Descubren una nueva especie animal en la Cueva de Altamira que hace peligrar las pinturas
Se trata de un colémbolo, un insecto de poco más de un milímetro, que se alimenta de hongos. Su presencia podría deteriorar las obras de arte rupestre.
10 diciembre, 2020 12:39Noticias relacionadas
Una investigación, liderada por el investigador de la Universidad de Navarra Enrique Baquero ha descubierto en la Cueva de Altamira una nueva especie animal, un colémbolo perteneciente al género Pseudosinella, un artrópodo, parecido a un insecto y de poco más de un milímetro.
Los colémbolos son un grupo de artrópodos hexápodos (de seis patas) parecidos a los insectos, que disponen de un órgano especializado para el salto, según se recoge en el estudio, publicado en la revista ZooKeys, dirigido por los investigadores de la Universidad de Navarra Enrique Baquero y Rafael Jordana, junto a la bióloga Lucía Labrada y el consultor ambiental y bioespeleólogo Carlos González Luque.
La especie ha sido bautizada con el nombre Pseudosinella altamirensis y, por la forma en que se comporta en la Cueva de Altamira, los científicos ponen bajo sospecha que pueda actuar como vector de dispersión de ciertos microorganismos, ya sea porque se quedan adheridos a su cuerpo, o por ser digeridos y dispersados con sus excrementos, según detalla la Universidad de Navarra en un comunicado.
Baquero explica que Altamira es una cueva especialmente sensible, pues presenta una diversidad microbiana muy elevada. "Los colémbolos son casi todos fungívoros (comen hongos). En una cueva donde hay pinturas valiosas pueden hacer llegar esporas de hongos a ellas y se podrían deteriorar", asegura.
Por eso, propone desarrollar un estudio "para averiguar si Pseudosinella altamirensis (la nueva especie descrita) es un problema o no", explica el profesor de Zoología y Ecología, e Investigador del Instituto de Investigación en Biodiversidad y Medioambiente de la Universidad de Navarra (BIOMA). Saber si actúa como vector de dispersión de microorganismos, según afirma Lucía Labrada, es fácil de comprobar si se observa al microscopio el tracto digestivo del colémbolo.
"Hemos sugerido a la dirección del Museo de Altamira investigar si mantienen un intercambio de bacterias con las colonias que viven en techos, paredes y suelos, contribuyendo así a la dispersión y diversificación de las comunidades bacterianas presentes en la Cueva, sobre todo las implicadas en los procesos de biodeterioro", concluye Labrada.
Singularidad
Este descubrimiento se ha producido durante los trabajos llevados a cabo en Cantabria por Carlos González Luque, financiados por el Gobierno de esa comunidad. La investigación comenzó en el año 2000 con el estudio sobre la fauna de invertebrados de la Cueva de Altamira, contando con el respaldo del Museo Nacional y el Centro de Investigación de Altamira y de su director, José Antonio Lasheras, a quien se le dedica la publicación a título póstumo.
El reducido tamaño de la nueva especie (de poco más de 1 mm de largo) no ha sido impedimento para encontrarla en otras cuevas de Cantabria, indica González Luque. Una singularidad de este hallazgo, si lo comparamos con la inmensa mayoría de las especies nuevas que se describen en la actualidad, es, según subraya, que "nadie había encontrado o estudiado jamás dicho colémbolo; algo llamativo, dada la importancia de la Cueva de Altamira".
Al respecto, Rafael Jordana, catedrático emérito de Fisiología Animal y de Zoología de la Universidad de Navarra, señala que "su existencia habría pasado inadvertida por habitar en suelos que mantienen gran cantidad de huecos y espacios libres que les sirven de ruta de movimiento, escape y refugio".
Dentro de las cuevas "sus hábitos alimenticios, comportamiento y estructura poblacional están estrechamente relacionados con la disponibilidad de nutrientes y las condiciones ambientales que favorecen o dificultan la presencia y proliferación microbiana", apunta.