
SGAE redujo la tarifa y comenzó a cobrar el 8,5% de la entrada, interponiendo además un recurso contencioso-administrativo ante la Audiencia Nacional contra la resolución
La Audiencia denegó la petición argumentando que si permitiese a la SGAE cobrar un 10% de la entrada de los conciertos se produciría una “explotación abusiva de la posición de dominio que en el mercado mantiene la entidad sancionada”. Ante la negativa, la SGAE recurrió ante el Tribunal Supremo, quien acaba de desestimar su solicitud fundamentando su decisión en los “intereses de terceros que merecen protección”, los cuales verían perjudicada su estabilidad financiera si se aceptase “la aplicación de tarifas del 10% sobre sus ingresos”.
Los promotores
Esos terceros son los promotores de conciertos. Son los que, en caso de que la Audiencia resuelva el recurso en favor de la SGAE -acaba de denegar la petición de suspender la prohibición pero el proceso sigue abierto-, serían incapaces de devolver ese 1,5% que no están pagando. Es decir, las personas o empresas que se encargan de contratar a un grupo, alquilar un recinto y organizar el desarrollo del espectáculo.
Porque un 1,5% de una entrada no es mucho para el bolsillo del particular. En el concierto de Muse, en Madrid la pasada semana, por ejemplo, ese porcentaje puede suponer una diferencia de aproximadamente un euro. De los 60 euros de una entrada cualquiera, a la SGAE se han destinado 5,1 euros en lugar de 6, ya que no puede cobrar el 10% debido a la prohibición de la CNMC y está cobrando un 8,5%. Pero si sumamos ese 1,5% de los 15.000 asistentes al concierto, el resultado son 13.500 euros.
De los 60 euros de una entrada cualquiera, a la SGAE se han destinado 5,1 euros en lugar de 6. Pero si sumamos ese 1,5% de los 15.000 asistentes al concierto, el resultado son 13.500 euros
Más de 13.000 euros que el promotor deja de ingresar o que el público se podría ahorrar. Ahora añadan a ese concierto todos los que se pueden producir en España en un mismo fin de semana, desde salas pequeñas a grandes recintos, en todas las villas y ciudades de cada comunidad autónoma, y multiplíquenlo por todas las semanas que hay en un año. Seguramente así les resulte más sencillo comprender por qué los promotores pelearon para que no se recaudase un 10% del precio de las entradas y por qué la CNMC impuso a la SGAE una sanción de 3,1 millones de euros. Un grano no hace granero, pero ayuda al compañero.
Al borde del suicidio
“Todo lo que sea un reembolso con el que a priori no cuentas es una losa. Pero no solo para el sector cultural, para cualquiera”, comenta el promotor musical David Pedrouzo, que reflexiona acerca de la posibilidad de que la SGAE gane su recurso ante la Audiencia Nacional y reclame lo que ha dejado de ingresar durante la prohibición. Si se comenzase a cobrar un 10% de cada entrada, en lugar de 8,5%, añade: “No tiene sentido que los precios suban. Pero no porque crea que la demanda se reduciría: es que ya está pasando. El ejemplo es el cine: fueron subiendo el precio de las entradas ahogados por impuestos, tasas, etc. ¿Y qué han conseguido? Salas de cine vacías seis días a la semana y absolutamente llenas el día del espectador”.
Le pregunto, por tanto, si ese incremento que el público no va a notar en el precio lo tendrán que asumir los promotores: “Es una cuestión de supervivencia. El precio de las entradas ahora mismo no tiene margen de subida. Sería un suicidio”.
No tiene sentido que los precios suban. Pero no porque crea que la demanda se reduciría: es que ya está pasando. El ejemplo es el cine
“Cualquier subida del porcentaje a favor de la SGAE siempre va a chirriar. Siempre”. Es la opinión de Sebas Puente, de Tachenko, que también entra a valorar qué eslabón de la cadena tendría que cargar con un eventual aumento en el porcentaje del precio de la entrada que cobra la SGAE. “Tanto si afecta al consumidor como si afecta al promotor, el asunto va a trascender. En nuestro caso, siempre estamos muy atentos a poner las entradas lo más baratas posibles, porque sabemos que para el espectador la diferencia entre unos pocos euros es importante. Aunque sea una diferencia psicológica entre 9 y 11 euros. De todos modos, en el mundo de los promotores siempre hay gente arriesgada que tira hacia adelante, no creo que ese porcentaje, aunque injusto, les frene”.
Un gran pacto
No es tan optimista Nacho Ruiz, uno de los fundadores y gestor de la discográfica madrileña Gran Derby Records, que considera que la solución pasa por un gran pacto entre todas las partes implicadas en este asunto para vivificar el sector de la música en directo: “Una eventual subida de la cuota de la SGAE acabará pasando factura a todo el mundo. En primer lugar al promotor, claro, que tendrá que decidir si esa diferencia la asume directamente o no. El artista verá cómo su caché disminuye a causa de este mayor pago. O que se le sube el alquiler de la sala de turno. Todo eso repercutirá en el precio de la entrada, por lo que el público asumirá su parte también. Es un caso análogo al del IVA.
Uno puede pensar que ese dinero acabará llegando al autor. En teoría, sí. “Pero es tan complicado entender por qué a cada autor le llega lo que le llega (los baremos matemáticos son complicadísimos, mientras que la tasa de la SGAE es implacable) y el dinero en sí es tan pequeño, que el objetivo real debería ser llegar a un acuerdo colectivo entre todos los actores implicados que alimente y mejore una industria demasiado anémica”.
El objetivo real debería ser llegar a un acuerdo colectivo entre todos los actores implicados que alimente y mejore una industria demasiado anémica
Nacho introduce un tema clave en torno al que, en cierta medida, gira toda la problemática de la tarifa del 10%: el dinero recaudado es un dinero que no se lleva la SGAE, sino los autores. No debemos perder de vista que la SGAE no hace otra cosa que recaudar esa cuota para abonar a los músicos una cantidad derivada de sus derechos de autor, que no es más que la proyección de su propiedad intelectual.
“Los derechos de autor pertenecen de manera natural al compositor, lógicamente -me explica el propio Nacho-. Aunque es bastante habitual que el autor ceda un porcentaje de sus derechos a la editorial a cambio de un adelanto de dinero, ayuda promocional, búsqueda de licencias para el extranjero, aparición en publicidad y la propia gestión de los derechos”.
¿Labor legítima?
Los beneficiarios de la recaudación que lleva a cabo la SGAE, por tanto, parecen ser los músicos y, en su caso -hasta un límite legal del 50%-, la editorial, una de las vertientes del negocio discográfico que, en la actualidad, suele recaer en la misma compañía que se encarga del aspecto discográfico y de contratación, tal y como me explican en Gran Derby Récords. Cabe cuestionarse hasta qué punto, entonces, no es justa y legítima la labor desarrollada por la SGAE. “El problema esencial es que se trata de una entidad privada de gestión que en muchísimos ámbitos funciona como un monopolio de facto -me comenta Nacho Ruiz-. Es decir, en teoría todo autor o editorial podrían reclamar y cobrar lo que han generado.
En la práctica, eso es casi imposible. Por ejemplo: muchas televisiones trabajan "en exclusiva" -una exclusiva tácita, no tanto legal- con la SGAE, por lo que si quieres cobrar tu dinero vas a tener que lidiar con la SGAE sí o sí. Es como si una empresa te dice que sólo te va a pagar tu sueldo vía transferencia bancaria. Aunque tú digas que no, que no quieres tener banco y que te paguen en metálico, no lo vas a conseguir fácilmente. Hay que recordar además que la SGAE cobra un porcentaje considerable por cada recaudación que realiza, y esa cuota se extrae de lo que debería percibir el autor y la editorial.
Muchas televisiones trabajan "en exclusiva" -una exclusiva tácita, no tanto legal- con la SGAE, por lo que si quieres cobrar tu dinero vas a tener que lidiar con la SGAE sí o sí
Esa sensación de monopolio de facto -continúa Nacho- genera cierta sensación de que las cosas son de una determinada manera porque sí. En EEUU, por ejemplo, hay tres grandes entidades de gestión de derechos de autor y uno puede elegir con quién trabaja. Supongo que esa competencia provoca mejores condiciones”. Se deduce, pues, que aunque el papel llevado a cabo por la SGAE es, sobre el papel, necesario y razonable, existirían circunstancias que en la práctica lo desvirtúan, deteriorando la imagen pública de la institución.
“Se supone que es una sociedad que cobra por la gestión a la hora de percibir y repartir esos derechos -añade Sebas Puente a la reflexión sobre la legitimidad de su labor recaudatoria-. Hasta ahí, todo correcto. Lo que pasa es que luego suceden cosas, músicas nocturnas absurdas de las que parece que la sociedad se beneficia, etc. Tendría que investigar más a fondo. No tengo nada en contra de Luis Cobos, pero tampoco absolutamente nada a favor”.
Los criterios de reparto
Como apunta David García Aristegui (Madrid, 1974), fundador de las asociaciones Cultura Libre y Ciencia para el pueblo, la de la SGAE “es una labor justa, pero enturbiada por los propios criterios de reparto de la SGAE, que son un secreto mejor guardado que la fórmula de la Coca-Cola”.
Para aclarar el porqué del descrédito de la SGAE y de la oposición de promotores y tribunales al cobro de una cuota que, en definitiva, debería ir a parar a los autores, lo consulto con el departamento de Relaciones Institucionales de la SGAE. “En este país, en términos generales, todavía tenemos mucho por hacer en lo que a respeto por la propiedad intelectual se refiere. Esta falta de sensibilidad no solo afecta a los autores con la música y los derechos de autor que se devengan con motivo de sus actuaciones en vivo, sino que se ha extendido de forma contagiosa también a los libros, los periódicos, etc., de manera que el valor de quien crea, compone, escribe o inventa se cuestiona por quienes utilizan estas creaciones como base o materia prima de sus negocios o actividades. Obviamente porque de este modo hacer negocios es más fácil y más rentable para ellos”.
La de la SGAE es una labor justa, pero enturbiada por los propios criterios de reparto de la SGAE, que son un secreto mejor guardado que la fórmula de la Coca-Cola
A primera vista parece que se hace descansar en los promotores la responsabilidad de haber cuestionado el valor de los autores para justificar el pago de una cuota más reducida, pero Álvarez realiza un matiz importante: “Todos tenemos mucho por hacer para cambiar esta percepción sobre la propiedad intelectual, pero en la Sociedad de autores y editores somos optimistas. Por nuestra propia experiencia hemos comprobado que la mayoría de los promotores musicales comprenden que la contribución de los autores a su actividad es fundamental, y sobre la base de este entendimiento se han alcanzado puntos de encuentro, como así lo demuestran los convenios alcanzados por la SGAE con entidades representativas del sector, tanto públicas como privadas".
Y continúa. "Estos acuerdos han servido para el establecimiento de marcos tarifarios y refuerzan el concepto de sector, poniendo de manifiesto que todos los eslabones de la cadena de valor tienen cabida, se respetan y conviven sinérgicamente para ofrecer al público proyectos de calidad”.
David García Aristegui tampoco tiene una opinión demasiado favorable con respecto a la posición de salas y promotores, aunque tampoco en lo que se refiere a la de la SGAE: “Si la SGAE no realizase su recaudación, el sector de la música seguiría adelante y las salas encantadas de no pagar. Los artistas que interpretan canciones de otros artistas en directo también estarán encantados. Los que tocan sus propios temas entiendo que menos, ya que ese dinero no volverá a ellos, menos el porcentaje que se queda la SGAE por gastos de gestión. La recaudación de la SGAE se vería afectada y, por tanto, lo que ingresan sus socios por el concepto de música en directo. ¿Cómo y cuánto? Difícil saberlo, ya que el reparto que hace la SGAE es con criterios discutibles y muy opacos.
Si la SGAE no realizase su recaudación, el sector de la música seguiría adelante y las salas encantadas de no pagar. Los artistas que interpretan canciones de otros artistas en directo también estarán encantados
No es cierto que si se aumentase el porcentaje que la SGAE cobra del precio de las entradas iría menos gente a los conciertos -expone Aristegui, contradiciendo así la opinión de David Pedrouzo-. Ese es el discurso de las salas y los promotores, que legítimamente quieren pagar menos, pero no es cierto. De hecho, muchas salas, demasiadas para mi gusto, deducen el pago de los derechos de autor del caché de los artistas. Esto nunca lo cuentan, claro. Las salas no son ONGs empeñadas en promocionar la cultura, son un negocio cuya mayor parte de ingresos es por venta de alcohol en eventos con música en directo. No lo olvidemos nunca”.
Estabilidad de los precios
Siguiendo el razonamiento de Aristegui, el motivo de que la demanda no se viese reducida únicamente podría ser la estabilidad de los precios. Es decir, el eventual aumento del porcentaje que cobra la SGAE sería soportado por el promotor y no repercutido en el precio de la entrada, lo que podría provocar que muchos promotores, al encontrarse con más trabas en una tarea que actualmente ya se encuentra en una situación bastante precaria, dejarían de programar.
Aristegui, sin embargo, no opina lo mismo: “A los promotores les encanta ir de víctimas y el panorama no es así en absoluto. Las salas, festivales, promotores y hosteleros, legítimamente, siempre van a querer pagar lo menos posible o no pagar por derechos de autor. Los autores y las entidades de gestión, legítimamente siempre van a querer cobrar lo máximo posible. La cuestión es cómo se negocian esas tarifas y como se arbitran los conflictos. Y, por supuesto, cómo se reparte ese dinero. En España, a no ser que demuestres que pones música que no es del llamado "repertorio SGAE" (lo consiguió por primera vez la asociación cultural Ladinamo) hay que pagar a la SGAE, AIE y AGEDI por la "comunicación pública de fonogramas", es decir, poner discos, y a la SGAE por la música en directo. Otra cosa es lo justas o injustas que sean esas tarifas, que es algo debatible, y los criterios de reparto de la SGAE, opacos y manifiestamente mejorables”.
A los promotores les encanta ir de víctimas y el panorama no es así en absoluto
Tras haber hablado con las diferentes partes que integran el sector de la música en directo, extraigo la conclusión de que los promotores desearían una reducción de la cuota de la SGAE por las entradas a los conciertos y temen un aumento de la misma, ya que sospechan que la afluencia de público se reduciría si la repercutiesen en el precio de la entrada y que no podrían seguir adelante si tuviesen que asumirla ellos.
Las editoriales ven justa la labor recaudatoria de la SGAE, aunque desearían que en la práctica no se produjese la actual situación de monopolio de facto. Los músicos lo consideran una batalla perdida, y recelan de las presuntas irregularidades que se le achacan a la institución. Los defensores de la cultura libre exigen más transparencia en los criterios de reparto, y la SGAE afronta la situación actual con optimismo, aunque lamenta que quienes utilizan la creación como base o materia prima de sus negocios siempre elijan la forma más fácil y rentable para ellos.
¿Deseable o no?
En mi opinión, el inestable equilibrio en que se encuentran ahora mismo las diferentes patas de esta enorme mesa es una bomba de relojería que podría estallar en el caso de que, finalmente, la Audiencia Nacional otorgue la razón a la SGAE en el recurso que la institución interpuso contra la resolución de la CNMC. De ser así, se aceptaría que la cuota del 10% sobre el precio de las entradas no supone una explotación abusiva de la posición de dominio de la SGAE -en palabras de la propia Audiencia- ni vulnera la competencia desprotegiendo intereses de terceros que merecen protección -en palabras del Tribunal Supremo-. La consecuencia, por tanto, podría ser el aumento del porcentaje de las entradas en un 1,5% y la exigencia a las empresas promotoras que reembolsen la diferencia que no han pagado mientras ha durado la prohibición.
La consecuencia podría ser el aumento del porcentaje de las entradas en un 1,5% y la exigencia a las empresas promotoras que reembolsen la diferencia que no han pagado mientras ha durado la prohibición
La pregunta que surge es hasta qué punto sería esto estratégicamente deseable. Aparentemente, si se aumentase ese porcentaje hasta un 10% y ello derivase en un incremento del precio de las entradas, la asistencia de público a los conciertos se resentiría -y también la recaudación de la SGAE-. Es una cuestión de oferta y demanda. Pero si lo asumiesen los promotores, estos verían reducidos unos ingresos que hoy en día ya consideran cercanos a una situación límite.
En el caso de que repercutiesen ese descenso de ingresos en el alquiler de las salas o recintos o en la remuneración de los músicos, el mercado se vería afectado igualmente. Por lo tanto, si ninguna de las opciones parece beneficiar en nada a nadie, ¿qué lógica tiene que en su día la SGAE quisiese exprimir un poco más la recaudación? ¿Por qué querría una institución aumentar su recaudación en un 1,5% si ella sería una de las principales perjudicadas con la decisión?
Aumento de IVA y crisis
Al consultarlo con la SGAE, su respuesta se centra en explicar que si han existido “dos circunstancias que en los últimos años han provocado alteraciones reales, medibles y cuantificables en el sector de la promoción de conciertos, han sido sin duda el incremento del IVA aplicado a este tipo de eventos y la terrible crisis económica de la que todavía a duras penas estamos saliendo. Ambas causas han provocado un efecto acumulativo de claro signo negativo, en primer lugar porque los incrementos de IVA no han podido ser trasladados por los promotores al precio del ticket, asumiendo por tanto una pérdida de sus márgenes de explotación, y por otro, la contracción de la demanda ocasionada por el miedo a un futuro incierto de los espectadores que optaron por suprimir el consumo de ocio en primer lugar”.
Sospecho que todo el mundo estará de acuerdo ya en que un aumento del porcentaje que la SGAE cobra del precio de las entradas es estratégicamente una metedura de pata
Mi pregunta queda, pues, sin respuesta clara. Podría especular con una analogía entre el incremento del IVA y la imposibilidad de trasladar el mismo al ticket, así como con la consecuente contracción de la demanda. Podría llegar, de hecho, a la misma conclusión en lo referente al porcentaje del 10%. Pero no me hace falta realizar conjeturas. A estas alturas, sospecho que todo el mundo estará de acuerdo ya en que un aumento del porcentaje que la SGAE cobra del precio de las entradas es estratégicamente una metedura de pata. Sólo espero que, como deseaba Nacho Ruiz, de Gran Derby Records, se produzca un acuerdo colectivo entre todos los actores implicados que alimente y mejore una industria demasiado anémica.
Y, ya de paso, una petición personal: a ver si de ese 8,5%, que no es precisamente poco, llega un poquito más de dinero a los músicos. Porque me temo que en toda esta mandanga de intereses cruzados son los principales perjudicados. Como decía Sebas Puente, de Tachenko, los músicos no tienen nada en contra de Luis Cobos, pero tampoco absolutamente nada a favor. Signifique eso lo que signifique.