Una escalada de casi una hora por las faldas del volcán Etna supuso el primer duelo entre los favoritos del Giro de Italia, que midieron muchísimo sus esfuerzos en una subida inusualmente larga para los primeros compases de una gran vuelta. El viento de cara se sumó a la prudencia propia de la cuarta de 21 etapas: ni Nairo Quintana (Movistar Team) ni Thibaut Pinot (FDJ) ni tantos otros quisieron sentir el aire en el rostro. Sólo Vincenzo Nibali (Bahrein-Merida), motivado por correr en su Sicilia natal, ensayó un movimiento que no prosperó.
Así, los veinte principales llegaron de la mano a la meta, permitiendo al luxemburgués Bob Jungels (Quick-Step) heredar la ‘maglia rosa’ de su coequipier Fernando Gaviria. La única excepción fue el ‘sputnik’ Ilnur Zakarin (Katusha), que atacó en el último kilómetro para recuperar los segundos concedidos este sábado debido a un inoportuno pinchazo.
Igualmente inoportuno fue el pinchazo sufrido este martes por Mikel Landa. Pasado el ecuador de la subida al Etna, faltando apenas 10 kilómetros para meta, el vasco encabezaba el pelotón junto a sus compañeros de Team Sky cuando su rueda delantera flaqueó y tuvo que escorarse a la izquierda de la carretera para cambiarla por la de su compañero colombiano Sebastián Henao. Empezó entonces una caza frenética de cinco minutos tras la cual el ciclista alavés logró reintegrarse en el grupo de favoritos.
La inacción de los favoritos permitió a la pequeña escapada del día triunfar. El esloveno Jan Polanc (UAE Team Emirates) realizó una exhibición de fuerza y capacidad de sufrimiento para triunfar en meta por menos de medio minuto después de cinco horas de escapada junto a otros tres jornaleros de la gloria: Eugenio Alafaci (Trek-Segafredo), Jacques Janse van Rensburg (Dimension Data) y Pavel Brutt (Gazprom-Rusvelo).
La rivalidad tendrá que esperar
Al Giro de Italia lo llaman ‘corsa rosa’ por ese color característico que comparte con La Gazzetta dello Sport. No obstante, la carrera también es ‘rosa’ por el tipo de conversación que la rodea en las jornadas de prolegómeno y tregua. Estos días, por ejemplo, la principal especulación en las tertulias es una hipotética antipatía entre Nibali, el héroe local, y Quintana, el villano extranjero.
Los opinadores más cerebrales omiten lo personal y hablan de la bellísima rivalidad deportiva que podría marcar las próximas tres semanas, con un saco de favoritos ahora mismo secundarios en los análisis y perfectamente capaces de saltar al primer plano. Hoy no falló nadie: todos acertaron a resistir escudados en sus gregarios. Habrá que esperar, pues, para ver la altura del duelo entre italiano y colombiano, que sólo se han batido en el Tour de Francia de 2015 y no lo hicieron directamente, sino condicionados por Froome y su Sky.
Más allá del sobresalto bien solventado por Landa, desde el punto de vista español la etapa ha tenido varias buenas noticias. A lo largo de la subida al Etna se aparecieron en cabeza ciclistas en franca progresión como Carlos Verona (Orica-Scott, trabajando para Adam Yates) ó Pello Bilbao (Astana, atacó y circuló por delante de los favoritos unos kilómetros). También un clásico, Igor Antón, asomó en dos ocasiones con demarrajes que no prosperaron. Finalmente sólo Landa cruzó la meta con los mejores; quedó la duda de si el jovencísimo almeriense Cristian Rodríguez (Wilier) podría haberlo hecho de no haber mediado un pinchazo a tres kilómetros de meta cuando viajaba cómodo entre ellos.
En la parte menos positiva de la balanza figura el nombre de Alberto Losada, histórico gregario de Purito Rodríguez que en este Giro está al servicio de Ilnur Zakarin. El catalán sufrió a 70 kilómetros de meta una caída en la cual se golpeó un hombro contra un muro. Aunque se anunció su retirada, en realidad Losada reemprendió la marcha tras ser atendido por los servicios médicos y logró franquear la línea de meta en solitario a más de 38 minutos del ganador Polanc. Toda una gesta por parte de un genuino esforzado de la ruta.
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