Lo peor que se puede hacer para enfadar al Real Madrid, para que sus jugadores entren en calor, es endosarle un parcial contundente. Por ejemplo, un 14-5, como osó hacer el Obradoiro en la primera parte de este domingo. Todo lo que el tiro exterior dio al conjunto gallego también se lo aportó a su rival: 36 triples anotados entre ambos equipos, mejor dato de la historia de la ACB. Eso sí, en cuanto los grandes lanzadores visitantes se pusieron el mono de trabajo, el partido empezó a colorearse de blanco. Jaycee Carroll, con cinco triples en el segundo cuarto (seis finales), dictó sentencia, aunque cuestionada después, ya antes del descanso [Narración y estadísticas: 93-102].
La igualdad con la que se inició el partido empezó a desequilibrarse en cuanto Luka Doncic hizo acto de presencia. Así, con el niño atento a todo en la pista (incluso encestó otra 'mandarina', aunque esta no valió), fue mucho más fácil ponerle el candado al electrónico. Después de que el Madrid dependiese en exceso de Campazzo en los 10 primeros minutos (el argentino se ha abonado a los comienzos arrolladores), todo fluyó mucho más en cuanto la perla se puso a brillar. Las opciones de tiro aumentaron, la defensa se cerró todo lo posible y las posibles dudas se disiparon... por el momento.
El Madrid también empezó a ser el Madrid gracias a Felipe Reyes. La facilidad para el pase demostrada por el capitán ayudó lo suyo a que los blancos no tuviesen piedad del Obradoiro en ataque. Ni siquiera se notó la ausencia de Tavares durante muchos minutos al haberse cargado de faltas poco después del salto inicial. De hecho, el caboverdiano no tardó en ponerse las pilas y volver a dejar buenas sensaciones en cuanto pudo volver al parqué.
Poco importó que Simons no perdiese el acierto mostrado en todo momento desde más allá del 6,75 ya en la segunda parte. Bien secundado por Bendzius, también capital en la última victoria ante el Madrid (el curso pasado, precisamente en el Fontes do Sar). Los hombres de Pablo Laso no iban a permitir que cayesen en saco roto los hasta 19 puntos que llegaron a figurar como máxima diferencia blanca. Por mucho que los locales anotasen siete triples en el tercer cuarto y llegasen a colocarse a cuatro puntos en pleno último cuarto, el líder no salió escaldado de Santiago.
Y gracias, porque el carácter del Obradoiro, el que le ha hecho estar en puestos de Copa del Rey hasta ahora, reapareció cuando más falta hacía. Invitados inesperados como Laksa y Spires hicieron acto de presencia a última hora, apoyando la regularidad triplista de Bendzius y Simons. Pero pesó más la aportación, también muy regular, de los suplentes del Madrid. El fondo de armario fue determinante de nuevo: Rudy, Thompkins, Taylor…
El oficio compensó algunos desajustes defensivos visitantes cuando más podían haber pesado los errores. Siempre que el Obradoiro se acercó, hubo respuesta madridista. Para muestra, lo ocurrido tras el arreón más peligroso de su rival, cuando todavía quedaba un mundo de partido: tres minutos y medio. Rudy (que terminó doliéndose del abductor) y Taylor no dejaron de celebrar la fiesta del triple tampoco entonces. Así que se llegó al punto y final, una vez más en lo que va de competición doméstica, con los pronósticos sin saltar por los aires: el Madrid sigue con paso firme en la liga.
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