Minuto 70. El ‘Principito’ ve cómo Correa apura la banda, la pone templadita, el balón despega, coge aire y va hacia él. Mira el cuero, coloca el cuerpo, sueña en acrobático, golpea el balón con una media chilena y lo mete dentro de la portería. El francés ahoga el aliento, ahorca la tensión y, finalmente, respira. El balón está dentro, ha tocado las mallas, es gol. Después de una sequía de ocho partidos –su peor racha como colchonero–, vuelve a escuchar su nombre en el Metropolitano: “¡¡¡¡goool de Antoine… Griezmann!!!!”.
La acción se repite, de una manera similar y menos estética, en la grada, entre bocadillos, tragos y lecciones de fútbol. Un atlético mira a otro y amaga con perder la fe. “¡No marcamos, que no!”. Pero, llegado el minuto 70, ve a Griezmann elevarse, mantenerse en el aire, levitar sobre el Metropolitano y percutir la pelota. “¡No puede ser, no puede ser!”, grita. Pero es. El balón traspasa el arco, se esconde entre la madeja de telarañas que recoge la portería y el tanto sube al marcador. Salta, abraza a su compañero y cree. “¿Y si el Qarabag da la sorpresa en la última jornada?”, se pregunta.
A todos ellos los secunda Simeone, que apaga el cerebro. “Después de tanto hablar de la falta de gol, ¿qué pensó cuando Griezmann marcó el gol?”, le preguntó EL ESPAÑOL en rueda de prensa. Y responde sin hablar, con pocas palabras. Suspira aliviado. Se queda sin adjetivos. Con eso lo dice todo. Es su forma de reaccionar tras el partido. Antes, en la banda, en el área técnica, se abrazó, gritó y celebró. Vio cómo el túnel, oscuro de un tiempo a esta parte, se llenaba de luz. Hay esperanza. Sí, tiene que perder o empatar la Roma en la última jornada contra el Qarabag y ellos necesitan ganar ante el Chelsea. Da igual. El Atlético ha marcado y todos empiezan a creer.
El jugador, la grada y el técnico. Todos unidos de nuevo. Los pitos, tímidos en este arranque de campeonato, desaparecieron en la noche del miércoles. El Atlético vuelve a sonreír tras su victoria ante la Roma (2-0). Y, también, tras el gol de Gameiro, que hizo el segundo, el definitivo, el que, de un momento a otro, cambió los rostros rojiblancos en su nuevo estadio. “Tenemos que vivir grandes noches aquí”, ha repetido Torres una y otra vez desde que empezó la temporada. Y la afición pudo comprobar cómo sabe una victoria ante la Roma, en Champions.
Y lo hizo con Torres sobre el césped, con Thomas de lateral, ¡con Gameiro marcando!… y con la grada en comunión. “¿Se volvió a ver al mejor Griezmann?”, le preguntaron a Simeone. “Todo empezó al principio, cuando la gente le apoyó”, contestó. Y lo hizo por sus palabras, por su alegato en el último partido en su favor (“siempre estoy a muerte con mi familia”). Y el Atlético, defintivamente, lo es. Y cree, porque siempre lo ha hecho. Porque nadie, al principio de la noche, pensó en ver un gol de media chilena, en suspirar como Griezmann, como el Cholo, como el Metropolitano.
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