Una conductora ebria, en Oliva (Valencia), hace poco más de una semana, se llevaba por delante a cinco ciclistas con un balance de tres muertos y dos heridos. El sábado pasado, otra que cuadriplicaba el nivel de alcohol en sangre atropellaba a otros seis -aunque, esta vez, sin que ninguno falleciera-. Y el pasado domingo, se sucedían otros dos accidentes más, ambos en Navarra y sin víctimas mortales. ¿Casualidad? Puede ser. “Cuando se dan casos extraordinarios con tanta frecuencia, salta la alarma. Pero lo cierto es que desde el 2000 se ha reducido el número de accidentes mortales, aunque ha aumentado el de heridos leves”, explica Alfonso Triviño, secretario general de la ACP (Asociación de Ciclistas Profesionales).
Y lo cierto es que así ha sido. En total, en 2016, según los últimos datos registrados por la DGT (Dirección General de Tráfico), fallecieron 33 ciclistas -10 menos que el año anterior-. Es decir, la tendencia es a la baja. Sin embargo, la alarma es real y existe. De ahí que Juan Ignacio Zoido, ministro del Interior, este martes, anunciara un endurecimiento de algunas medidas. Entre ellas, que los conductores reincidentes por consumo de alcohol y drogas (los que hayan cometido dos o más infracciones), a partir de ahora, sean remitidos a las autoridades para que evalúen si tienen un problema de abuso o dependencia de estas sustancias antes de recuperar su carné. Pero también el incremento de la vigilancia en las vías secundarias los fines de semana o el aumento de los controles de alcohol y drogas, entre otras muchas medidas.
Eso, sin embargo, no es suficiente. Desde el colectivo ciclista, y a raíz de la petición #porunaleyjusta impulsada por la mujer de una víctima, piden una reforma del código penal. Como, por ejemplo, “establecer como delito, de carácter grave, la huida o el abandono del lugar de los hechos por parte del conductor implicado en el mismo”. Es decir, que cualquier persona, como la mujer que atropelló a dos ciclistas y se dio a la fuga el pasado domingo en Navarra, pague por lo hecho. “Dejar a un compañero muerto en el arcén es impune en el 90% de los casos hoy en día y eso tendría que estar penado en el 100%”, explica Alfonso Triviño.
Pero, dejando a un lado lo normativo, los ciclistas tienen muchos otros problemas. “Uno de los principales es la configuración de las carreteras. Hay muchas sin arcén, otras que son estrechas y en las que no se puede adelantar, la falta de controles de alcoholemia y estupefacientes para prevenir los accidentes, los límites de velocidad...”, enumera Manuel Martín, director técnico de ConBici (Coordinadora en Defensa de la Bicicleta). Y añade Alfonso: “Hay algunos que se creen que somos un estorbo y que tienen ellos el derecho a ocupar en exclusiva toda la vía. En la época anterior (cuando María Seguí era la directora general de tráfico), las campañas fueron dirigidas hacia la autoprotección. Y no van por ahí los tiros, sino por tener medidas sancionadoras contra quien ponga en peligro la vida de los ciclistas”.
“LAS ROTONDAS SON VERDADERAS RATONERAS”
Ante esta situación, y “aunque no se puede vivir con miedo”, como reconoce Alfonso, lo cierto es que hay muchos ciclistas que lo tienen. Juan Carlos Muñiz, presidente de la Federación Gallega de Ciclismo, así lo confiesa: “Sí que te lo piensas cuando sales los fines de semana. Tu mujer, en vez de decirte ‘disfruta’, cuando vas a hacer lo que te gusta, te suelta un ‘ten cuidado’ antes de salir”. Y Juan Miguel Rodríguez, presidente del Club Ciclista Mammoth, lo secunda: “Se está convirtiendo en un infierno. Hay compañeros que se lo piensan antes de irse con la bici”.
La problemática se da en las carreteras, pero también en los centros urbanos, donde no siempre las vías están adecuadas para que circulen los ciclistas. Por ejemplo, hay muchos problemas en las rotondas, como explica Juan Miguel Rodríguez: “Se están convirtiendo en una trampa mortal. Somos invisibles y la gente no nos ve. Ya han atropellado así a dos compañeros nuestros de trabajo. Parece increíble, pero eso está ocurriendo. Son verdaderas ratoneras”.
En parte, algunos de estos problemas se solucionarían, según apunta Alfonso, con mejores infraestructuras. Desde la propia Mesa Española de la Bicicleta han pedido ya un plan estratégico estatal de la bicicleta que se pueda desarrollar a largo plazo y que lleve a cabo una serie de reformas, como la adecuación de las ciudades hacia “una movilidad sostenible para que todos los vehículos puedan convivir sin problemas”, como apunta Juan Carlos desde la Federación Gallega. El otro aspecto a mejorar es la educación. “A nosotros nos gustaría tener una asignatura de educación vial porque es fundamental para que los niños aprendan, que sepan ir en bicicleta, que conozcan las normas y que las interioricen”, apunta Alfonso Triviño.
DESCONOCIMIENTO DE LAS NORMAS
Esa falta de educación que apuntan desde la ACP deriva en un desconocimiento de las normas. “Muchos no saben que pueden adelantar pisando la línea continua y pasan cerca de ti dándote un buen susto. Y sólo eso puede producir un accidente. Y luego hay coches que se sienten agredidos por los ciclistas y te cierran. Hay mucha falta de respeto”, apostilla Juan Carlos desde el Club Ciclista Mammuth.
Esa realidad, patente en toda la Península, se reproduce de forma casi idéntica en las Islas Canarias. O, al menos, eso se deduce de las palabras de Ulises Carballo, miembro del Club Eslabón. Él lleva siete años montando en bicicleta de forma regular y ha visto cómo, en los últimos años, se ha producido un ‘boom’ que no ha ido acompañado de una educación y un conocimiento real de las normas. “Hay gente que tan solo lleva cinco años de experiencia y le preguntas si saben cómo tienen que circular y no tienen ni idea. No saben que pueden ir en paralelo, y eso no pude ser. Eso desde el punto de vista del ciclista. Los conductores tienen poco conocimiento de lo que sufre una bicicleta, que hay sitios en los que no puedes ir por el arcén…”, confiesa.
Educación, por tanto, en los dos sentidos. Y también sanciones. Eso es lo que se pide desde asociaciones, federaciones y clubes. Todos, con una sensación compartida: el conductor es impune. “Al final parece que no pasa nada. Es como si le dieras un arma a alguien y lo asesinas”, añade Ulises. Eso es lo que preocupa a los ciclistas. Algunos con miedo, otros preocupados, pero todos unidos por un ‘hobby’ que a veces resulta mortal. No lo debería, pero sucede. En la mano de todos está cambiarlo.
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