El seleccionador más laureado del baloncesto español intentará seguir agrandando su leyenda y la del equipo nacional hasta 2020. Si Sergio Scariolo cumple su nuevo contrato, habrá pasado 10 veranos dirigiendo a la actual selección número dos del ránking FIBA. De momento, la ecuación no puede ser más satisfactoria: cinco medallas en seis torneos, 80 partidos ganados de 100 disputados bajo su mandato. El fin de ciclo anunciado en varias ocasiones durante los últimos años ha sido esquivado una y otra vez por el técnico italiano y sus pupilos. Lo han hecho a base de unos éxitos que hacen pensar menos de lo esperado a estas alturas en la llegada de las vacas flacas. A corto plazo, el nuevo ciclo olímpico marcado por Tokio 2020 se afronta con ilusión.
Eso no quiere decir que el camino no vaya a ser largo, tortuoso y difícil. Lo será, desde luego, pero los 12 representantes anuales de nuestra canasta se han ganado un crédito absoluto. El beneficio de la duda no va con ellos. Al menos, no en el mal sentido. Incluso el propio Scariolo se ha imbuido de esa fe ciega en las virtudes propias, con un mensaje cargado de confianza. Como dijo un periodista norteamericano en relación a los Washington Bullets del 78, “esto no se acaba hasta que la señora gorda canta”. Cuando lo haga en tierras niponas dentro de cuatro veranos, podrá evaluarse por completo cómo han reaccionado España y su entrenador a las siguientes casuísticas.
Seguir en la élite
Es lícito creer que la selección está capacitada para continuar dándonos alegrías en un futuro no muy lejano. A un año vista, el Eurobasket de Turquía, Rumanía, Israel y Finlandia de 2017 se ve con un cariz optimista. De momento, José Manuel Calderón es el único representante de la vieja guardia de la generación dorada que ha cerrado su etapa como internacional. Pau Gasol, Juan Carlos Navarro y Felipe Reyes quedan en liza. Su sola presencia hace ganar muchos enteros al combinado de Scariolo, aunque parece impensable que estos tres júniors de oro sigan en la selección cuatro años más.
Marc Gasol, Sergio Llull, Rudy Fernández, Sergio Rodríguez, Nikola Mirotic y Ricky Rubio se presumen como futuros (aún más) protagonistas. De ellos depende, en buena medida, seguir aspirando a alcanzar los podios continentales, mundiales y olímpicos. El primero en el horizonte, el del Europeo de dentro de un año, parece factible si el equipo mantiene el nivel mostrado los dos últimos años (Eurobasket 2015 y Juegos Olímpicos 2016).
Lo que pueda ocurrir en los siguientes compromisos internacionales (Copa del Mundo 2019 y Juegos 2020) ya entra en un terreno mucho más nebuloso y dado a la especulación. Aun así, el primero en ser optimista es Scariolo: “La competitividad de este equipo ha sido extraordinaria. Muchos dicen que irrepetible, pero puede seguir siendo buena en el futuro. Tengo la ilusión de mantener al baloncesto español en lo más alto no sólo en los próximos cuatro años, sino en el futuro”. Todo esto nos lleva al siguiente punto.
El relevo generacional
Es la empresa futura que más dudas suscita: ¿hay vida más allá de los últimos reductos de la generación del 80 y de las camadas inmediatamente posteriores? La caída en picado del número de españoles en la ACB, la elevada edad de la inmensa mayoría de ellos y las pocas oportunidades para los jóvenes dan pie a la preocupación.
Las medallas que también cosechan cada verano las jóvenes promesas de las categorías inferiores siempre invitan a soñar. Sin embargo, la realidad es que, a día de hoy, el recambio genera más dudas que certezas. Los nombres de algunos internacionales del futuro son obvios: los Hernangómez, Álex Abrines, Guillem Vives, Alberto Abalde, Dani Díez, Darío Brizuela, Marc García… Varios tienen cualidades prometedoras, pero se hace difícil imaginarles compitiendo a un nivel tan elevado como el de sus predecesores.
Lo conseguido por la absoluta durante los últimos 15 años, por cantidad de logros y por calidad conjunta de los jugadores reunidos, es prácticamente único. Por eso, el cambio de piezas no puede hacerse de golpe, sino poco a poco. En ningún caso se puede morir de éxito. Es más inteligente exprimir éste hasta las últimas consecuencias y, después, acometer una reconstrucción lo más tranquila posible. Con cambios, sí, pero no acabando de raíz con los cimientos mientras éstos aguanten y sin tocar lo que funcione (y pueda seguir funcionando).
Frente a las urgencias, se busca que impere la calma. Los jugadores que pervivirán de la época exitosa son aquellos que empezaron a disfrutarla casi a los 20 años y que ahora rozan o superan por poco los 30. Ellos tendrán que hacer de 'cicerones' a las perlas venideras. Scariolo tiene claro que “la cifra global de talentos probablemente sea inferior”. También que “no se puede cargar de responsabilidad a los más jóvenes y apresurarnos a la hora de prejubilar a ciertos jugadores”. Si el techo del equipo está más alto o más bajo quedará a expensas de las circunstancias. Propias y ajenas.
Las 'ventanas' y el nuevo calendario de selecciones
Un matiz importante es que a partir de 2017 se disputarán partidos internacionales en mitad de la temporada de clubes. Una figura habitual en el mundo del fútbol recuperada ahora para la causa baloncestística por la FIBA. Ya estrenadas en la canasta femenina, el primer objetivo de las llamadas 'ventanas' en su faceta masculina será otorgar la clasificación para el Mundial de 2019.
Habrá seis fechas internacionales en busca del billete para el torneo de China: noviembre de 2017, febrero de 2018, junio-julio de 2018, septiembre de 2018, noviembre-diciembre de 2018 y febrero de 2019. La primera, la segunda, la quinta y la sexta intercederán con las competiciones ligueras, que descansarán en el caso europeo.
¿Qué plantillas presentarán las distintas selecciones teniendo en cuenta que la NBA no detendrá su curso? ¿Cómo se logrará contentar a todos (clubes, ligas y protagonistas) con esos nueve días de parón para disputar dos encuentros de selecciones? ¿Qué pasará con las fechas de las Copas? ¿No llegarán algunos jugadores muy justos a la tercera ventana (del 26 de junio al 3 de julio, fechas en las que, al menos en España, acaba de terminar la liga)? ¿Habrá también virus FIBA? ¿Qué se puede esperar de este nuevo escenario teniendo en cuenta la guerra abierta entre la Federación Internacional y la Euroliga?
Las preguntas se amontonan, y aún hay otra cuestión clave: ¿por qué la próxima Copa del Mundo se disputará cinco años después de la anterior, celebrada en 2014? En este caso, para no coincidir con el Mundial de fútbol de 2018. Después, volverá a jugarse cada cuatro años. Pasará lo mismo con los torneos continentales, lo cual supone otra novedad. Lograr billete para el Eurobasket de 2021 supondrá haber salido airoso en cuatro 'ventanas' a disputar en noviembre de 2019, febrero de 2020, noviembre de 2020 y febrero de 2021.
Por tanto, a Scariolo y a sus jugadores les tocará lidiar con un panorama inaudito en la época reciente: encuentros internacionales en medio del curso, Eurobasket cada cuatro años y un verano, el de 2018, prácticamente libre. ¿Preocupación? “Lo estaría si se tratase de compatibilizar mi cargo de seleccionador con otro de entrenador en un club”, responde el técnico. La oportunidad para pensar en el largo plazo (menos estrellas disponibles, al menos durante la temporada) está ahí. Y, sin duda, esta tercera gran pata del ciclo olímpico venidero confirma lo adelantado por Scariolo: “Este reto es apasionante”.