El pavés no perdonó. Cuando John Degenkolb (TFS) cruzó la línea de meta, embarrado, apenas pudo celebrarlo. En sus primeras declaraciones a los medios de comunicación estaba llorando. "Ha sido una guerra tremenda", decía, mientras le dedicaba su victoria de etapa a un amigo suyo que murió en invierno, "que era como un segundo padre". [Así te hemos contado la novena etapa del Tour de Francia].
El ciclista alemán no se lo creía. Él también estuvo a punto de decir adiós a la bicicleta hace dos años. En enero de 2016, mientras entrenaba en Calpe (Alicante), fue atropellado por una británica que circulaba con su coche en sentido contrario. Se recuperó, pero el accidente le quitó la movilidad de uno de sus dedos. "Todo el mundo decía que estaba acabado, que después del accidente no podría volver. Yo dije 'no', 'no estoy acabado'. Tenía que conseguir al menos una gran victoria por Jörg". Este domingo, con ese dedo señalando al cielo, Degenkolb volvió a tocar la gloria en el infierno de Roubaix.
Para los favoritos la etapa no fue nada fácil. Como sucedió hace cuatro años cuando Chris Froome (SKY) tuvo que abandonar, ni siquiera hizo falta llegar al primer tramo adoquinado para que uno de los máximos candidatos al maillot amarillo, Richie Porte (BMC), sufriera una caída. Fue a 7 kilómetros del inicio de la etapa y le dejó fuera de la pelea. La imagen es descorazonadora. El australiano sentado, con las piernas abiertas, tocándose la clavícula derecha con la mano izquierdo. Los fotógrafos se acercan. Él dice que no puede. Un médico le atiende, él solo llora y les dice a sus compañeros que sigan sin él. Tiene que retirarse de la carrera por segundo año consecutivo.
En esa misma caída también estuvo involucrado José Joaquín Rojas (Movistar), encargado de escudar a Mikel Landa y de prestarle la bici si fuera necesario. Rojas también tuvo que abandonar. Por lo que la escudería telefónica se queda con siete ciclistas para el resto de la carrera; tres de ellos son líderes. A estas dos bajas hay que sumar la de Tony Martin (Katusha), ganador de la etapa de pavés en 2015, que no llegó a subirse a la bicicleta en la línea de salida tras sufrir una fractura en una vértebra durante la octava etapa.
Romain Bardet (AG2R) también lloró por la impotencia de pinchar cuatro ruedas a lo largo de la etapa. Las dos primeras en el primer tramo de adoquines; la tercera, en el sector 10 (sexto tramo en cruzarse); la cuarta, justo al final del último tramo, ya extenuado, después de haber hecho un esfuerzo tremendo para volver a engancharse al grupo de cabeza.
Froome estuvo a punto de lamentarse. Cuando todo parecía que estaba controlado y su equipo lideraba el pelotón, uno de sus compañeros de SKY cayó al suelo y él salió volando. Movistar, que había mantenido a seis de sus hombres en cabeza, aprovechó para apretar y estirar al pelotón. Quedaban 40 kilómetros para la meta.
Pero el pavés, decíamos, no perdona a nadie. SKY se volvió a enganchar al grupo de los favoritos y entonces todos decidieron bajar el ritmo, tomar el último sorbo de agua. Fue bebiendo como Landa se encontró con el suelo. Ahora le tocaba a él remontar.
Descolgado también estaba Rigoberto Urán (EF), que pinchó cuando quedaban 28 kilómetros. Y, cuando las cámaras le enfocaban, la carrera parecía una contrarreloj por equipos con todo su equipo intentando reengancharle con el grupo. No lo consiguieron. Cruzó la meta casi dos minutos más tarde que Degenkolb y Van Avermaet (BMC), líder de la clasificación general.
El belga ya aventaja en 43 segundos a Geraint Thomas (SKY), segundo clasificado, y, tras la retirada de Porte, será el candidato de su equipo en la lucha por el maillot amarillo. De momento solo tiene que mantenerlo. El martes llegan los Alpes, el terreno preferido de los favoritos.
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