Los celos son violencia: el nuevo vídeo de Rosalía destruye el amor romántico
En 'Pienso en tu mirá', la artista canta a los celos, y en el vídeo los neutraliza y los derriba. Aquí diez símbolos de la lucha contra las pasiones tóxicas: del 'Varón Dandy' al camión ardiendo.
24 julio, 2018 18:18Noticias relacionadas
“Me da miedo cuando sales / sonriendo pa’ la calle / porque todos pueden ver / los hoyuelitos que te salen”, canta Rosalía en la bulería moderna Pienso en tu mirá. La letra en sí misma, desprovista del vídeo, es un retrato asfixiante del amor romántico; una confesión sangrante y enferma sobre el pavor a perder al ser amado. “Cuando sales por la puerta / pienso que no vuelves nunca / y si no te agarro fuerte / siento que será mi culpa”. Ahí los fantasmas de los celos y el lastre de la posesión, que al final sólo se canjea en poco respeto hacia la individualidad del otro. En la canción, la intérprete muestra la angustia por el aire que levanta el pelo y el oro que se amarra al cuello de su amor. Por eso siente su “mirá clavá” como “una bala en el pecho”, esa imagen poética y violenta que raya en la muerte: que raya en el morir de amor.
Sin embargo, la potencia reivindicativa del tema -como ya sucedió con Malamente- surge con el vídeo dirigido y producido por Canadá. La canción en sí misma es una oda al amor apretao -de ese que si no destroza no vale-, precisamente un concepto que el movimiento feminista está revisando y tratando de destruir. No: quien bien te quiere, no te hará llorar. No, los celos no son una garantía del buen afecto. Hemos de tener en cuenta que la cultura ha sido nuestra gran vía de aprendizaje del amor romántico y ha criado generaciones enteras de adictos a la épica -y, de alguna manera, al dolor-: nos hizo sangrar los oídos desde las radiofórmulas, nos frustró en el cine, nos invitó a la autocompasión en los poemas. Nos convirtió en profesionales de la renuncia y la exigencia por amor y, por último, acabamos navegando en la celopatía, en la inseguridad, en la dependencia.
La propuesta audiovisual de Rosalía rompe con todo este imaginario oscuro. Rompe con ese folclore mamado -y que ella tanto evoca- del “que se me paren los pulsos si te dejo de querer” o el “siempre a la verita tuya, hasta que de pena muera”. Aquí algunas de las claves simbólicas del vídeo:
1. La flamenca en el retrovisor
La mujer es una muñeca que se deja llevar por los vaivenes de un camión que no conduce ella. La flamenca es decorativa, no tiene el mando de la situación. Tamborilea colgada en su cuelga, cada vez más rápido por la velocidad del vehículo, hasta que se estrella con un muro. Es una imagen que representa a la mujer inmersa en una relación tóxica de la que no puede salir y que acabará destrozándola.
2. La Drácula
En la escena en la que un montón de mujeres vestidas como monjes negros agasajan a Rosalía con joyas de oro, una última hembra, con los colmillos rebozados también en dorado, muerde el cuello de la cantante y lo hace sangrar. Representa una relación vampírica en la que el otro exige toda la energía, toda la atención y toda la vida de su pareja, hasta dinamitarla.
3. El modelo de hombre
A diferencia de su primer videoclip, donde el protagonista era un niño torero -flaco, bravo pero inofensivo-, aquí prima un hombre musculoso, tosco, grande, con tatuajes en los brazos. A ese hombre, igual que a ella, le crece una mancha de sangre en el pecho, allá donde el corazón. Es el macho contaminado por la rabia y la angustia del amor romántico. Apunte: en el camión llamado “Merche”, aparecen un padre y su hijo con idéntico borrón de sangre en el centro de la camiseta, que es una forma de señalar la importancia de la educación emocional. El niño reproducirá los patrones de amor que vea en casa.
4. La escopeta
El tono del vídeo empieza a girar cuando Rosalía aparece cargando una escopeta con cerezas. Se está armando de fuerza para combatir el abuso.
5. El toro
La intérprete ya ha detectado lo que le pasa. El amor tóxico aquí está representado por un toro que quiere embestir a la cantante por la espalda, mientras ella ya sangra: es un modo de decir que los celos siempre quieren más, siempre exigen más, nunca quedan satisfechos. Sin embargo, ella se da la vuelta y lo mira a los ojos antes de que pueda arrollarla.
6. Varón Dandy
Alguien coloca en la muñeca de la mujer una pulsera de oro grabada con dos palabras: “Varón Dandy”. Es, de nuevo, una forma de apresarla bajo un modelo de masculinidad dañina. En los anuncios de los años setenta, la popular colonia Varón Dandy se comercializaba como “enérgica y varonil”. Una joven salía diciendo que era “así como nos gustan los hombres”. Una voz en off subrayaba la idea: “Varón Dandy, la colonia que usan… los hombres”. Aquí se regresa al estereotipo de macho ibérico predemocrático que siente que su pareja ha de ser cercada -y controlada-.
7. Las armas
Ya es uno de los momentos más icónicos del relato: Rosalía aparece en el suelo, rodeada por cuchillos, pistolas, bates. Un montón de hombres la cercan y la apuntan con sus armas. Pero ella, poco a poco, se va poniendo en pie y envalentonándose. Encara el peligro.
8. Las bailarinas
El cambio de ropa y de actitud es reseñable: durante más de la mitad del vídeo, las jóvenes aparecen danzando enfermizamente, dando saltos agitados, como en un ritual donde todas están vestidas de negro. No se les ve la cara: han perdido la identidad. Pero después sus movimientos van haciéndose cada vez más fuertes y resquebrajan la casa. Entonces las bailarinas surgen vestidas de chándal, con top y pantalón, bailando música urbana y huyendo de los camiones. Se han liberado.
9. La muñeca de porcelana
Vuelve a representar a Rosalía. En un momento cobra vida, abre los ojos y comienza a cantar. Un bate la derriba. Es una representación de la fragilidad. El hombre musculado y con tatuajes destroza todo el mobiliario. Parece que el final va a ser trágico… pero no es más que un renacimiento.
10. El camión quemado
Naranjas por el suelo, humo, fuego. El camión, de nombre “Rosalía”, se muestra volcado. Son los restos de una violencia feroz. Parece que la amante ha sido destruida. Parece que no ha podido superar la toxicidad de ese amor. Pero, como colofón final, el plano asciende: un hombre escapa agachado del caos. Suenan sirenas de policía. Y la artista surge, erguida y segura, sobre una de las ruedas del vehículo. Ha sobrevivido y va a empezar de cero. Ya es otra. Y ya es libre.