A lo Indurain. Así ha ganado Tom Dumoulin su primer Giro de Italia, una carrera en la que ha habido de todo pero que pasa de convertirse en un gran rodador a todo un campeón de grandes vueltas. Dumoulin ha sido capaz de remontar los 53 segundos que le separaban de Nairo Quintana. En la mañana de este domingo era cuarto en la general y ahora se coloca de nuevo la ‘maglia rosa’. La del último día. La que vale. [Así te hemos contado la última y decisiva etapa del Giro de Italia]
Dumoulin e convierte así en el primer ciclista de los Países Bajos en ganar el Giro. Han tenido que pasar 100 ediciones. Sólo ha necesitado 17 de los 29 kilómetros de la etapa para volver a ocupar el primer puesto. El resto ha sido ya ampliar distancias hasta hacerlas definitivas. Al final ha sido 1’24” con Quintana y termina ganando uno de los Giros más ajustados de la historia. Ha sacado 31 segundos a Nairo y 40 a Nibali, que ha terminado cerrando el podio por muy poco.
El gran perdedor del día ha sido Thibaut Pinot, el peor de los cuatro que se jugaban la general hoy. Empezó la jornada como tercero y con grandes expectativas porque estaba siendo el mejor en la montaña esta semana. Pero una crono floja lo ha sacado del podio: “Me quedo contento. Tengo una etapa y he peleado el podio hasta el último día, pero ellos han sido más fuertes”, se resignaba el galo.
El día, eso sí, no ha podido ser mejor para los Países Bajos: además de la general con Dumoulin, Josh Van Endem se ha llevado la etapa dando una victoria a Lotto NL-Jumbo en una carrera donde Kruijswijk no ha ido como se esperaba. Un giro que termina con Mikel Landa como rey de la Montaña y tres victorias de etapa –Omar Fraile, Gorka Izagirre y el propio Landa, que definía su carrera como una “muy buena experiencia” por todo lo que ha pasado estas tres semanas- para los españoles. Por su parte, Quick Step Floors remata también un gran Giro con la clasificación de los puntos para Fernando Gaviria y el maillot blanco como mejor joven para Bob Jungels, que se lo ha quitado hoy mismo a Adam Yates.
“Es una locura”
La Mariposa de Maastricht, como se le conoce a Dumoulin, ha asegurado que ha sido uno de los días con más nervios de su vida: “Es una locura. No tengo palabras para describir esto. Hoy he estado nervioso desde por la mañana, pero en la bici me he encontrado muy bien”, decía el neerlandés, radiante de felicidad. En Movistar el sentimiento era el de quien ha perdido haciendo todo lo posible: “Vista como era la crono, encantados de haber mantenido la segunda posición. Nairo lo ha hecho muy bien, pero ante quien teníamos delante poco podíamos hacer. Desgraciadamente se ha cumplido lo que pensábamos. No era tiempo suficiente”, ha reconocido el director Eusebio Unzue.
A los 26 años –cumplirá 27 en noviembre-, asistimos al nacimiento de una nueva estrella de las grandes vueltas que ya dio muestras de lo que podía hacer precisamente en una carrera muy distinta: la Vuelta a España. No pudo consumarla, pero desde entonces se ha dedicado a mejorar su versión hasta convertirse en el rocoso e irreductible corredor que es hoy. Dumoulin sabe que no es un escalador y tira de inteligencia y clase. No entra al trapo en los cambios de ritmo y propone una subida al mismo tren, en una vuelta a los 90 cuando era el Miguel Indurain quien sufría los continuos ataques de Chiapucchi, Virenque o un jovencísimo Pantani y los dejaba ir para mantenerlos siempre a una distancia de visibilidad. Hoy a Dumoulin le atacan Nairo Quintana, Nibali o Zakarin. Tal vez el año que viene el escenario sean los puertos del Tour, y los rivales otros como Chris Froome. En cualquier caso, el neerlandés también ha sido capaz de sacar su carácter devolviendo los ataques en la montaña cuando su cabeza se dejaba llevar por el corazón.
Pero Dumoulin no sólo ha mejorado sus prestaciones en la alta montaña, sino que sobre todo ha aprendido a limar defectos y errores. Tanto él como su equipo. La experiencia de la Vuelta a España 2015, que perdió en la penúltima etapa después de una jornada en la que no supo contrarrestar movimientos tácticos rivales y luego se terminó quedando solo, ha estado muy presente a lo largo de este Giro donde ha hecho de gato escaldado. Desde que se vistió de rosa, siempre metió al menos un compañero en las escapadas numerosas previniendo posibles zarpazos tácticos. No tropezar dos veces en la misma piedra también es una virtud.
El Giro del ‘apretón’
Si por algo pasará a la historia este Giro del centenario es por el conocidísimo ‘apretón’ que sufrió Dumoulin camino de Bormio, cuando literalmente tuvo que pararse en la cuneta para aliviarse porque no podía aguantar más. De hecho, la sensación es que en esta última semana ha habido carrera precisamente por los dos minutos que perdió en este episodio que ya ha quedado en la memoria de todos los aficionados, porque de lo contrario esto habría estado sentenciado ya hace tiempo. El atracón de puertos de la última semana también le ha hecho mella, pero no suficiente como para distanciarlo antes de la etapa de este domingo: la crono final de Milán. Para Nairo Quintana, empezar esta contrarreloj con menos de un minuto era un colchón demasiado estrecho. Y eso que el colombiano no ha hecho mala crono.
Y precisamente por esto la victoria del neerlandés supone un regreso a los años 90, cuando precisamente Indurain cimentaba sus victorias en la abismal diferencia que lograba en la lucha contrarreloj. En las últimas dos décadas, esta disciplina se ha ido reduciendo cada vez más en las carreras de tres semanas –el próximo Tour apenas tiene 36 kilómetros individuales en total- dando un protagonismo desmedido a los escaladores. Hombres como Froome, Contador o incluso Nibali se defienden bien, pero no son especialistas.
Si acaso, Wiggins ha sido el único vencedor reciente que era verdaderamente rodador y en un Tour que se calificó como inusual porque tenía dos cronos realmente largas y llanas. Incluso hubo críticas por haberlo hecho “a medida” para el británico.
Por eso tiene más valor, si cabe, la victoria de Tom Dumoulin. Porque es un corredor que no responde al paradigma de ciclista para el que se diseñan las grandes vueltas del ciclismo moderno. Porque ha sido realmente el más fuerte en todos los terrenos, haciendo diferencias en su especialidad y sin ceder apenas contra los escaladores. Se ha sobrepuesto a los elementos, incluida la propina llamada de la naturaleza, ha sido capaz de esconder sus defectos y explotar al máximo sus virtudes para cimentar en ellas el triunfo. Sólo el tiempo dirá hasta dónde llega en el futuro.
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