El Valencia Basket no pudo tomarse más en serio aquello de que la venganza se sirve en plato frío. Después de llegar a la anterior Copa como uno de los favoritos a alzar el trofeo y caer ante el Gran Canaria precisamente en cuartos, la lección estaba bien aprendida. Fernando San Emeterio ya se lo decía a este periódico en la previa: “Más que de revancha, hay ganas de hacer las cosas bien”. Y vaya si él y sus compañeros se tomaron la consigna al pie de la letra. El Granca apenas tuvo margen para la remontada que sí llegó en Coruña: el color del partido fue taronja en un 99% de sus fases [Narración y estadísticas: 88-72].
Gran parte de culpa de que el partido quedase visto para sentencia en la primera parte la tuvo Bojan Dubljevic. Inmenso en la pintura, está visto que el interior montenegrino tiene muchas ganas de cumplir una promesa: teñirse la barba de color naranja si su Valencia Basket se corona en Vitoria. Con un segundo cuarto inmenso de Pierre Oriola, el juego interior valenciano se ganó su sueldo con creces. Y tampoco se quedó corto el exterior, con Joan Sastre y Sam Van Rossom muy cómodos desde el triple.
En las filas canarias, McCalebb tuvo las ideas claras al inicio… y para de contar. Pasecnicks, Pablo Aguilar y el incombustible Albert Oliver fueron de lo poco potable en las filas pío-pío junto al base norteamericano. Para cuando el Granca quiso engancharse a un encuentro que llegó a perder hasta por 21 puntos, intentando repetir sensaciones de su pasado más inmediato, ya era demasiado tarde. Llegó a haber un +8 de renta valenciana a algo más de 7 minutos del final, pero Guillem Vives apareció para enterrar unas ilusiones que apenas tuvieron fundamento.
Poco rastro hubo del espíritu copero de 2016 o del que llevó a los hombres de Luis Casimiro a imponerse en Vitoria durante la última Supercopa. De hecho, se echó en falta mayor aportación de hombres como Báez, Rabaseda y Kyle Kuric. Quizá padeciendo el mismo mal que sus vecinos del Iberostar Tenerife el jueves, el Granca no supo ni pudo mantener un juego regular. Ni colectivo, pues el rapapolvo del Valencia Basket también fue contundente en ese sentido.
Con Sato ayudando a los suyos a echar un candado todavía más inexpugnable a su triunfo y todo decidido, la afición presente en el Buesa Arena se dedicó a caldear el ambiente de cara al Baskonia-Real Madrid del sábado. Dos veces se utilizó el instant-replay para revisar jugadas comprometidas, dos veces cantó “¡Era campo atrás!” (de Llull) el pabellón al unísono. Fue la nota anecdótica de una revancha que al Valencia Basket, a pleno rendimiento, apenas le costó esfuerzo consumar. El triple de la honra, los últimos puntos del encuentro, fueron para el Granca y Salin. El honor, para los taronja, con Dubljevic despedido con liturgia de MVP y el Buesa, por un momento, convertido en una Fonteta que botó. Vaya si botó.
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