El desastre de los Juegos del Mediterráneo: Mireia Belmonte entrega ella misma las medallas
La cómica entrega de medallas confirma el desastre organizativo que están siendo los Juegos de Tarragona, donde un coche oficial ha atropellado a un niño de cinco años y se ha dado a la fuga.
26 junio, 2018 18:19Noticias relacionadas
Mireia Belmonte cerró su participación en los Juegos del Mediterráneo con dos medallas de oro y otras dos medallas de plata. Sin embargo ni la nadadora ni ninguno de los aficionados recordarán su actuación en Tarragona por los resultados deportivos, sino que lo harán por la sonrisa que lució la catalana cuando en una de las entregas de medallas nadie hizo acto de presencia y le tocó a ellas misma hacer el reparto.
La italiana Simone Quadarella, la portuguesa Diana Duraes y la propia Belmonte esperaban en el podio junto a la piscina para la entrega de medallas de los 400 metros libre. Sin embargo nadie apareció por allí. Ni autoridades ni azafatas. Nadie.
Así que después de unos minutos de espera, de miradas de reojo y de risas contenidas, la española tomó los mandos de la situación, bajó del podio y, ni corta ni perezosa agarró las medallas y comenzó una ceremonia improvisada entre la algarabía general y los aplausos de la grada.
Una situación tan cómica como surrealista que revela una vez más la mala organización de los Juegos del Mediterráneo. Porque no sólo ha fallado la organización en la entrega de medallas en la piscina sino que el comienzo de las pruebas de lucha se está retrasando por un desacuerdo con los árbitros y en la jornada del domingo varios aficionados franceses tuvieron que cantar a capela el himno de su país porque nadie lo ponía por megafonía.
Además, los Juegos de Tarragona se han visto marcados por el atropello de un niño de cinco años en Salou por un coche oficial de la organización que se dio a la fuga. Cuando el conductor se presentó de forma voluntaria ante las autoridades se comprobó que se encontraba en estado de embriaguez. El menor se encuentra ingresado en el Hospital Joan XXIII de Tarragona, donde no se teme por su vida.