Se perdió y se podía perder. Dinamarca es también una de las favoritas. Se sabía y lo demostró la selección nórdica. A partir de aquí, todo más o menos dentro de la normalidad. ¿Y el problema? Pues el goal-average que nos queda al perder por 4 y que en caso de triple empate entre Alemania, Dinamarca y España nos puede pasar factura. Aun así, debería darse una carambola para que ganando los dos próximos partidos no estemos en semifinales.
Vamos a lo que ha sido el partido. Aquí nos encontramos a Doctor Jekill y Mister Hyde. Y es que la primera parte de los nuestros ha sido, con diferencia, la mejor primera mitad del torneo. El equipo, apoyado en las paradas de Arpad Sterbik, ha sabido sacar rendimiento en todas la líneas. Había soltura en ataque y en defensa. Nuestro 5:1 sorprendió a Dinamarca, aunque más me sorprendió a mí que les pillase desprevenidos. A falta de Gedeón Guardiola, es un recurso que era previsible que España iba a utilizar.
Y llegó el descanso. ¿ Por qué tuviste que llegar? Entonces, el partido cambió radicalmente. La entrada de Noddesbo desarboló el 6:0. Sin Gedeón, España sufre más, y es que él y Viran Morros, a base de años juntos, han conseguido conocerse a la perfección. Sin uno de ellos, ya no es lo mismo.
Noddesbo corrió, se desmarcó y encontró huecos bien secundado por Damgaard. Sin duda, un jugador que seguramente era con el que menos contábamos que iba a aparecer en un equipo con hombres de la talla de Hansen, Lauge, Eggert, Lindberg, Toft Hansen… El caso es que España empezó con las dudas defensivas, que trasladó al ataque, y nos anclamos en los 18 goles.
Muchas pérdidas de balón nos condenaron y, para más inri, apareció Landin para acabar de esfumar cualquier posibilidad de ganar. Y aguantamos hasta que el físico y la magia de Arpad duró. A la postre y por algo es el mejor del mundo, además de MVP del partido.
¿Lo peor? Ya no dependemos exclusivamente de nosotros mismos. En caso de triple empate, podría pasar cualquier cosa. Lo único claro es que ahora mismo solo queda levantar la cabeza y desquitarse para recuperar la confianza. Para eso, ¡que pase ya Hungría!
Si todo va normal, no debería haber carambola alguna que nos deje fuera de las semifinales. Pero antes hay que hacer los deberes y para eso solo hace falta recuperar nuestros automatismos. A España no se le gana cuando se gusta sobre la pista. A mí no me cabe ninguna duda de que, desde que el árbitro ha pitado el final del partido, los jugadores ya están pensando en el siguiente encuentro.
¿Lo mejor? Sin duda, me quedo con esa primera parte en la que España ha demostrado todas sus señas de identidad: defensa muy intensa, buena portería, fluidez en ataque (buscando la línea de 6 metros) y calidad táctica para encontrar siempre el mejor pase al compañero y tomar la mejor decisión sobre el campo. Si la selección consigue mantener esas señas de identidad, estará donde debe y merece estar.
*Albert Rocas ha sido dos veces campeón del mundo, medallista de bronce olímpico, subcampeón europeo y bronce mundial y continental con la selección española de balonmano.