Las derrotas, dependiendo del momento en el que se produzcan, pueden significar cosas muy diferentes. La sufrida por el Real Madrid en el Clásico ante el Barcelona este domingo (84-91) supone un golpe en un momento de relativa estabilidad, tras la renovación a Pablo Laso. Algo muy diferente a lo que el club blanco vivía hace no tanto tiempo.
“Si uno hace lo que no sabe, esto parece una casa de putas”, declaraba Lucio Angulo en 2002. Entonces, la sección de baloncesto del Real Madrid navegaba a la deriva tras un severo correctivo del Maccabi de Tel Aviv en el Torneo de Navidad. Faltaban algo más de 10 años para que Laso aterrizase en el banquillo blanco, y Javier Imbroda era uno de sus 15 predecesores en el cargo.
Entre medias, los Karl, Brabender, Luyk, Obradovic, Scariolo, Lamas, Maljkovic, Plaza y Messina de turno, entre otros. Aquellos con los que el Madrid sólo consiguió 10 títulos de 71 posibles, frente a los también 10 (de 18 posibles) que atesora el preparador vitoriano al frente del equipo. Al decimosexto técnico, fue la vencida para el deporte de la canasta madridista, que ha vivido su mejor época reciente con Laso al mando de las operaciones.
Ahora, las declaraciones son muy distintas a las que se escuchaban en el equipo blanco a principios de siglo. Jugadores y cuerpo técnico mantienen una comunión “muy difícil de conseguir” en palabras de Sergio Rodríguez, uno de los estandartes del club. “Pablo cambió la dinámica del equipo y fue un soplo de aire fresco para todos, aportando mucha confianza”, afirma el base canario.
“Lo importante es ser un entrenador con una buena filosofía, como la tiene Laso. Me gusta su baloncesto y que haga un equipo que quiera ganar, correr, divertir, y que, naturalmente, no deje de hacer el resto de las cosas que son fundamentales, como una buena defensa o asegurar el rebote”, continúa Juan Antonio Corbalán.
“No lo está haciendo nada mal. Lo que pasa es que el Madrid es un club muy difícil, porque hay mucha gente que opina, dice y habla”, asevera Lolo Sáinz, el gran ejemplo de continuidad en el banquillo madridista junto a Pedro Ferrándiz. No todo fueron luces en sus respectivas etapas. Hubo sombras a las que hacer frente, con tanta incidencia como los buenos momentos.
Laso sabe un rato de crisis. Con dos finales ligueras y continentales en las que el Madrid tuvo que conformarse con el subcampeonato, anda curado en salud. También le ha tocado doblar la rodilla en varios Clásicos, como el de este domingo. Con un Barça muy sólido a ambos lados de la cancha, a los locales no les bastó con los triples para ganar en el Palacio. No obstante, cuando la rotura del partido en el tercer cuarto pudo haber significado una caída de brazos madridista, la buena actitud no decayó. Lo cual dice mucho de los hombres de blanco.
El ambiente fue de gala. No así la defensa de los pupilos de Laso, con muchas dificultades para detener a las torres visitantes. La impetuosidad de Doncic, menos lúcido que otras tardes, contrastó con el saber estar de Reyes y Navarro, sempiternos viejos rockeros tanto en su club como en la selección. Que se lo digan al segundo, que sigue metiendo triples a una pierna sobre la bocina sin despeinarse. Carroll también afinó el punto de mira, pero Doellman y Ribas atinaron con más contundencia desde el 6.75.
La zona también tuvo color azulgrana. Tomic volvió a demostrar que hace tiempo que olvidó su pasado en el Madrid, acompañado de un mejorado Samuels. Con Satoransky llevando la manija del ataque visitante, todo fue más sencillo. A los americanos del Madrid no se les vio demasiado. Thompkins tuvo algún detalle, como Taylor, pero sin mención de honor posible para ninguno de los dos. Como tampoco la obtuvo el senegalés Ndour, que todavía no parece haber encontrado su sitio en el equipo blanco.
Aunque esta vez tocó derrota, Laso puede respirar tranquilo. La continuidad ganada en la cancha (ha sido elegido mejor entrenador de la pasada temporada) acaba de tener reválida en los despachos. Y, aun con altibajos, voces autorizadas con peso en el Madrid le apoyan. Puede que un nuevo punto de inflexión complicado como la derrota ante el eterno rival vuelva a servirles a él y a sus chicos de acicate para los retos venideros.
“Soy su defensor incluso en los momentos en los que pierda. Yo creo que la filosofía de un club tiene que estar por encima de los resultados. En los últimos tres años, independientemente de los éxitos, ha habido una nueva manera de jugar en el Madrid con respecto al tostón que suponía un equipo de los diez años anteriores”, sentencia Corbalán.