En un año sin Mundial ni Eurocopa, solo queda la temporada de clubes, y especialmente la Champions, para saber quien se llevará esos trofeos que escogen a una pieza dentro de un tablero en la que todas son importantes y se necesitan entre ellas. Pero así es el fútbol actual: mediático, publicista y a veces hasta engañoso.
El Balón de Oro y su copia, el 'The Best' de la FIFA, se deciden en los momentos más importantes del año. El de este sábado en Cardiff es el partido de los partidos, la final de Champions. No hay encuentro más grande en 2017 que el que jugarán Juventus y Real Madrid en el Estadio Nacional de Gales.
El debate, siempre recurrente cada año, se centra esta vez en Cristiano Ronaldo y Gianluigi Buffon. ¿La razón? Futbolística y mediática. En estos galardones no solo se premian los méritos deportivos, sino que también entran factores como la publicidad. Con Messi en la terna (siempre lo estará, haga lo que haga), la duda recae en el tercer nombre. El último año fue Griezmann, el anterior Neymar, en 2014 Neuer, en 2013 Ribery...
El doblete que ya tiene en el bolsillo y la clasificación para la final de Champions han hecho que el gran año de la Juventus se represente, a nivel individual, en la figura de su capitán, portero y leyenda Buffon, aunque éste no haya sido tan clave en comparación con Dybala, Higuaín, Dani Alves o la BBC defensiva.
Parece excesivo darle el Balón de Oro a un Buffon que, salvo que haga una actuación soberbia el próximo sábado en Cardiff, ha tenido una Champions tranquila, sin grandes alardes, no porque él sea malo, sino porque tuvo a un muro que controló a todos los rivales que tuvo la Juventus. Pero es el meta italiano el que representa muchas más cosas aparte de lo estrictamente futbolístico: es un símbolo, un referente de una etapa, representa a una generación y, sobre todo, es de los pocos jugadores respetados y queridos por prácticamente todo el mundo.
Buffon está ya ante su última gran oportunidad para entrar en la leyenda. Ser el mejor portero italiano de siempre no se lo niega nadie, estar en el top5 de mejores arqueros de toda la historia del fútbol también podría aceptarse, pero al final los títulos son los que juzgan al final de una carrera si un futbolista fue grande o gigante. A Buffon le falta levantar una Champions, esa imagen que queda para toda una vida.
La final del sábado será el tercer intento que haga Gianluigi por ganar una Copa de Europa que se le resiste tanto a él como a la Juventus. Es él la personificación de la 'Vecchia Signora': dominador absoluto en Italia (ha ganado ocho Ligas) pero decepcionante en Europa, sin ningún título. En Champions, perdió la final de 2015, ante el Barcelona en Berlín, pero más dolorosa fue la derrota en 2003, cuando tenía 25 años, ante el Milan en Old Trafford, un partido que se fue a los penaltis tras una gran actuación suya durante el partido. Paró dos penaltis (a Seedorf y Kaladze), pero los errores de Trezeguet, Montero y Zalayeta condenaron a la Juventus a un nuevo subcampeonato.
Ya con 39 años, Buffon se ha reinventado para no seguir el camino de otros 'colegas' como Casillas. El italiano es santo y seña de la Juventus igual que el mostoleño lo era del Madrid. Ambos también eran imprescindibles con sus selecciones. Con unas carreras muy similares, Gianluigi logró lo que no consiguió Iker: mantener el nivel cada temporada, no tener fallos continuados y, sobre todo, tener el 100% del apoyo de su hinchada, en una especie de figura mística parecida a la de Totti, recién despedido con honores de la Roma.
También ayudó a engrandecer la leyenda del portero de Carrara que se quedara en la Juventus en Segunda hace ahora diez años, justo en los mejores años de su carrera. El equipo fue descendido por el el 'Calciopoli', también llamado 'Moggigate', y la mayoría de los jugadores se fueron (Ibrahimovic y Vieira al Inter, Emerson y Cannavaro al Madrid o Thuram y Zambrota al Barcelona). Solo quedaron Nedved, Del Piero y Buffon. Eso ayudó a que la hinchada de Delle Alpi los venerara de por vida.
Quedarse no era una decisión inteligente. Buffon venía de ganar la Serie A (posteriormente quitada por ese escándalo de amaños en los arbitrajes) y, sobre todo, el Mundial con una actuación sublime. Era el mejor portero del mundo, estaba en el cénit de su carrera, pero la fidelidad a los colores 'bianconeri' le llevaron a las catacumbas. El himno de la Juve, "storia di un grande amore", parece estar hecho a semejanza de 'Gigi'.
Fue ese año, el 2006, la única vez que Buffon alcanzó el podio del Balón de Oro. Bien lo mereció tras un Mundial en el que representó a la perfección, junto a Cannavaro, la identidad de aquella Italia. Una década después, el portero italiano entra en las quinielas más por su trayectoria que por su presente. No es que su año haya sido malo, pero tampoco es el meta decisivo de antaño e incluso en la Juventus actual hay jugadores más determinantes que él.
El mejor criterio para dar los premios individuales en el fútbol sería haciéndose la pregunta si el equipo notaría la ausencia del jugador en cuestión. ¿Estaría la Juventus en la final de la Champions con otro portero que no fuera Buffon? Seguramente sí. ¿Estaría el Madrid en Cardiff sin Cristiano Ronaldo? No. Los blancos ya demostraron su dependencia del jugador portugués en cuartos y semifinales, donde él marcó ocho de los diez goles. En cambio, a los italianos les llevaron otros jugadores con más relevancia que Buffon.
Lo tendrá difícil Buffon, porque su principal rival en la lucha por el mediático trofeo viene, gracias al cambio de mentalidad, de un año idílico, en el que estuvo bien en las grandes noches de la temporada. A Cristiano no se le puede acusar este año de egoísta. A diferencia de otras temporadas, renunció a todos los éxitos individuales que se consiguen a lo largo de la temporada en pro de un mejor nivel en el tramo decisivo de la temporada. Y con eso alargó su leyenda, mejoró al Madrid e hizo que los blancos se clasificaran para su segunda final de Champions consecutiva con tres actuaciones históricas en los momentos más importantes.
Una final acaba siendo decisiva. No es lo mismo ser decisivo en un partido normal de Liga que en una final de Champions. El fútbol es así. Marcar tres goles (o evitarlo con paradas) en los partidos más duros e importantes del año no es igual que marcar tres goles ante el Eibar, Deportivo o Espanyol.
La imagen de un Buffon con 39 años levantando su primera Champions sería maravillosa para los amantes del fútbol más poético. Sería también una imagen para la historia. Uno de los pocos jugadores que caen bien a todos y que representa tantos valores acabando con el poder de Messi y Cristiano y alzándose con el Balón de Oro. Demasiado ideal como para ser real en un deporte que siempre ninguneó a los porteros.
Si el propio Buffon no lo consiguió en un 2006 en el que fue verdaderamente decisivo en la mayor cita del fútbol, ¿por qué lo tendría que hacer ahora? Y si Casillas no lo ganó en ninguno de sus mejores años e incluso ni lo consiguió con el Mundial 2010, ¿no sería injusto que el italiano lo tuviera y no el español? Como siempre, el fútbol es para todos. Hay tantas respuestas como personas.
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