Basta con mirar el marcador, observar la contundencia del resultado e imaginarse lo que ocurrió durante 90 minutos en Rusia. Sirve un nombre, el de Alemania, para desterrar las dudas, contemplar la inmensidad de la obra cuajada contra México (4-1) y buscar, como réplica, aquel Mundial de Brasil. Quizás con estas primeras letras quede todo resumido. Puede ser. Ya se sabe que en este siglo, entre tuits, post de Facebook o comentarios de Instagram, el tiempo es mínimo para reposar cualquier texto. Sin embargo, lo hecho por la selección de Löw merece detenerse, al menos, un poco. Sólo así se puede comprender lo inexplicable: los germanos estarán en la final de la Confederaciones con su equipo B, sin mirar a los Müller, Neuer y cía. Y eso, hoy por hoy, habla de la inmensidad futbolística de una nación que nunca deja de competir.
El desarrollo de los acontecimientos se podría explicar con comentarios sesudos sobre los esquemas, los dibujos tácticos o las alternativas propuestas por Löw, pero no merece la pena. Ni a los periodistas ni a los cronistas les importa en esencia si Alemania jugó con un 4-3-3 o con un 4-4-2. Eso da igual, sobre todo, en un torneo tan aburrido como es el actual. De hecho, todas esas ideas se pueden resumir con una única sentencia que ayuda a comprenderlo todo: el bueno de Joachim ha utilizado cuatro onces en cuatro partidos en esta Confederaciones.
“El torneo será un campo de pruebas”, dijo el técnico germano antes de que comenzara todo. Y, como buen alemán, ha cumplido su palabra. Ha expuesto alternativas y ha mantenido a ciertos jugadores, a aquellos a los que da galones de cara al próximo Mundial. Uno de ellos, Göretzka, ese jugador que creció jugando en el Bochum y posteriormente se confirmó en la cantera del Schalke. Precisamente, con los mineros debutó y con ellos empezó a crecer a pesar de sus reiteradas lesiones. Pues bien, él fue el que abrió el marcador contra México. Primero, con un disparo desde fuera y pegándola al palo, y después, aprovechando un buen pase de Werner para sentenciar el partido en el minuto 7.
Con esa contundencia se presentó Alemania en las semifinales. Sin dudar ni un segundo. Si acaso, tras esos dos goles, cedió el balón a México e incluso, le dejó que creara algunas ocasiones (varias erradas por Chicharito y otras tantas por Raúl Jiménez). Pero, definitivamente, los germanos jugaron con tranquilidad, sin ponerse nerviosos, firmes en defensa y buscando hacer daño en cada contra. Y con ese planteamiento, acabó aplastando a México irremediablemente con el paso de los minutos.
Cuestión de tiempo, por tanto, que llegara la sentencia. Y el tercero acudió a su advenimiento en una jugada de tiralíneas: Draxler la colocó en profundidad, Héctor dio el pase de la muerte y Werner sentenció dentro del área. El delantero del Leipzig capituló el partido, Alemania se echó a dormir y México, a pesar del gol de falta de Marco Fabián, bajó los brazos. Y el cuarto de Younes llegó casi sin esperarlo. Los germanos, en definitiva, estarán en la final. Allí les espera Chile, a la que ya se enfrentaron en la fase de grupos -entonces, empataron (1-1)-. En fin, Alemania, como mínimo, da miedo. ¿O alguien se atreve a negarlo?
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