Si hay una fecha imborrable en los corazones de los madridistas esa es la del 20 de mayo de 1998, el día que el Real Madrid volvió a tocar el cielo de Europa. Todavía estaban las pesetas, Aznar gobernaba en España, Alejandro Sanz sonaba con 'Amiga mía' aunque todavía retumbaba el 'Corazón partío', Dana International ganaba Eurovisión por Israel y en la televisión se veian a dos chapuzas, Manolo y Benito, que conquistaban a los españoles.
En el fútbol, Zidane ya pasaba a la historia con una actuación sublime en la final del Mundial o Diego Armando Maradona se retiraba oficialmente del fútbol, pero aquél 1998 siempre quedará como el año de la Séptima, el del gol de Mijatovic, el gol de una generación. Fue la Copa de Europa de todas las Copas de Europa. 32 años después, el Madrid volvía a mandar en el continente. Lo hizo ante la Juventus, dos décadas después su rival otra vez.
Españoles e italianos reeditan este sábado (20:45 horas) aquella final inolvidable para los blancos, pero de infausto recuerdo para la 'Vecchia Signora'. En Madrid esa final de Ámsterdam es religión, en Turín es calvario. Era, además, la segunda derrota consecutiva y el final de tres años en los que llegaron a tres finales y solo ganaron la primera. Y hasta ahora la última.
Ese componente de revancha y la necesidad imperiosa de al fin ganar una Champions League hacen de esta Juventus un rival diferente al que se encontró el Madrid aquella tarde de mayo de finales del siglo pasado. También el hambre por saborear el éxito que a tantos buenos jugadores del conjunto turinés se le ha resistido. Tengan en cuenta que ni Del Piero ni Pirlo ni Nedved pudieron ganar la Copa de Europa. Tampoco Buffon, hoy todavía soñando con ella y con la posibilidad de cerrar una carrera que le da el último sorbo de fama.
Ese centro de Panucci y el disparo posterior de Roberto Carlos que rebañó Mijatovic son los segundos más tensos de la historia del Madrid. El regate del montenegrino a Peruzzi, portero de la Juventus, es la imagen más universal del madridismo junto a la de Zidane en la Novena y la de Ramos en la Décima.
Era entonces aquel un Madrid con hambre. Estaba ante más de tres décadas de abandono de la Copa de Europa y a aquél equipo, que terminó cuarto en Liga, le movía más la emoción que el fútbol. Era, además, un equipo revuelto, con el entrenador, Jupp Heynckes, sabiendo que sus días estaban contados (concretamente dos después de la final) y con un vestuario en el que ya sonaba la autogestión.
Delante, la poderosa Juventus de Turín, gran dominadora de Europa aquellos años, capaz de ganar la Serie A con una facilidad aplastante (solo perdió dos partidos) y finalista por tercer año consecutivo, algo que solo ella ha conseguido desde entonces. La Juventus de figuras mundiales: el después Balón de Oro Zinedine Zidane, el mago Del Piero, el delantero total Inzagui, el centro del campo con Deschamps y Davis y la defensa férrea y temible de Pessotto, Di Livio, Montero... En el banquillo, el maestro Marcello Lippi.
El fútbol, como es fútbol, regaló una final sorprendente en la que el Madrid, claramente inferior, ganó al que era mejor a priori. El Madrid de Fernando Redondo, de Karembeu y Seedorf, de Roberto Carlos, de Hierro y Sanchís o de los jovencísimos Raúl y Morientes. Era un buen equipo, pero lejos del nivel mostrado por la Juventus.
Como si fuera una señal del destino, 19 años después 'bianconeris' y merengues se intercambian papeles. La Juventus de 2017 parece el Real Madrid de 1998 y el Madrid de 2017 aquella Juventus de 1998. Si se repite el final, acabaría mal para los españoles, pero el desenlace solo se sabrá tras jugar los 90 (o 120) minutos. Ahí habrá que ver si la final camina por el mismo sendero que aquella de Ámsterdam.
Antes, en los días y meses previos, la Juventus actual se parece a aquel Madrid porque se mueve entre la ilusión y la obligación, el anhelo y el deseo. Son ya 21 años sin ganar una Champions y, aunque no sean los 32 que estuvieron los blancos, las sensaciones y las ganas son las mismas. El hambre que tenía el Madrid de la Séptima es el mismo que tienen ahora los hombres de Allegri, cansados ya de tantas tristezas y necesitados de conquistar Europa.
Por su parte, el Madrid de 2017 está lleno de nombres ilustres, tendrá al Balón de Oro como aquella Juventus y tiene un cartel mucho más mediático que su rival. También viene de jugar la última final y tiene a un bloque mucho más experimentado que el equipo italiano. Por eso es el favorito. Puesto por puesto, en pocos supera la Juventus al Madrid.
Si comparamos estrictamente a la Juventus de antaño con la actual, salen diferencias, pero no tantas como se podrían esperar. Del Piero tiene en Dybala un sucesor de lujo, la BBC bien se puede asemejar a aquella defensa resistente y hasta a Higuaín se le puede comparar con Inzaghi. En el banquillo, italianos que no eran de la casa y cuyas carreras como jugador fueron muy discretas. Lo que si tiene esta Juve es menos identidad italiana que aquella y algo más de creación y virtuosidad.
Juventus y Real Madrid se enfrentarán en una final por segunda vez en la historia y el recuerdo de la primera es imborrable. Para los blancos sirvió aquello para acabar con su etapa más negra y abrir su época más dorada, esa que les llevó a ganar tres Copas de Europa en cinco años. Sin duda, un punto de inflexión. Pero es que ahora se puede superar aquello y ganar las mismas Champions, tres, pero en menos tiempo, cuatro temporadas.
No lo pondrá fácil una Juventus que coge en Cardiff el papel que el Madrid tuvo en Cardiff. Un equipo menos italiano que aquél pero sin descuidar los toques transalpinos. 19 años después, se juega el partido de vuelta de aquella final de 1998, pero con funciones diferentes.
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