En su magistral biografía sobre Fernando de Magallanes, el escritor austriaco Stefan Zweig glosa los numerosos contratiempos del explorador a la hora de encontrar financiación para su colosal aventura: "Como tantas otras veces, cuando un hombre es desplazado, es empujado hacia su verdadero centro". Es posible que la amarga experiencia del Real Madrid en Andalucía, donde ha perdido 4 puntos en las tres salidas comandadas hasta ahora por Zinedine Zidane, concluya de forma boyante para el entrenador (victoria en la Champions, la competición predilecta del club, único foco del equipo a partir de ahora). No ha terminado febrero y los blancos, como quedó demostrado en Málaga, han dejado de soñar con la Liga.
La Rosaleda no contempló un gol salvador de Modric, como en Granada, ni el zarpazo habitual de Ronaldo, como en Roma. Un excelente Málaga sin grandes nombres dejó al Madrid definitivamente sin Liga: hundido en una falta de identidad difícilmente entendible para un partido crucial, el equipo blanco volvió a emitir sensaciones propias de la era Benítez.
Es difícil jugar peor, si se tiene en cuenta la trascendencia del compromiso. A nueve puntos del Barcelona (más uno, por el 'goal average' particular entre ambos), el Madrid de Zidane ha deslucido su espectacular inicio con dos empates andaluces sorprendentes en el fondo y la forma. La plantilla está claramente más vinculada al técnico francés que a su antecesor, pero este domingo jugó como en diciembre: salvo Keylor Navas, el resto de los jugadores estuvo por debajo de su rendimiento esperable.
El Madrid marcó un gol en fuera de juego (y a balón parado), falló un penalti, no logró desactivar la presión adelantada del Málaga (admirable su derroche físico) y mostró, sobre todo, una falta de dinamismo inexplicable: después de ilusionar a su afición con la meritoria victoria en Roma, cuatro días después de que Cristiano Ronaldo dijese al mundo que sigue siendo Cristiano Ronaldo, los blancos se despiden sin gloria de la segunda competición de la campaña, a no demasiados kilómetros de la ciudad donde se dejaron la Copa del Rey, en un partido nada ejemplarizante.
Banquillo insuficiente
En el minuto 66, cuando Albentosa igualó el marcador, Zidane sintió escalofríos en la soleada tarde malagueña. Un vistazo al banquillo ofrecía un panorama demasiado humilde para un club de su poderío: Lucas Vázquez (que ya había reemplazado a Isco), James, Mayoral (el juvenil, que había jugado 90 minutos el sábado), Casilla, Casemiro, Arbeloa y Danilo. Las lesiones de Bale y Benzema le habían dejado sin opciones de revitalización ofensiva, además de James. Puede que, en ese momento, Zidane se acordase de Denis Cherysev. La plantilla fuera de punto que dejó Carlo Ancelotti mostraba también una limitación cuantitativa por primera vez en la temporada.
“Hemos tenido ocasiones, pero hemos pagado algunos errores”, reconoció Marcelo (de digna actuación) a la conclusión del partido. Su entrenador, que compareció muy serio en la sala de prensa de La Rosaleda, insistió en que él y sus jugadores no ven la Liga perdida. Reconoció que incluso podían "haber perdido este partido, porque hemos concedido muchas ocasiones", y habló de "reflexionar, yo el primero, y buscar soluciones”.
Javi Gracia, el competente preparador del Málaga, había empatado contra el Madrid de Benítez en el Bernabéu y empató contra el de Zidane en La Rosaleda (pese a haber perdido a Amraabat en el mercado de invierno). El día antes del encuentro había dicho: "Veo el mismo potencial, el mismo peligro en los hombres de arriba. Pequeños ajustes sí, pero tampoco veo tantas diferencias entre este Madrid y el de la primera vuelta".
Cuando el Madrid conquistó su ansiada 'Séptima' Copa de Europa en 1998, finalizó cuarto en la Liga. Cuando ganó la Octava, quedó quinto. En la temporada de la 'Novena', consagrada por la volea inmortal de su hoy entrenador, quedó a diez puntos del Valencia de Rafa Benítez. Le quedan 13 semanas para acomodarse a la sentencia de Zweig y dedicarse por entero a la conquista de su torneo preferido. La Liga, por lo que se ve, no era un problema intrínseco al técnico anterior.